lunes, 1 de abril de 2024

osiris, el dios egipcio que fue asesinado y resucitó

 dentro del extenso panteón del antiguo Egipto, el dios que quizá resultaba más familiar para la mayoría de la población era Osiris. Asociado a la muerte y a la inmortalidad, como divinidad que había muerto y renacido, Osiris venía a dar respuesta a la angustia de los hombres ante la muerte al tiempo que aparecía como una entidad civilizadora, ligada a la vegetación que también nacía, crecía, se reproducía, moría y renacía eternamente.

En un capítulo del Libro de los muertos tenemos un buen ejemplo de la veneración que suscitaba el dios: "Gloria a ti, oh Osiris [...] el Gran Dios en Abydos, rey de la eternidad y señor de lo eterno, el dios que pasa millones de años en su existencia [...]. Como príncipe de los dioses y de los hombres has recibido el cayado y el flagelo [los símbolos de la realeza] [...]. Gracias a ti el mundo crece verde en triunfo"

LA FAMILIA DIVINA DE OSIRIS

Osiris protagonizó una de las leyendas más dramáticas de la religión egipcia, en la que se mezclan el amor y el odio, la intriga, la venganza, la lucha por el poder y la resurrección. Carecemos de un texto egipcio completo que nos la detalle. Los primeros retazos se hallan en los Textos de las pirámides, unos textos religiosos documentados desde la dinastía V (2345-2173 a.C.) y que se prolongan en relatos posteriores, como el Himno a Osiris que el oficial Amenmose inscribió en una estela durante la dinastía XVIII, unos setecientos años después.

Sin embargo, la narración más completa nos la transmitieron dos escritores griegosPlutarco, en su obra Sobre Isis y Osiris, y, en menor medida, Diodoro de Sicilia, en su Biblioteca histórica. Aunque influenciadas por la perspectiva helenística, ambas versiones aún son válidas para conocer el mito.

La genealogía de Osiris se remonta al origen del mundo tal como lo concebían los egipcios. Según la cosmogonía que surgió en la ciudad de Heliópolis, centro del culto al dios solar Re, al principio el cosmos era un lugar oscuro, sin superficie ni fin, habitado por un único dios, Atum-Re. Sintiéndose solo, Atum-Re decidió emprender la creación del mundo, para lo que se ayudó de una serie de dioses que creó como emanaciones de sí mismo.

Según la cosmogonía de Heliópolis, Atum-Re decidió emprender la creación del mundo, para lo que se ayudó de una serie de dioses que creó como emanaciones de sí mismo.

La diosa del cielo Nut se arquea sobre su esposo Geb, dios de la tierra, mientras Shu intenta separarlos. Libro de los muertos de Nesitanebtashru. Museo Británico, Londres.

La diosa del cielo Nut se arquea sobre su esposo Geb, dios de la tierra, mientras Shu intenta separarlos. Libro de los muertos de Nesitanebtashru. Museo Británico, Londres.

PD

Expectorando o masturbándose, hizo nacer a los abuelos de Osiris: Shu y Tefnut, identificados respectivamente con el aire seco y el aire húmedo. Ambos se unieron y dieron vida a los padres de Osiris: Nut, la bóveda celeste, y Geb, la Tierra. A su vez, estos concibieron a dos pares de gemelos: Osiris-Isis y Set-Neftis, cada uno de los cuales encarnaba una fuerza de la naturaleza: Osiris, la vegetación; Isis, el amor familiar; Set, la esterilidad y la furia, mientras que Neftis aparecía como la plañidera y protectora de los difuntos. 

La historia de Osiris es una sucesión de hechos maravillosos, que empiezan con su mismo nacimiento. Celoso de su hija Nut, Re le había prohibido que pariera en los 360 días habituales del año, por lo que la diosa pidió ayuda a Thot, el dios de la sabiduría. Este ganó a la Luna una partida de juego de mesa y como premio obtuvo los cinco días epagómenos, jornadas que se añadían al año de 360 días para completar el ciclo anual. Nut aprovechó el primero de estos días para dar a luz a Osiris, también llamado Unnefer, el perfecto. 

Detalle de un grupo escultórico en el que se representa al dios Set. Museo Egipcio, El Cairo.

Detalle de un grupo escultórico en el que se representa al dios Set. Museo Egipcio, El Cairo.

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Como primogénito, Osiris recibió el valle del Nilo, mientras que a su hermano Set, nacido el tercer día epagómeno de forma violenta (desgarró el cuerpo de su madre Nut al nacer en la ciudad de Ombos), se le asignó el desierto. En su juventud, Osiris viajó por el país educando a los hombres para sacarles de su estado primitivo. Les mostró el trigo y la vid, les enseñó a cultivar la tierra y a adorar a los dioses, y les otorgó leyes para regirse, necesarias para que su conducta fuera conveniente sin necesidad de actos violentos. Mientras tanto, Isis, su hermana y esposa, le esperaba manteniendo el orden doméstico. 

FRATRICIDIO DIVINO

Envidioso de la buena fortuna de su hermano, Set preparó un complot para arrebatarle la corona de Egipto. Cuando Osiris volvió de sus viajes, su hermano Set organizó un banquete en su honor. Entre los invitados se encontraban setenta y dos cómplices del rencoroso dios, los cuales habían tomado en secreto las colosales medidas físicas de Osiris para realizar un bellísimo y lujoso ataúd que el propio Set presentó en la fiesta. En medio del júbilo, el anfitrión prometió que regalaría el ataúd a aquel que se introdujera en él y cupiera con precisión.

Todos los invitados fueron probando, pero a todos les quedaba grande el sarcófago hasta que Osiris se tumbó en él. En ese momento cerraron la tapa, la clavetearon y derramaron sobre ella plomo fundido, con la intención de que se hundiese cuando lo arrojasen al Nilo. Pero el ataúd flotó, llegó al Mediterráneo y navegó sobre las aguas hasta que varó en la costa fenicia, en un punto próximo a Biblos, en el actual Líbano.

Al enterarse de lo ocurrido, Isis fue presa de la desesperación. Lanzando gritos de dolor se arrancó un mechón de pelo, se vistió con ropas de luto y viajó por todo Egipto e incluso más allá en busca de su esposo, hasta que un viento divino le informó de que una ola lo había depositado suavemente en Biblos. Supo también que el cuerpo de su marido había quedado oculto bajo un bello tamarisco, que el rey de Biblos había mandado cortar para que formara parte de una columna de su palacio.

La diosa Isis, rota de dolor, emprendió la búsqueda de Osiris, hasta que un viento divino le informó de que una ola lo había depositado suavemente en Biblos.

Estatuilla de la diosa Isis lamentándose por la muerte de su esposo Osiris. Período ptolemaico. MET, Nueva York.

Estatuilla de la diosa Isis lamentándose por la muerte de su esposo Osiris. Período ptolemaico. MET, Nueva York.

PD

Isis se dirigió a la ciudad, y con sus dotes de maga captó la confianza de las sirvientas de la reina y consiguió que esta la tomara como nodriza de uno de sus hijos. Tras distintas aventuras, Isis logró que la columna fuera retirada del palacio y que se la entregasen. Así pudo recuperar el cuerpo de su esposo y volver con él a Egipto

Isis ocultó los restos de Osiris en la ciudad de Buto, en el delta del Nilo, lo que no evitó que Set los descubriera durante una cacería. Temiendo que Isis lograra hacerlo resucitar mediante sus poderes mágicos, Set robó el cuerpo y, para asegurarse de que esta vez nadie lo recuperara, lo descuartizó en catorce trozos que lanzó al Nilo. Cabe observar que el número 14 corresponde a los días que dura el paso de luna nueva a luna llena; la Luna, identificada con el dios, también sufría un proceso de muerte y resurrección.

LA BÚSQUEDA DE ISIS

Cuando Isis descubrió lo ocurrido, emprendió un nuevo viaje por todo Egipto para recobrar los fragmentos desperdigados por Set. Una vez cumplido su objetivo, ordenó que donde hubiera aparecido algún pedazo se construyera un santuario en el que debía honrarse el despojo hallado, aunque en lugar del original depositó una réplica para así confundir a Set. De ahí que en el Alto Egipto se veneraran siete piernas del dios y en el Bajo Egipto otras cuatro.

Según Plutarco, solo la cabeza original fue enterrada en el templo de Abydos, por lo que este lugar se considera como la tumba real del dios, motivo por el cual los egipcios debían realizar en vida, o tras la muerte, una peregrinación ritual a este punto. 

Isis, asistida por Anubis, reconstruyó y dio vida de forma mágica al cuerpo del dios, un episodio que evoca la práctica de la momificación.

El dios cánido Anubis realiza la ceremonia de la apertura de la boca a una momia, asistido por las diosas Isis (izquierda) y Neftis (derecha). 

El dios cánido Anubis realiza la ceremonia de la apertura de la boca a una momia, asistido por las diosas Isis (izquierda) y Neftis (derecha). 

PD

Después de recuperar los fragmentos de Osiris, Isis, asistida por Anubis, el dios de la momificación, con cabeza de cánido, reconstruyó y dio vida de forma mágica al cuerpo del dios, un episodio que evoca la práctica de la momificación, con la que los egipcios trataban de preservar el cuerpo de los difuntos para su vida ultraterrena. Sin embargo, en el caso de Osiris había un problema: su falo había sido devorado accidentalmente por un pez del río (en algunos relatos dicen que por el cocodrilo Sobek), de manera que Isis tuvo que sustituirlo por un miembro elaborado con barro, al que aplicó un encantamiento.

A continuación, la diosa, tomando el aspecto de un milano, batió sus alas sobre el cuerpo inerte, levantando una brisa reanimadora que hizo despertar a su esposo, el cual, con el falo erecto, la fecundó. Así lo expresan los Textos de las pirámides: "Tu hermana Isis viene alegrándose por amor a ti. Tú la has colocado sobre tu falo y tu semen fluye hacia ella" (declaración 366).

Horus, Osiris e Isis. Figurita de oro y lapislázuli. Museo del Louvre, París.

Horus, Osiris e Isis. Figurita de oro y lapislázuli. Museo del Louvre, París.

PD

Amenazada siempre por Set, Isis se escondió en la mítica isla de Jemis, donde dio a luz al dios halcón Horus. Al principio, este creció como un niño débil e Isis tuvo que protegerlo, fortalecerlo y cuidarlo con sus hechizos. Con el tiempo, Horus se convirtió en el vengador de su padre y en defensor de su propio derecho al trono de Egipto.

Osiris, aunque hubiera renacido, no volvió a reinar en la Tierra y sí en el reino de los muertos, por lo que los difuntos aspiraban a fundirse con él para disfrutar de una eternidad placentera en la que no les faltaría nada.En su lucha por el poder, Horus y su tío Set protagonizaron muchas batallas en las que cada uno tomaba el aspecto de diversos animales para atacarse con más eficacia, hasta que finalmente Horus se alzó con la victoria.  

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