Este año, el Día Mundial del Teatro (27 de marzo) coincide con la semana más importante de la religión cristiana, la que conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Esta coincidencia nos permite repasar cómo el teatro contemporáneo se ha acercado a la figura de Jesús.
La relación entre cristianismo y teatro viene de lejos. Durante la Edad Media hallamos representaciones teatrales sobre episodios clave del cristianismo, como el anónimo Auto de los Reyes Magos o, ya con Lucas Fernández, en los albores del Renacimiento, el Auto de la Pasión. También los autos sacramentales de la época barroca en España representan escenas bíblicas o dilemas morales como ejercicio de catequesis, utilizando el contenido simbólico del teatro.
El Concilio y la Conferencia de los obispos
Durante el siglo XX se reaviva el interés por convertir la vida de Jesús en materia dramática. Se aprovecha así el momento de renovación ideológica que vive la Iglesia como respuesta a la creciente crisis de fe.
Dos hechos sobresalen dentro de esta tendencia de aperturismo en la década de 1960: el Concilio Vaticano II y la Conferencia de los obispos de América Latina en Medellín, que incidía en una visión de la religión más apegada a la realidad de la gente, a la identidad de sus países y a las reclamaciones de justicia social.
Así, conectaba con la Teología de la Liberación, impulsada por figuras como el peruano Gustavo Gutiérrez. Esta nueva teología latinoamericana incorpora marcos de análisis propios del marxismo y declara la “opción preferencial por los pobres” como guía de actuación, es decir, que la Iglesia debe optar por el reconocimiento y cuidado de los más desfavorecidos. Así, la institución abandona la pompa ceremonial y la ortodoxia para convertirse en una organización más horizontal y popular, sensible al sufrimiento de las mayorías sociales.
Fruto de este momento de cambio, en la segunda mitad del siglo XX surgen productos culturales que actualizan el mito de Jesús, lo acercan a nuestros tiempos y lo recubren de una apariencia más moderna. Se deja de presentar al personaje como un ente enigmático, lejano y todopoderoso, de carácter ultraterrenal, y se sitúa en el presente como un líder carismático que podría haber nacido cerca de nosotros. El nuevo Jesús es más humano y corriente. Es posible empatizar con él porque habla de los problemas de la gente común y se comporta como uno más.
Este es el mensaje general que traslada la “ópera rock” Jesucristo Superstar. En todo el mundo, también en España, su estreno provocó varias polémicas. Algunos de los sectores más conservadores, incapaces de separar el contenido histórico de los Evangelios del verdadero mensaje atemporal que albergan, consideraban una herejía acercarse a la figura de Jesús en forma de musical adaptado a las modas de los 70.
Otro ejemplo más reciente lo encontramos en el musical 33, de Toño Casado, que también narra la historia de la Pasión. La obra califica a Jesús como “el mayor influencer de la historia” y apuesta por un tono distendido para traer el mito al presente.
Presencia en el teatro latinoamericano
Al margen del género musical mainstream, es en el teatro mexicano donde con mayor nitidez se puede observar la influencia de las teologías renovadoras. En particular se detecta el peso de la Teología de la liberación en la creación de nuevos discursos dramáticos que se reapropian del mito de Jesús para las clases populares.
Jesucristo Gómez (1986), de Vicente Leñero –adaptación de su propia novela titulada El evangelio de Lucas Gavilán–, presenta la historia de un hombre cuya vida guarda un paralelismo evidente con la del Jesucristo de los Evangelios. Sus acontecimientos biográficos adquieren un nuevo significado al conectar con la realidad social de México, demostrando que las injusticias y los problemas de las personas corrientes siguen siendo iguales 2000 años después. El mensaje evangélico resulta no solo universal, sino también transtemporal.
Jesucristo Gómez, que encarna una “nueva venida”, trabaja de albañil y “pepenador” (clasificando la basura). Es un hombre corriente, un “cualquiera”, como años más tarde lo será el Jesucristo García de Extremoduro. Si alguien tan normal como un “pepenador” puede llegar a ser un líder mesiánico, todos podemos llegar a alcanzar esa cualidad extraordinaria.
Esto convierte a la obra en una invitación a la acción y al empoderamiento de los donnadies. Para ello, Leñero resalta la condición humana de Jesucristo y le desprovee del halo divino. Gómez no resucita, pero vive eternamente en sus seguidores gracias al ejemplo de sus actos.
Maruxa Vilalta es una dramaturga de origen catalán exiliada de segunda generación en México tras la Guerra Civil. En su obra, Jesucristo entre nosotros (1995), Jesús acude puntualmente a vivir entre los seres humanos y se hace visible a quienes sufren (los más humildes, los represaliados).
Vilalta juega con la capacidad de transfiguración de su Jesucristo, que aparece como camillero, albañil o preso y se inserta en entornos contemporáneos, no como partícipe directo de ellos sino como aparición temporal. La autora busca superar la obsesión por la realidad física de Jesús. Se preocupa, más bien, por aquellos elementos espirituales que permiten redescubrir el mensaje cristiano en los tiempos convulsos del capitalismo financiero que ella critica.
Las tablas y la fe
Las relaciones entre teatro y religión son intensas. El teatro nos permite comprender ideas complejas y actualizar mitos, para que perdure su mensaje más allá del contexto histórico.
Con la llegada de la Semana Santa, es un buen momento para recuperar diferentes acercamientos a la vida de Jesucristo desde este género. Jesucristo Gómez y Jesucristo entre nosotros son dos obras imprescindibles para comprender cómo la historia de este hombre singular sigue generando múltiples interpretaciones y está abierta a la permanente resignificación.
En ambos casos, la divinidad del personaje se corresponde con sus virtudes éticas y su gran energía espiritual. Es capaz de traspasar toda contrariedad y desavenencia, mostrándose en todo momento accesible, piadoso, comprensivo, audaz y misericordioso. Una figura universal en clave dramática que se actualiza con vida renovada en el ámbito del teatro hispanoamericano del siglo XX
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