A los pies de ese gran promontorio volcánico, coronado por los restos del templo a la tríada capitolina (formada por Júpiter, Juno y Minerva), hay una gran cueva artificial por la que se puede penetrar en el mismísimo "antro" de la Sibila de Cumas. Se trata de una galería de mas de 130 metros de longitud excavada en la roca volcánica que conduce a una gran sala abovedada con tres ábsides. Allí moraba la "casta", la "frenética", la "aterradora", la "profetisa" Sibila, como la llama sucesivamente Virgilio en el canto VI de la Eneida .
SIBILAS, LAS PROFETISAS DE APOLO Un canto en el que la adivina de Cumas comparte protagonismo con el "héroe" Eneas, pues será ella quien le guíe en su descenso al mundo de los muertos en busca del alma de su padre Anquises. El mismo papel que, catorce siglos más tarde, Eneas jugará con Dante en la primera parte de la Divina Comedia .
En realidad, Virgilio se toma algunas libertades con la cronología. Cumas , la colonia griega más antigua en Italia, conoció un período de esplendor allá por los siglos VI-V a.C. , tras el cual fue dominada sucesivamente por etruscos y samnitas hasta caer en la órbita romana a mediados del siglo IV a.C. La excavación de las galerías y salas subterráneas que constituían los dominios de la Sibila se sitúa durante ese "período de esplendor". Entonces comenzaron la actividad y la fama de este santuario adivinatorio, similar a otros existentes en Grecia, como el poderosísimo de Delfos. Era un importante centro de peregrinación todavía a inicios del nuestra era.
La excavación de las galerías y salas subterráneas que constituían los dominios de la Sibila se sitúa en torno a los siglos siglos VI-V a.C.
La entrada a la cueva de la Sibila, en Cumas.
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Estas sacerdotisas-adivinas eran de origen helénico. El propio término Sybila era empleado por los escritores griegos para referirse a las profetisas inspiradas por Apolo. Según el erudito Pausanias, "la más antigua Sibila fue la que los griegos llaman hija de Zeus y de Lamia, una hija de Poseidón; fue la primera mujer que cantó profecías y fue sobrenombrada por los libios Sibila" (Descripción de Grecia , X, 9). Hubo otra Sibila famosa en la zona de la Jonia y de Samos, de nombre Herófile, que llegó "a Delos y a Delfos, y en todas partes donde llegaba profetizaba cantando sobre una roca". Entre otras cosas había profetizado la malhadada suerte de Troya.
Respecto a la de Cumas, Pausanias se muestra bastante despectivo: "La profetisa que hubo después de esta [Herófile], cantando del mismo modo, era de Cumas y se llamó Demó. Los de Cumas no enseñaban ninguna profecía de esta mujer, sino solo una pequeña hidria de piedra en el santuario de Apolo, y decían que en ella están los huesos de la Sibila".
LA SIBILA Y ENEAS El "después" de que habla Pausanias serían los cuatro siglos que teóricamente separan la guerra de Troya (siglo XII a.C.) de la fundación de Cumas (siglo VIII a.C.). Para la libertad poética, 400 años no son nada. Bien puede, pues, aceptarse que el mítico Eneas fuera guiado en su viaje al Hades por una no menos mítica Sibila de Cumas.
El famoso encuentro de Eneas y la Sibila en la Eneida viene precedido por dos anuncios proféticos. Uno en el canto III a cargo de Heleno, un hijo del rey troyano Príamo. Heleno, adivino como su hermana Casandra, había sobrevivido a la destrucción de Troya y reinaba en el Epiro. A él se dirige Eneas para que le prediga qué peligros le esperan antes de llegar a su destino y cómo los podrá superar. Heleno le remite a la Sibila de Cumas, "la frenética adivina que allá en el fondo de su antro peñascoso va cantando los hados".
A Heleno, hijo de Príamo, se dirige Eneas para que le prediga qué peligros le esperan antes de llegar a su destino.
La Sibila de Cumas representada por Miguel Ángel en un fresco de la Capilla Sixtina.
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En el canto V, Eneas volverá a ser incitado a visitar a la Sibila. Esta vez es su padre, Anquises, quien se le aparece en sueños y le indica que si quiere encontrarse con él en los Campos Elíseos (la parte de los Infiernos donde moraban los héroes y los hombres virtuosos) necesita que le guíe "la casta Sibila". La bajada al tenebroso mundo de los muertos tenía una larga tradición épica , desde el Poema de Gilgamesh , pasando por la Odisea , modelo directo de Virgilio. La originalidad del poeta latino es esta figura del guía y a la vez protector.
"El piadoso Eneas (refiere Virgilio) se dirige a la alta ciudadela presidida por Apolo y al recóndito escondite de la aterradora Sibila, un antro enorme". La Sibila les recibe a él y a sus compañeros a la puerta de su caverna "excavada en la roca y en la que hay cien agujeros como cien bocas, por las que salen otras tantas voces, las respuestas de la Sibila".
LA SIBILA, GUÍA DEL MÁS ALLÁ De repente la profetisa empieza a entrar en trance: "Se le transfigura el rostro, se le altera el color, se le desatan los cabellos, su pecho se vuelve anhelante, un delirio fiero atenaza su corazón, adquiriendo una estatura y una voz sobrehumanas , a medida que el espíritu del dios se le aproxima... Las cien ingentes bocas se abren de repente y sueltan al aire las respuestas de ala divina". Así, y de la manera críptica que la caracterizará siempre, la Sibila le vaticina el futuro a Eneas.
"Se le transfigura el rostro, se le altera el color, se le desatan los cabellos, su pecho se vuelve anhelante".
La Sibila de Cumas por Andrea del Castagno. Siglo XV. Galería de los Uffizi, Florencia.
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Pero este no se olvida del encuentro con su padre y le suplica que le muestre el camino de los Campos Elíseos. La Sibila accede a guiarle, pero antes Eneas debe hacerse con "la rama dorada" , regalo obligado para Proserpina, la esposa de Plutón, el dios infernal. Una vez conseguida, se ponen los dos en marcha a través de la cueva. Así comienza el alucinante viaje, que no durará más allá de una noche y un día, pero estará repleto de encuentros y visiones imposibles de soportar incluso por un "semidiós" como Eneas, de no contar con su excepcional guía. Ella le tranquiliza ante la aparición de monstruos mitológicos , haciéndole ver que no son sino sombras. Vendrá luego el encuentro con Caronte , el barquero de los Infiernos, y con Cerbero , el can de tres cabezas, al que la Sibila logra reducir.
Al fin Eneas se encontraría con el alma de su padre. Este, tras una profecía en la que le desvela todo el devenir de Roma hasta los tiempos de Augusto, los acompaña directamente a la salida "por la puerta de marfil". Eneas marcha raudo a reunirse con sus compañeros. La Sibila desaparece sin que el autor, ni el lector, lo adviertan. Como ocurre con los sueños.
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