una capilla dedicada al difunto zar Alejandro III es derruida en Moscú en 1922, como parte de la política antireligiosa de la Unión Soviética. Aunque oficialmente la URSS era un país laico pero que permitía la libertad de confesión religiosa, en la práctica la legislación cortaba cualquier cosa que fuera susceptible de considerarse promoción de una determinada fe, incluyendo por supuesto los lugares de culto, que estaban sujetos a cierres e incluso demoliciones arbitrarias. Es el caso de esta capilla dedicada a un zar, motivo suficiente como para que fuese sospechosa de ser un lugar de reunión donde se promovieran ideas contrarias al régimen soviético. No solo las iglesias corrieron este destino, también las mezquitas y cualquier otro lugar de reunión; la fe estaba estrictamente limitada al ámbito privado y, aun así, quienes la practicaban abiertamente podían ser detenidos bajo cualquier acusación arbitraria, por lo que lo mejor era ser discreto.
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