La inversió del
esquema piramidal y jeràrquic de la Iglesia
a)Avui
en dia, en el segle XXI, encara existeix una organització de la església de
caràcter medieval. Segueix havent el Papa amb el màxim poder i rere ell estan
els sacerdots, obispes, monjos, monges, etc.
b)En
resposta en aquest problema, proposem crear una comunitat democràtica i
igualitària. En comptes de que lideri una sola persona, proposem de que hi hagi
un consell que es reuneixi cada cert temps per discutir sobre els problemes
actuals i per escollir els membres del mateix consell
El repte de la
igualtat de la dona a l’església
a)Actualment,
hi ha una gran diferència en el paper de la dona i el de l’home dins l’església.
La gran majoria de càrrecs de poder són ocupats per homes.
b)La
nostra proposta a aquest problema és que les dones tinguin els mateixos drets
que els homes en quan a veu i vot i que les dones tinguin també les mateixes
oportunitats d’ocupar els mateixos càrrecs que els homes.
La desaparició
del Vaticà com a estat
a)El
Vaticà és un estat minúscul que es troba a Roma. Allà és la llar del Papa. Creiem
que el fet de que sigui el lloc on visqui el Papa s’hagi de proclamar un país és
absurd. Això només simbolitza la superioritat de l’església amb el seu gran
poder i els seus diners.
b)Per
solucionar aquest problema, proposem fer que desapareixi el Vaticà com a estat.
Jesús no es creia superior als altres, creia en la igualtat. No li importaven
els diners, sinó les persones del seu voltant. Amb la desaparició d’aquest
estat s’avançaria dins de l’àmbit del classisme eclesiàstic i en el missatge de
Jesús per compartir l’evangeli. Això no vol dir que totes les desigualtat dins
de l'església desapareixin, però creiem que si una part tant important de la
cultura cristiana, com ho és l’estat del Vaticà desaparegués i es mostrés al
poble i als creients com a iguals, podria ajudar a que la gent prengués com a
exemple aquesta igualtat i la repartís al voltant del món.
Marta Dilla,
Laura Ibáñez, Mariona Samotis, Ariadna Sanz y Siyi Cheng
Jesús Quintero: "Señor Gala, ¿qué es lo más inteligente que se puede hacer en esta vida?"
Antonio Gala: "En principio yo le diría: irse a una playa. Pero en el fondo, de verdad, tengo que decirle que salir de esta especie de laberinto en que nos han metido, una vida que no es la nuestra y que no es la mandada.
Que es una organización que necesita esclavos para seguir manteniendo la pura organización que necesita esclavos, y así hasta el final. Salirse de esa cadena terrible, desencadenarse. A riesgo de la soledad, a riesgo de la falta de comprensión, pero irse un poco al campo, en el mejor de los sentidos. Salir de esa extraña y monótona esclavitud de cada día.
Darle a cada día su propio afán, pero también su propia sonrisa, su propio gozo, su propio color, su propio aroma.
Eso es la inteligencia. Porque una inteligencia que no nos ayude a vivir, no la quiero. No me sirve para nada. No creo que le sirva para nada a nadie".
La masacre de los deportados republicanos al campo de concentración nazi de Mauthausen (actualmente Austria) y a campos de trabajo y exterminio limítrofes constituye uno de los episodios más vergonzosos y trágicos en la historia contemporánea de España. Según los números que analizamos en nuestro recienteestudio, 7 249 exiliados españoles fueron deportados a Mauthausen entre agosto de 1940 y mayo de 1945, de los cuales 4 747 perecieron en el campo.
Esto supone que un 66 por ciento de todos los exiliados españoles a Mauthausen fallecieron durante su cautiverio. Existen varios estudios históricos sobre la experiencia de los deportados españoles, entre ellos los de Montserrat Roig, David Pike o Mercedes Vilanova, generalmente basados en historias orales de los supervivientes.
Aunque muy reveladoras de un sufrimiento inimaginable, las historias orales pueden introducir sesgos importantes a la hora de analizar la experiencia de la deportación española. Los recuerdos personales pueden estar teñidos por las emociones asociadas; los recopilados tienden a centrarse en una minoría de supervivientes cuya experiencia en el campo pudiera ser muy distinta a la del prisionero típico.
Una recopilación sistemática de datos
Nuestra contribución empírica ha sido compilar toda información cuantitativa disponible en el Libro Memorial. Españoles deportados a los campos nazis (1940-1945) sobre los deportados en el campo y, sobre todo, combinar esa información de forma sistemática con la documentación individualizada generada por los administradores del campo que recoge la ocupación, número de hijos y religión de cada prisionero.
En la base de datos resultante figuran desde jornaleros del campo a barberos y peluqueros, camareros, marineros, veterinarios o dibujantes. En función de la ocupación de cada prisionero, le asignamos una clase social siguiendo un esquema utilizado habitualmente por historiadores. Tras esta codificación, la base de datos construida y analizada en nuestro estudio incluye la fecha de entrada y salida del campo, la fecha y lugar de nacimiento, el campo de prisioneros en el que estuvieron antes de entrar en Mauthausen y si el prisionero murió en el campo o fue liberado, su estado civil al entrar en el campo y su categoría socio-profesional.
Un 50% fallecidos el primer año
Nuestro estudio primero analiza la probabilidad de supervivencia en el campo. Como muestra el siguiente gráfico, dicha probabilidad de sobrevivir se mantenía cerca de 1 los primeros cien días de estancia, pero empezaba a caer muy rápidamente a partir de ahí, dadas las draconianas condiciones de trabajo, las insuficientes raciones de comida, las enfermedades, así como el asesinato selectivo de prisioneros.
Al año de haber entrado en el campo, la mitad de los deportados ya había fallecido. A los casi dos años de entrada en el campo, dos tercios de los prisioneros habían perecido. Para el grupo que sobrevivió dos años, más allá de los 700 días, sin embargo, las probabilidades de supervivencia se estabilizan, lo que significa que un grupo de supervivientes de larga duración logró sobrevivir entre tres y casi cinco años hasta su liberación por las tropas estadounidenses el 5 de mayo de 1945.
Probabilidades de supervivencia
En la segunda parte, nuestro artículo analiza los determinantes individuales de la supervivencia. Concretamente consideramos para cada prisionero la provincia de nacimiento, edad de entrada en el campo, día y convoy en el que entraron en el campo, el estado civil de los prisioneros, su categoría ocupacional anterior a la entrada en el campo e incluso si eran ateos o se autodeclaraban creyentes en alguna religión.
En nuestro análisis descubrimos varios factores fundamentales a la hora de predecir la supervivencia. Primero, la edad del prisionero tiene un efecto primordial sobre la probabilidad de sobrevivir. Como cabría esperar, los prisioneros jóvenes tenían mayores probabilidades de supervivencia que los prisioneros mayores.
En segundo lugar, y este es el argumento central de nuestro artículo, existe un efecto muy importante de la clase social. En este sentido, los trabajadores de baja cualificación, especialmente los agrícolas, tuvieron muchas menos probabilidades de sobrevivir, principalmente porque no consiguieron acceder a puestos privilegiados y protegidos dentro del campo o en kommandos exteriores.
Las clases trabajadoras, condenadas
Entre las categorías socio-económicas superiores no se detectan diferencias significativas. Las principales diferencias de supervivencia se encontraban entre las clases medias (trabajadores autónomos y profesionales liberales) y los trabajadores no cualificados del sector agrícola y no agrícola.
Como se puede ver en el siguiente gráfico, los trabajadores no cualificados morían mucho y rápidamente en el campo y sólo 1 de cada 10 lograba sobrevivir. La supervivencia de los más cualificados era de algo más de 4 cada 10 prisioneros.
No se observan, además, diferencias significativas entre trabajadores cualificados industriales (más útiles dada la escasez de trabajadores para la industria armamentística alemana) y otros trabajadores cualificados. Este último resultado sugiere que la escasez de trabajadores no fue el único determinante de la supervivencia de algunos prisioneros, también fueron importantes las redes de apoyo entre prisioneros y la quizá superior capacidad de adaptarse a las condiciones del campo que tuvieron algunos individuos que sabían o aprendieron rápidamente alemán. En el estudio, destacamos que todos estos mecanismos son compatibles con los resultados que obtenemos y que debían complementarse entre ellos.
Quiénes fueron los supervivientes
¿Qué lecciones podemos extraer de nuestra lectura de la experiencia de los deportados españoles? No hay ninguna duda de que la experiencia de los deportados españoles en los campos de concentración nazi revela un sufrimiento inimaginable en nuestros días. Dentro de este contexto de violencia indiscriminada, nuestro estudio muestra que, pese a que la experiencia fue letal para la gran mayoría de los prisioneros, en torno a un tercio sobrevivió y que dicha supervivencia está asociada a características socio-demográficas de los deportados.
Aunque el margen de maniobra de los prisioneros en Mauthausen (españoles o no) era exiguo, algunos de ellos fueron capaces de adaptarse a la maquinaria infernal del campo de exterminio y aprovecharon sus capacidades profesionales y sus relaciones sociales para sobrevivir en un entorno hostil. En el campo de exterminio, en este sentido, no quedaron suspendidas dinámicas sociales de los países europeos del periodo ya que, al igual que ocurría en toda Europa occidental, la probabilidad de sobrevivir un año más estaba condicionada por la edad y la clase social de los prisioneros.
Solemos explicar el desarrollo de la cultura, la ciencia y la civilización europeas con líneas históricas que enlazan el legado greco–romano, con sus avances y hallazgos en los campos de la cultura y la ciencia, con el Renacimiento, a través de las universidades del norte y centro de Europa (Londres, París, Bolonia). En realidad, la línea de continuidad imprescindible no la constituyeron esas universidades. O, al menos, no solo ellas.
En la Baja Edad Media, España jugó, durante cerca de 300 años, el papel esencial de transmisora de la ciencia y la cultura, hasta entonces custodiada y atesorada por la civilización islámica. Y ese papel lo simboliza la legendaria Escuela de Traductores de Toledo.
La llamada España de las Tres Culturas que tanto estudió Américo Castro (La realidad histórica de España), en la que convivieron durante siglos judíos, árabes y cristianos, fue el terreno idóneo para la recuperación de las tradiciones culturales griega y latina, enriquecidas enormemente por los árabes del Califato Omeya.
La Escuela de Traductores de Toledo es una continuación, en un territorio idóneo formado por una comunidad multicultural, de la gran Escuela de Alejandría, el último momento de esplendor de la cultura clásica y bizantina, donde se fundieron Oriente y Occidente en un esfuerzo de confluencia de conocimientos en tierras africanas. Este esfuerzo compilador, traductor y difusor fue asimilado por la cultura árabe como propio, y llegó con ella a la península.
El esplendor cultural en Alejandría, que irradió hacia Persia o Irán, también sirvió de confluencia para el conocimiento científico y literario hindú y hasta para traer sabidurías o técnicas de la lejana Asia hasta el Mediterráneo, como el papel chino. Cuando los omeyas llegaron a España, trajeron consigo el papel venido de China y la encuadernación en piel árabe, y fue así cómo en los siglos X, XI, XII y XIII comenzaron a componerse, primero en Valencia, y luego en toda Europa, los grandes libros con su increíble contenido.
Y en esa historia mediterránea de comunicación de ciencia y cultura, la Escuela de Traductores de Toledo es la ventana a la que podemos asomarnos para contemplar lo que fueron cuatro siglos de hegemonía cultural peninsular, el eslabón perdido de la historia de la cultura europea que unió la cultura grecolatina con el Renacimiento.
El milagro de las cuatro culturas
En realidad, el milagro cultural y científico que dio nacimiento a la Europa moderna se gestó en una comunidad peninsular en la que convivían cuatro culturas: la latina clásica, la mozárabe castellana, la hebrea, y la árabe. Los textos griegos, traducidos al árabe, se tradujeron al latín, y a menudo antes al castellano, por un conjunto de increíbles intelectuales de la época. Gonzalo Menéndez Pidal afirma:
“Solamente en Toledo se llevó a cabo una tarea que alcanzó una gran trascendencia en la cultura de la cristiandad ya que su actividad traductora sirvió de puente entre Oriente y Occidente para la transmisión de la Ciencia”.
Pocos autores de la historia del pensamiento europeo conocen la influencia que la Escuela de Traductores tuvo en las universidades. Pocos conocen, por ejemplo, que los libros que los árabes traían, del Pachatantra hindú a las obras de Aristóteles, volvieron a Europa mediante España.
Muchas de estas obras fueron primero traducidas al castellano por hablantes mozárabes, en fechas tan tempranas como el año 1080, y de ahí, siglos después, ya desde el latín, al alemán o al inglés. Se trató de un universo de versiones de muy diversas lenguas. Los pensadores europeos del siglo XI, XII y XIII bebieron de las fuentes españolas porque en ellas se conservaba la tradición oculta que inspiró, por supuesto, La divina comedia a Dante y la Suma Theologica al mismo Santo Tomás, influidos ambos, profundamente, por Ibn Arabi de Murcia o por Averroes de Córdoba.
Este autor descubre la influencia absoluta de la obra de Ibn Arabi en La Divina Comedia. La influencia de la cultura árabe llegó a Dante por su maestro, Bruno Latini, quien visitó España en pleno apogeo cultural de Toledo, como hacían muchísimos maestros europeos.
Igualmente, descubre cómo Santo Tomás de Aquino, influido por su maestro Maimónides, también se inspiró e imitó flagrantemente las obras y comentarios de Averroes en su obra teológica esencial, y cómo se basó en las fundamentaciones lógicas y místicas complementarias de los sabios árabes sufíes para escribir su Suma. Estas obras eran la clave del desarrollo intelectual en el mundo del siglo XIII.
El mecenazgo católico
Asín Palacios recoge cómo, en 1143, el abad de Cluny visitó los monasterios españoles y conoció al obispo español de Toledo, Ramón de Sauvetat. Bajo su dirección se traducían en España, del árabe, no solo cientos de textos griegos, sino los comentarios a las grandes obras de los filósofos clásicos desconocidos en Europa, y los tratados matemáticos, astronómicos, alquímicos, realizados por los pensadores persas e hindo-iranios. La capacidad de difusión hispana permitió que este legado llegara a las entonces muy pobres universidades europeas.
La iglesia católica llevó a cabo una importante labor de apoyo y mecenazgo. Primero, a través del prelado benedictino Sauvetât, quien fomentó la llegada a Toledo de estudiosos extranjeros como Gerardo de Cremona, que coincidió en el tiempo con algunos traductores peninsulares como Ibn Daud, Domingo Gundisalvo, Juan Hispalense o Marcos de Toledo, autores y sabios de origen judío, mozárabe, árabe o castellano.
El centro de ingentes cantidades de textos árabes y hebreos originales es todavía el archivo de la Bilioteca de la Catedral de Toledo.
Mozárabes, judíos, profesores de madrasa y monjes
Fue Sauvetât quien creó, en torno a 1050, la Escuela de Traductores, un grupo de trabajo que incluía a los mozárabes toledanos, los judíos de la ciudad, los profesores de la madrasa de la ciudad y nuevos pensadores, fundamentalmente monjes cluniacienses.
Mandó reconstruir el palacio episcopal frente a la antigua mezquita mayor convertida en Catedral de Santa María –y a la que dio su primer estatuto–, y dejó una parte del edificio para la Escuela.
La riqueza de las bibliotecas toledanas en árabe y el conocimiento de esta lengua por parte de los cristianos mozárabes le impulsaron a recuperar textos perdidos de la Antigüedad clásica y a fomentar la transmisión de los importantes avances de la Escuela Toledana en Medicina, Álgebra y Astronomía.
Este empeño cristalizó en la traducción de numerosas obras en un proceso en fases: del árabe al castellano, y del castellano al latín (o directamente del árabe o griego al latín), y, poco a poco, este centro europeo esencial dio a conocer la hasta entonces desconocida filosofía árabe y hebrea de corte aristotélico, lo que supuso una auténtica revolución de pensamiento que hizo nacer la Escolástica europea. La Escuela toledana, ya en tiempos de Raimundo, toma fama en toda la Cristiandad.
Gerardo de Cremona
Uno de los eruditos esenciales colaborador de Sauvetât fue Gerardo de Cremona. Nacido en Lombardía, este erudito, para leer el Almagesto de Ptolomeo, al no encontrarlo en su tierra, se trasladó en torno al año 1100 a Toledo, famosa en toda Europa por sus colecciones de libros árabes.
Cremona, que aprende el árabe para poder estudiar a fondo las obras conservadas en las madrasas y bibliotecas de la ciudad, creó una red de discípulos y colaboradores. Esta red tradujo obras de manera colaborativa (como el Almagesto de Ptolomeo junto al mozárabe Galib) y buscó y reunió cientos de textos para comparar versiones, hasta crear un corpus coherente no limitado a las fuentes disponibles. Este corpus representa el canon científico y filosófico de la época.
No estamos hablando de la mejor Escuela: estamos hablando de la única Escuela que hace revivir el mundo clásico griego que había desaparecido del universo latino con el derrumbe del mundo antiguo. No hay una continuidad griega, latina y europea. Hay una resurrección de la cultura griega primero en lengua árabe, luego castellana, y finalmente latina. Este es el verdadero orden de las cosas.
Los traductores de la Escuela
Pero veamos el prodigio de esa influencia en algunos casos. Juan Hispalensis o Juan Hispano era un obispo mozárabe de origen sevillano del mismo grupo, razón por la cual dominaría tanto el árabe como el latín. La mayoría de las obras firmadas con este nombre (traducidas y de creación propia) versan sobre astronomía y astrología.
Por ejemplo, el Libro de Algoritmos en Aritmética Práctica, donde proporciona la descripción más temprana del sistema de notación posicional, cuya introducción en Europa se asocia con el Liber Abaci de Fibonacci. Fibonacci alude a la sutil e ingeniosa invención india, la cual sin duda conoció gracias al texto original traducido en Toledo.
Gundisalvo escolástico
Dominicus Gundissalinus o Domingo Gundisalvo (ca. 1115- post 1190) fue un importante filósofo y traductor toledano del siglo XII. Tradujo obras de Al-Kindī, Avicena, Al-Gazzālī o Avicebrón. Como traductor transmitió a la Europa medieval algunas de las obras más importantes de la filosofía árabe, introduciendo en el debate filosófico la metafísica aviceniana, la división de las ciencias farabiana, y el hilemorfismo universal de Avicebrón.
Como filósofo se nutrió de los autores que traducía y del Aristóteles árabe, que estaba traduciendo en esa misma época Gerardo de Cremona. Algunos autores lo consideran imprescindible para el desarrollo de la escolástica en el siglo XIII, al haber iniciado una nueva forma de razonamiento filosófico y teológico, intentando dotar de una base racional a la teología. Entre sus obras destaca De divisione philosophiae, en la que establece una clasificación de las ciencias novedosa al introducir la metafísica y la filosofía práctica.
Avendauth, filósofo judío aristotélico
La vida de Ibn Daud, o Avendauth, nos ilustra sobre la naturaleza de las relaciones culturales de este grupo de intelectuales. Su nombre parece corresponder, según la mayoría de las últimas investigaciones, al filósofo judío Abraham ibn Daud. En la dedicatoria al arzobispo Juan de su versión del prólogo al Kitāb al-šifāʼ de Avicena, el traductor se autodenomina como filósofo y hebreo (“Avendauth israelita philosophus”).
Considerado el primer filósofo judío aristotélico, nació en la Córdoba almorávide alrededor de 1110 en el seno de una familia ilustre. Fue criado en casa de su tío materno Baruch ben Isaac Albalia, rabino, juez y jefe de la escuela talmúdica de Córdoba, que lo instruyó tanto en los estudios rabínicos y bíblicos como en la filosofía griega y hebrea. Al principio de la conquista almohade (Córdoba fue tomada en 1148) huyó a Castilla y se asentó en Toledo, ciudad en la que permaneció hasta su muerte y a la que se asociará su nombre.
La sistemática e ingente labor de estos traductores, comentaristas y compiladores atrajo a múltiples estudiosos de toda Europa entre los siglos XI y XIV. Muchos de los eruditos de Toledo difundieron en las universidades europeas las obras clásicas a las que habían tenido acceso, como Miguel Escoto (que se trasladó luego a la corte de Federico II, en Sicilia) y Hermann el Alemán (luego trasladado a la Corte de Manfredo).
Otros traductores, con el florecimiento cultural del país, se ubicaron en ciudades importantes españolas, como Plato Tiburtinos, que tradujo en Barcelona, en colaboración con Abraham bar Hiyya. Hugo Sanctallensis dedicó traducciones al Obispo Michael en Tarazona, o Pedro Alfonso de Huesca (probablemente relacionado con Adelardo De Bath). Finalmente, en el valle del Ebro se encontraban, dedicados a la misma actividad, Hermann el Dálmata, su discípulo Rodolfo de Brujas y Roberto de Retines.
Marcos de Toledo, traductor del Corán
Marcos de Toledo, descendiente de familia mozárabe que se instaló en Toledo tras la invasión musulmana, nació en esa ciudad y en ella realizó estudios de medicina y se ordenó sacerdote, llegando a ocupar en 1198 el título de canónigo de la Catedral.
Tradujo al latín diversos tratados de teología musulmana y de medicina griega, entre los que se encontraban varias obras de Galeno, como el De pulsu, De pulsus utilitare y De motibus membrorum liquidis según el texto de Hunayn ben Ishaq. Además, se encargó de traducir al latín, a petición del arzobispo don Rodrigo y del archidiácono Mauricio, el Corán (1210-11), al que añadió una larga introducción. ¿Podemos imaginar la tolerancia intelectual y cultural que suponía una traducción al latín del Corán en el siglo XIII, por clérigos católicos mozárabes?
Miguel Scoto, irradiador
Los eruditos con mayor ambición de conocimiento forzosamente tenían que venir a España. Miguel Scoto, nacido en Escocia en 1175, fue el primero en dar a conocer la filosofía averroísta al mundo latino, según el orientalista francés Ernest Renan (1823-1892). Llegó a Toledo desde Escocia, país al que debe el apellido, tras estudiar en Oxford y en París.
En Toledo se quedó. Llevó a cabo sus primeras traducciones de Averroes y las de las obras de Al-Bitruji, conocido también en latín como Alpetragius, quien todavía vivía y quien inspiraría a Kepler. También en Toledo traduce el De animalibus, de Aristóteles, trabajo del que no se conserva la fecha, aunque se deduce que es anterior a 1220, pues ese año abandona la ciudad con dirección a Bolonia para ponerse al servicio del Pontífice romano. Allá por 1228 vuelve a trasladarse, esta vez a Sicilia, donde fue astrólogo de la corte de Federico II de Sicilia. Por el itinerario de Miguel Scoto podemos ver la irradiación de la influencia cultural hispanoárabe hacia los lugares donde se estaban conformando las primeras universidades europeas.
Alfredo de Sharesel y Aristóteles
De origen también anglosajón fue Alfredo de Sharesel, filósofo y médico naturalista. Existen escritos en los que se refieren a él como Alfredus Anglicus. Tradujo el De anima de Aristóteles, aproximadamente en 1215, además de sus De somnio y De respiratione, también el Liber de plantis o Liber de vegatalibus, que, aunque en un principio fue atribuido a Aristóteles, es de Nicolás Damasceno. Escribió De motu cordis, obra en la que describe las diferentes etapas de la emanación de los seres.
Alfonso X, filósofo y sabio
Yehuda ben Moshe ha-Kohen (Yehuda Mosca o Mosca el Coheneso en las fuentes cristianas) vivió en el siglo XIII y fue médico real, astrónomo y un destacado escritor de la Escuela en época de Alfonso X el Sabio, para quien tradujo importantes obras científicas del árabe y hebreo al castellano. Fue rabino de la sinagoga de Toledo, llegó a ejercer de médico personal del rey sabio, y destacó como una de las más influyentes personalidades de la comunidad hebrea de la ciudad de las tres culturas de su época.
Los cronistas indican que la Escuela de Toledo entró en decadencia desde el segundo cuarto del siglo XIII, pero el rey Alfonso el Sabio consiguió impulsarla con los nuevos traductores, como Roberto Grosseteste o Guillermo de Moerbeke, que estaban ya en el siglo XIV vinculados a las Universidades de París y de Oxford.
Es obligado, en este momento, mencionar el tratado astronómico que componen las Tablas alfonsíes (1256-77), que el rey elaboró junto a Rabí Ishâq ben Sid, más conocido como Rabiçag, las cuales fueron, hasta bien entrada la época renacentista, una referencia común en Occidente, como nos recuerda Serafín Vegas en su libro La Escuela de Traductores de Toledo en la Historia del Pensamiento.
En la última época de la Escuela, Alfonso X fue como Marco Aurelio, un rey filósofo y sabio. Creó, para continuar este universo cultural, ya en el siglo XIII, instituciones a las que se puede considerar Academias o Escuelas de traductores, que por su consagración podemos considerar las primeras universidades de la Europa medieval.
Para dar idea del volumen del trabajo de estos eruditos, mencionaremos tan sólo que Gerardo de Cremona fue creador y compilador de no menos de 70 obras, muchas de ellas de gran volumen. Hubo un sistema organizado de traducción, que seguía un orden específico, como estudia Burnett, que abordó sistemáticamente las obras de todos los grandes filósofos, científicos y académicos del mundo antiguo.
El Académico de la Historia González Palencia afirmaba en su obra El islam y occidente (citando Origen, progresos y estado actual de toda la Literatura, obra del jesuita don Juan Andrés publicada en 1782) que el restablecimiento de la literatura científica europea (Medicina, Matemáticas, Ciencias Naturales) era debido a los árabes. Retomando conocimientos muy raros y preciados, este estudioso recogía que Roger Bacon basó su trabajo acerca de los anteojos en el libro séptimo de la Optica de Alhacén, traducido al latín por los traductores de Toledo; que Vitellión abrevia y aclara la doctrina árabe de este mismo libro; que Leonardo de Pisa introduce el Álgebra y las cifras numerales arábigas (Gerberto había llevado de España a las escuelas europeas la aritmética arábiga desarrollada por los primeros matemáticos de la era moderna, como Aljaurismí el persa, de quien proviene no solamente la trigonometría, álgebra y lenguaje de cálculo fundamentales, sino el nombre de nuestra noción del algoritmo y la palabra “guarismo” que usamos todavía).
González Palencia establece que Arnaldo de Vilanova “se formó enteramente en España bajo la enseñanza de los árabes, y todos los conocimientos útiles de Medicina y de Química que esparció por Europa eran sacados de los libros y escuelas de aquellas gentes”; que Raimundo Lulio debía mucho a la literatura musulmana, al sufismo y a la metafísica de Ibn Arabí el murciano, que conocía por traducciones y hasta directamente, porque sabía árabe; que en Medicina, hombres como Gilberto, Juan de Goddesden y Fabricio Acquapendente habían bebido en libros árabes, en especial en nuestro Abulcasis, sus conocimientos.
Este experto nos advierte que ya Huet opinaba que Descarteshabía tomado de los dialécticos árabes el principio “quidquiid cogitare, potest esse”; o que Pascal también se inspiró, como el genial Asín Palacios descubre también en esa época, en Al Gazel; que fue en el árabe traducido en España, Alpetragio, en quien pudo inspirarse Kepler para el descubrimiento de las órbitas elípticas de los planetas; o que algunos problemas teológicos de Santo Tomás estaban resueltos con arreglo a doctrinas de Averroes y Avicena, que conoció de su maestro aristotélico, que había estudiado en España.
Pero este autor es uno entre muchísimos arabistas y expertos en la cultura hispánica de la época de convivencia en nuestro territorio. Cultura de las llamadas por Alfonso el Sabio “Gentes del Libro”, las tres civilizaciones monoteístas y centradas en un texto sagrado, por cuyo esplendoroso periodo de al menos cuatro siglos –desde la toma de Toledo, a comienzos del siglo XI, hasta el siglo XIV en que el fenómeno se extiende a muchos lugares en España y en Europa– no solemos asomarnos, como digo, para asombrarnos de lo que fue y lo que significa la irradiación cultural que España llevó a cabo, imbuida del espíritu propagador y cosmopolita que el mundo árabe y judío supo tomar de griegos y persas y convertir también en un fenómeno propio de nuestra península.
Crisol del renacimiento de Europa
Cuando durante cerca de trescientos años, y bajo la égida de gobernantes lo suficientemente inteligentes y tolerantes como para potenciar el proceso, se asimilan, unifican y organizan todos los tesoros de conocimiento heredados de los árabes y los judíos, provenientes de sus culturas y de las culturas que éstos heredan, Europa empieza a renacer. Y el lugar donde se produce ese rebrote de los conocimientos, artes y técnicas, de todo el mundo antiguo, es en España: en Toledo, en Tarazona, en Salamanca, en Sevilla. Es en el confluir de comunidades de sabios de las tres procedencias (judíos, árabes, cristianos), donde se genera un crisol capaz de desarrollar y difundir todos los conocimientos en ciencias y letras, en artes y en técnicas, perdidos en la desmemoria.
La cultura es un fenómeno arborescente, en el que se trasportan los conocimientos, la riqueza de experiencias, saberes y técnicas, en los territorios humanos. El espíritu cultural se basa en la asimilación, en la traducción, en la incorporación. Ese espíritu cosmopolita, cultivador y bibliotecario solo queda preservado, en la Edad Oscura, en monasterios y estudios catedralicios. Pero al sur, en el Mediterráneo, tiene lugar el auténtico milagro por el que la civilización árabe hace regresar, mediante la total irrigación de la cultura hispánica, el mundo de la cultura auténtica. Ese gran fenómeno tiene un nombre reconocible en la Escuela de Traductores de Toledo.