La colección de antigüedades egipcias del Museo Británico de Londres acoge a una inquilina muy especial, una cubierta antropomorfa pintada, de madera y yeso, que una vez cubrió a la momia de una mujer, posiblemente una sacerdotisa de Amón Re. El objeto fue bautizado hace años como la "momia de la mala suerte" (the unlucky mummy), aunque en realidad tal momia no existe, sino que se trata tan sólo de una tapa de ataúd.
La "momia de la mala suerte" se exhibe en una vitrina de la sala 62 del museo y lleva el número de identificación 22542, mide 1,62 metros, está pintada de vivos colores y cubierta de inscricpiones jeroglíficas. La representación femenina lleva peluca, un gran collar y, lo más curioso, las manos colocadas de un modo extraño, surgiendo horizontalmente de su pecho y con las palmas hacia afuera. La pieza es de una gran belleza y se data a finales de la dinastía XXI (950-900 a.C.).
Una pieza maldita
Pero ¿por qué se le puso tan nefasto nombre? Parece ser que a esta sacerdotisa, que tiene la mala costumbre de rondar por el museo por las noches, se le atribuyen las mil y una desgracias acaecidas a sus sucesivos propietarios y a quienes intentaron contar la historia de sus maldades, entre ellos algún intrépido reportero. Personajes de la talla de Yeats, Conan Doyle o Henry Rider Haggard hicieron referencia a la "momia de la mala suerte", e incluso un periódico tan respetado como The Times publicó en 1921 un artículo que hablaba de los peligros que corrían quienes se cruzaban en su camino.
La historia de esta cubierta de momia daría para escribir una apasionante novela de aventuras. Al parecer, el objeto fue adquirido a unos ladrones de tumbas por un tal Thomas Douglas Murray, miembro de un grupo de viajeros ingleses que se encontraba en Tebas entre 1860 y 1870. El viaje de regreso a Londres con el objeto fue de todo menos tranquilo. Tanto Murray como sus compañeros sufrieron diversos desastres: uno se adentró en el desierto y nunca volvió a aparecer, otro perdió un brazo a causa del disparo accidental de un sirviente. Incluso la maldición les persiguió una vez en Inglaterra: otro miembro del grupo se arruinó y otro más contrajo una grave enfermedad que lo dejó postrado.Al final, el objeto acabó en manos de la señora Warwick Hunt, hermana de uno de los damnificados por la actuación maléfica de la sacerdotisa. Pero los habitantes de su casa empezaron a sufrir también una serie de desdichas, por lo que decidió donar el objeto al Museo Británico en 1889. En el museo siguió causando desastres, algunos poco importantes como las caídas de turistas, pero otros tan terribles como las muertes de un fotógrafo que intentó tomar una imagen del objeto o la del periodista Bertram Fletcher Robinson, que falleció en 1907 a causa de unas fiebres que algunos dijeron que estuvieron causadas por la momia, ya que el reportero se había atrevido a divulgar sus supuestos maleficios.
Acusada de hundir el Titanic
Pero la historia más fascinante que rodea a esta pieza es la que afirma que fue la causante del hundimiento del Titanic, el impresionante transatlántico, joya de la naviera White Star, que se hundió en el Atlántico norte el 12 de abril de 1912. ¿Cómo surgió semejante historia? Al parecer, la leyenda sobre una momia maldita que iba en el barco fue lanzada por el periodista y espiritista William T. Stead, que viajaba a bordo del Titanic (y no sobrevivió). Reunido con otros viajeros en el salón de fumadores contó un relato de miedo protagonizado por las hazañas de la momia maldita, y añadió que viajaba a bordo del navío, enviada por su nuevo propietario, un multimillonario estadounidense, a su país. Pero aún hay más, ya tras el hundimiento surgió otra increíble historia sobre las peripecias de la "momia de la mala suerte". Según ésta, el objeto flotó y fue recogido por una empresa de salvametno que lo llevó a EE. UU. e intentó devolverlo a su propietario, que estaba en Londres. Pero el barco que transportaba a la "momia de la mala suerte" de nuevo a Inglaterra, el Empress of Ireland, también se hundió, y el sarcófago fue de nuevo recuperado de las aguas. Pero no acabarían aquí las tragedias. La momia fue entregada al káiser Guilermo, en Alemania, y poco despues dio inicio la primera guerra mundial.
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