Los manuscritos del mar muerto son una colección de 972 pergaminos de incalculable valor. No solo son contemporáneos a la época de Jesús de Nazareth. Además contienen datos únicos sobre los orígenes del cristianismo. Un reciente análisis ha revelado un descubrimiento muy sorprendente sobre uno de ellos.
Un equipo de científicos de la Universidad de Harvard ha analizado un fragmento de uno de los manuscritos más importantes que se conocen mediante microscopía de electrones, una técnica que nunca se había usado hasta ahora sobre las reliquias. El resultado arrojó datos inesperados. El pergamino en cuestión se conoce como Manuscrito del Templo, y los análisis revelan que se fabricó con una tecnología que no solo es diferente a la de los demás manuscritos del Mar Muerto. Además es una técnica desconocida y aparentemente perdida que ni siquiera se ha visto en pergaminos medievales elaborados siglos después.
La razón por la que los investigadores decidieron analizar el Manuscrito del Templo y no otro es precisamente porque ya a primera vista se puede apreciar que es diferente a todos los demás. Para empezar es mucho más fino. Su superficie apenas tiene una décima de milímetro, algo muy poco común en los pergaminos de la época. Pese a su delgadez, tiene una longitud de más de ocho metros y se ha conservado increíblemente bien para tener cerca de 2.000 años. También es el más claro de todos los pergaminos hallados en las cuevas de Qumrán, a orillas del mar Muerto. Su superficie es de una tonalidad muy clara en comparación con la de otros pergaminos que suelen exhibir diferentes tonos de marrón.
Los pergaminos para escritura se fabricaban con pieles de animales cuya superficie se rascaba hasta eliminar cualquier rastro de grasa o pelo. Después, se tensaban y se ponían a secar, y en ocasiones se frotaban con sal.
En el Manuscrito del templo, la tinta se aplicó sobre el lado contrario al habitual. Está escrito por la parte del pergamino que corresponde al interior del animal, no en la cara dónde estaba el pelo como era la costumbre. Además, la superficie del manuscrito parece estar cubierta de una capa de material inorgánico. Los arqueólogos estaban interesados en estudiar precisamente esa capa, así que analizaron su composición química mediante técnicas no invasivas.
Lo que encontraron fue una inusual concentración de sales compuestas de sulfuro, sodio y calcio. El hallazgo sugiere que el artesano que fabricó este pergamino aplicó una especie de capa de imprimación a su superficie, una técnica que está muy por encima de los toscos pergaminos usados en la Edad Media. Esta imprimación no coincide con ninguna de las sales comúnmente utilizadas en el mar Muerto, lo que indica que el Manuscrito del templo fue fabricado en algún otro lugar, o se fabricó empleando una técnica y un tipo de sales que desde luego no son propias de esa región y esa época.
La capa de imprimación explica por qué el manuscrito ha sobrevivido tan bien al paso del tiempo pese a las malas condiciones en las que se ha conservado en años recientes. La reliquia fue encontrada en una cueva en el año 1956. Al parecer, los responsables de su descubrimiento fueron los miembro de una tribu de beduinos nómadas que vendieron la reliquia a un comerciante de antigüedades. Este envolvió el rollo de pergamino en celofán, lo metió en una caja de zapatos y lo escondió bajo las tablas del suelo de su tienda.
Los arqueólogos lo hallaron once años después, pero para entonces ya estaba muy dañado por la humedad. Cualquier otro pergamino hubiera terminado completamente destruido tras ese trato, pero el Manuscrito del Templo aguantó. El siguiente paso de los científicos es tratar de averiguar la procedencia de la técnica con la que lo fabricaron. De momento, el análisis nos deja con una respuesta y muchas preguntas. [Sciencemag vía Science Alert]
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