Las piedras bamboleantes son una tradición que puede seguirsde por toda la Europa celta.Con el tiempo, la de Muxía ha adquirido un valor de oráculo y confesionario, a medias cristiano y a medias pagano. Como tantas cosas en Galicia
A lo largo de los últimos días les he acompañado por varios lugares poco conocidos de Galicia en los que la magia, las tradiciones ancestrales y la historia se entrecruzan para formar un mosaico complejo. Este viaje por esa Galicia desconocida, de la que se han quedado fuera a la fuerza docenas de sitios aún más pintorescos, no podía acabar sino en Muxía, en plena Costa da Morte, al lado de uno de los artefactos naturales más curiosos que hay por estos lares y, al mismo tiempo, uno de los más venerados. Les hablo del santuario de Nuestra Señora del Mar y de su famosa piedra oscilante, "a pedra de abalar" y su curiosa historia.
Nos hemos tropezado en el camino con muchas tradiciones celtas, pero esta de hoy es una de las más peculiares. Justo al lado del santuario, situado en plena costa y casi lamido por las olas salvajes del Atlántico Norte, se encuentra "a pedra de abalar". Es un enorme peñasco de más de treinta metros de largo y de un peso superior a varias docenas de toneladas, apoyado por la naturaleza en una posición tan peculiar que para trasladarlo de sitio harían falta un par de grúas de enorme potencia, pero que al mismo tiempo se balancea con el impulso de una mano...a no ser que la piedra no quiera. O eso dicen.
La tradición de las piedras balanceantes es común a toda la costa celta, desde Escocia a Cornualles (la piedra de Land's End es muy parecida a la que nos ocupa hoy), pasando por la Bretaña francesa, Asturias y, como no, Galicia. Hace milenios, sospechan algunos historiadores, estas piedras se utilizaban como pruebas de juicio. Así, si el acusado conseguía balancear la piedra se probaría su culpabilidad o inocencia, por ejemplo. La cercana "pedra dos cadrís" tiene conexión directa con las creencias rituales de curación a través de las piedras y nadie duda de que este punto ha sido un centro de peregrinación desde hace varios milenios. Es un lugar de poder, para que me entiendan. Un sitio de conexión especial entre la naturaleza y el hombre. Por eso era imprescindible terminar nuestro viaje aquí, a orillas del fin del mundo antiguo.
Sin embargo, con la llegada del cristianismo, algunas cosas cambiaron. La "pedra de abalar" pasó a ser la barca petrificada en la que la Virgen habría llegado a la costa, y dos piedras cercanas se transformaron, de manera inmediata en la vela de la barca y el timón. Puede que a usted, ciudadano del siglo XXI, esta historia le suene absurda, pero a los peregrinos que llegaban en la Edad Media a Santiago de Compostela les parecía enormemente real. De hecho, muchos de ellos continuaban viaje hasta Muxía para tocar con sus propios ojos la gigantesca piedra balanceante y dejaron numerosas crónicas de ello.
Pero ni siquiera la magia celta o las creencias cristianas pueden en ocasiones con la fuerza brutal de la naturaleza. En 1978, por ejemplo, una feroz tormenta golpeó con tanta fuerza la Costa da Morte que las olas consiguieron hacer lo que ningún hombre había logrado: Mover la piedra de sitio. Pasaron bastantes años hasta que fue recolocada de nuevo en su posición original y les aseguro que los encargados las pasaron canutas para trasladar esa inmensa mole pétrea.
Si van hasta Muxía, en esta última etapa, prueben a balancear la piedra. Dicen que solo los puros de corazón pueden moverla. También aseguran que, en ocasiones, la piedra se balancea sola, movida por una mano invisible y que casi siempre es el anuncio de terribles desgracias. Los vecinos afirman que, en ocasiones, se suben grupos de personas a la piedra y esta permanece misteriosamente inmóvil, por mucho que salten o empujen. Aunque Vicente Risco afirmaba , por otra parte, que durante los siete años de una terrible guerra entre Castilla y Portugal en la Edad Media, la piedra no se movió ni un milímetro, quizá preocupada por el resultado de la contienda, así que ya ven que hay versiones para todos los gustos.
Depende de ustedes creerlas o no, pero lo que les aseguro es que no les hará ningún daño pasar por debajo de la cercana pedra dos cadrís (la piedra de los riñones), que según la tradición cristiana es el timón de la barca pétrea. Al parecer, si cruzan por el hueco que hay debajo de este peñasco, se le curarán todas las afecciones de espalda y renales que puedan tener. Una vez más, la mezcla entre creencias celtas, magia y simbolismo religioso se agolpan delante del viajero para dejarle una huella imborrable.
Y ya que estamos en Muxía, acérquense a disfrutar de la hospitalidad de su gente y, de paso, degustar algunos de los mejores percebes que habrán probado en su vida. Y mientras los disfrutan, viendo como el sol se transforma en sangre a medida que se pone en el Océano, podrán rememorar todas las paradas de este camino que hemos hecho, todas ellas llenas de experiencias extrañas o historias desconcertantes. Porque, como han podido comprobar, hay otras vacaciones posibles, otras realidades junto a la nuestra, y algunas están llenas de magia. Y En Galicia, de eso nos sobra.
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