Las oficinas eclesiásticas fueron una gran fuente de falsificaciones durante la Edad Media. La pretensión de los papas de justificar su poder terrenal alumbró la más famosa de ellas, la donación de Constantino. Pero hubo otras, salidas al calor de las continuas luchas de poder en el interior del reino franco y el posterior imperio Carolingio, que también afectaron a la jerarquía de la Iglesia.
En el mismo período se redactó la llamada, Colección pseudoisidoriana, una serie de cartas de los primeros papas, decretales (cartas con disposiciones jurídicas), capitulares francos (leyes y ordenanzas) y deliberaciones conciliares. Estos textos, inventados por completo o en parte, pretendían fundamentar la supremacía del papado. El nombre se debe a un tal Isidoro Mercator, mencionado en el inicio de la obra. Esta se completó entre los años 847 y 852, seguramente en Francia, y tendría enorme importancia para la formación del derecho canónico. Como ocurrió con la Donación, sólo con el Humanismo se puso en duda su autenticidad.
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