jueves, 21 de abril de 2016

Reir.....

La Virgen Fea

Hace muchos años, un sacerdote fue destinado a un pequeño pueblo perdido entre las montañas. Su primer trabajo consistió en arreglar la iglesia, pues tenía el tejado agrietado y entraba agua en su interior. Él quería dejar la iglesia tan hermosa que puso cuidado en pintar y adecentar todo. Y claro, había una imagen de la Virgen, ¡tan fea! que quería quitarla a toda costa. Sin embargo, la gente del pueblo no quería que la retiraran.
El sacerdote planeó entonces adquirir una imagen bonita y ubicarla en el altar principal, desplazando a la Virgen Fea hacia un rincón secundario o, mejor todavía, escondiéndola en un trastero, pero en cuanto la gente supo de sus intenciones, se lo impidió.
Pasaron algunos años. La iglesia había quedado hermosa y resplandecía en la colina. Pero mientras más aumentaba la belleza de la iglesia, más resaltaba la fealdad de la imagen sobre el altar.
El sacerdote, espantado por una Virgen tan fea, seguía pensando cómo conseguir apartarla de su vista.
En agosto llegó el momento de celebrar la procesión de la Virgen y el sacerdote propuso llevar la imagen hacia unas casas nuevas para bendecirlas, y como quedaban muy apartadas, sugirió montarla en un camión.
La procesión empezó. Todo iba como de costumbre y la gente del pueblo iba feliz, cantando y rezando. A cierta altura, tal como se había previsto, el viejo camión se dirigió hacia el barrio nuevo. Faltaba pavimento en esa zona, y los caminos de tierra estaban tan descuidados que el camión avanzaba con dificultad.
De pronto, el camión derrapó y cayó en una zanja profunda. La violenta caída rompió la imagen de la Virgen en mil pedazos. La multitud gritó a una sola voz.
Pero no era solamente por la destrucción de la Virgen Fea: destruida la gruesa cáscara de arcilla, apareció una rutilante imagen de plata, con un rostro tan bello e inocente que a todos deslumbró.

El sacerdote y los fieles comprendieron que la imagen de la Virgen Fea seguramente se había hecho para tapar la hermosa imagen original e impedir que los ladrones se la llevaran. Y el sacerdote pensó: ¡qué equivocado estaba rechazando a la Virgen fea, sin darme cuenta de que la belleza está en el interior…!

miércoles, 20 de abril de 2016

Deseas.....

¿DÓNDE ESTÁ JESÚS? (Evangelio de la Biblia infantil)

¡La pequeña ciudad de Nazaret bullía de emoción! Se estaban preparando para una visita al templo de Dios en Jerusalén.
Los padres estaban atareados haciendo los paquetes y preparando la comida. Y los niños andaban por todas partes.
Jesús iba por primera vez. Tenía doce años.
Cuando llegaron allí, la ciudad estaba muy concurrida. Sus estrechas calles aparecían llenas de gente que se dirigían al templo de Dios.
Alrededor del templo había una muralla, con grandes puertas, como un castillo. Dentro había una gran plaza abierta y más murallas. José y Jesús cruzaron la plaza.
En la sombra junto a las murallas, se sentaban los maestros. Los maestros enseñaban a la gente cosas sobre Dios y les explicaban qué hacer para agradarle. Y contestaban a sus preguntas. Jesús quería pararse a oír, pero José no se detuvo.
Aquella noche, la familia celebró una comida especial. En ella se contaba la historia que explicaba cómo Dios había ayudado a su pueblo a escapar de Egipto hacía mucho, mucho tiempo.
Finalmente llegó la hora de regresar a casa. Los padres estaban atareados con los equipajes. Y los niños andaban por todas partes.
Nadie notó que Jesús había desaparecido… hasta la hora de acostarse.
¡Jesús se había perdido!
Nadie lo había visto en todo el día.
María y José apenas durmieron, estaban muy preocupados. Tan pronto como se hizo de día, volvieron a Jerusalén y buscaron a Jesús por todas partes.
Finalmente, llegaron al templo.
Y allí estaba, sano y salvo, con los maestros, escuchando y haciendo preguntas.
- ¡Jesús! –gritó María-. Hemos estado buscándote por todas partes. Estábamos muy preocupados.
Jesús los miró con sorpresa. No era un niño travieso. Nunca hacía cosas malas.
- Debíais suponer que yo estaba aquí. El templo es la casa de mi Padre –les dijo.
Luego se levantó enseguida y se fue con ellos.



domingo, 17 de abril de 2016

Todo Pasa....

El Rey Triste y el sirviente Feliz

Había una vez un rey muy triste que tenía un sirviente, que como todo
sirviente de rey triste, era muy feliz.
Todas las mañanas llegaba a traer el desayuno y despertaba al rey cantando y
tarareando alegres canciones.
Una sonrisa se dibujaba en su distendida cara y su actitud para con la vida
era siempre serena y alegre.

Un día el rey lo mandó a llamar:
* Sirviente -le dijo- ¿cuál es el secreto?
* ¿Qué secreto, Majestad?
* ¿Cuál es el secreto de tu alegría?
* No hay ningún secreto, Alteza.
* No me mientas, sirviente. He mandado a cortar cabezas por ofensas
menores que una mentira.
* No le miento, Alteza, no guardo ningún secreto.
* ¿Por qué está siempre alegre y feliz? ¿eh? ¿Por qué?
* Majestad, no tengo razones para estar triste. Su Alteza me honra
permitiéndome atenderlo. Tengo mi esposa y mis hijos viviendo en la casa que
la Corte nos ha asignado, somos vestidos y alimentados y además su Alteza me
premia de vez en cuando con algunas monedas para darnos algunos gustos,
¿cómo no estar feliz?
* Si no me dices ya mismo el secreto, te haré decapitar -dijo el rey-.
Nadie puede ser feliz por esas razones que has dado.
* Pero, Majestad, no hay secreto. Nada me gustaría más que complacerlo,
pero no hay nada que yo esté ocultando...
* Vete, ¡vete antes de que llame al verdugo!

El sirviente sonrió, hizo una reverencia y salió de la habitación. El rey
estaba como loco. No consiguió explicarse cómo el sirviente estaba feliz
viviendo de prestado, usando ropa usada y alimentándose de las sobras de los
cortesanos. Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le contó
su conversación de la mañana.
* ¿Por qué él es feliz?
* Ah, Majestad, lo que sucede es que él está fuera del círculo.
* ¿Fuera del círculo?
* Así es.
* ¿Y eso es lo que lo hace feliz?
* No Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz.
* A ver si entiendo, estar en el círculo te hace infeliz.
* Así es.
* ¿Y cómo salió?
* ¡Nunca entró!!
* ¿Qué círculo es ese?
* El círculo del 99.
* Verdaderamente, no te entiendo nada -dijo el Rey-.
* La única manera para que entendieras, sería mostrártelo en los hechos.
* ¿Cómo?
* Haciendo entrar a tu sirviente en el círculo.
* Eso, obliguémoslo a entrar!!
* No, Alteza, nadie puede obligar a nadie a entrar en el círculo.
* Entonces habrá que engañarlo.
* No hace falta, Su Majestad. Si le damos la oportunidad, él entrará solo
en el círculo.
* ¿Pero él no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?
* Si, se dará cuenta.
* Entonces no entrará.
* No lo podrá evitar.
* ¿Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en
ese ridículo círculo, y de todos modos entrará en él y no podrá salir?
* Tal cual. Majestad, ¿estás dispuesto a perder un excelente sirviente
para poder entender la estructura del círculo?
* Sí
* Bien, esta noche te pasaré a buscar. Debes tener preparada una bolsa de
cuero con 99 monedas de oro, ni una más ni una menos. ¡99!
* ¿Qué más? ¿Llevo los guardias por si acaso?
* Nada más que la bolsa de cuero. Majestad, hasta la noche.
* Hasta la noche.

Así fue. Esa noche, el sabio pasó a buscar al rey. Juntos se escurrieron
hasta los patios del palacio y se ocultaron junto a la casa del sirviente.
Allí esperaron el alba. Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el hombre sabio agarró la bolsa y le pinchó un papel que decía: "Este tesoro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no cuentes a nadie
cómo lo encontraste". Luego ató la bolsa con el papel en la puerta del
sirviente, golpeó y volvió a esconderse. Cuando el sirviente salió, el sabio
y el rey espiaban desde atrás de unas matas lo que sucedía. El sirviente vio la bolsa, leyó el papel, agitó la bolsa y al escuchar el sonido metálico se
estremeció, apretó la bolsa contra el pecho, miró hacia todos lados de la
puerta y entró a su hogar.
El rey y el sabio se arrimaron a la ventana para ver la escena. El sirviente
ingresó presuroso a su hogar y con su brazo arrojó al piso todo lo que había
sobre la mesa dejado sólo la vela.
Se sentó y vació el contenido de la bolsa... Sus ojos no podían creer lo que
veían. ¡Era una montaña de monedas de oro! El, que nunca había tocado una de
estas monedas, tenia hoy una montaña de ellas !!
El sirviente las tocaba y amontonaba, las acariciaba y hacía brillar a la
luz de la vela. Las juntaba y desparramaba, hacía pilas de monedas. Así, jugando y jugando empezó a hacer pilas de 10 monedas. Una pila de diez, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro, cinco, seis... y mientras sumaba 10, 20,30, 40, 50, 60... hasta que formó la última pila: 9 monedas !!!
Su mirada recorrió la mesa primero, buscando una moneda más. Luego el piso y
finalmente la bolsa.
* "No puede ser", pensó. Puso la última pila al lado de las otras y
confirmó que era más baja.
* Me robaron -gritó- me robaron, malditos!!

Una vez más buscó en la mesa, en el piso, en la bolsa, en sus ropas, vació
sus bolsillos, corrió los muebles, pero no encontró lo que buscaba. Sobre la
mesa, como burlándose de él, una montañita resplandeciente le recordaba que
había 99 monedas de oro "sólo 99".
* "99 monedas. Es mucho dinero", pensó. Pero me falta una moneda.

Noventa y nueve no es un número completo -pensaba- Cien es un número
completo pero noventa y nueve, no.
El rey y su asesor miraban por la ventana. La cara del sirviente ya no era
la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos tiesos, los ojos se habían
vuelto pequeños y arrugados y la boca mostraba un horrible rictus, por el
que se asomaban los dientes. El sirviente guardó las monedas en la bolsa y
mirando para todos lados para ver si alguien de la casa lo veía, escondió la
bolsa entre la leña. Luego tomó papel y pluma y se sentó a hacer cálculos.
¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar el sirviente para comprar su moneda
número cien? Todo el tiempo hablaba solo, en voz alta. Estaba dispuesto a
trabajar duro hasta conseguirla. Después quizás no necesitara trabajar más.
Con cien monedas de oro, un hombre puede dejar de trabajar. Con cien monedas
de oro un hombre es rico. Con cien monedas se puede vivir tranquilo.
Sacó el cálculo. Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra que
recibía, en once o doce años juntaría lo necesario. "Doce años es mucho
tiempo", pensó. Quizás pudiera pedirle a su esposa que buscara trabajo en el
pueblo por un tiempo.
Y él mismo, después de todo, él terminaba su tarea en palacio a las cinco de
la tarde, podría trabajar hasta la noche y recibir alguna paga extra por
ello. Sacó las cuentas: sumando su trabajo en el pueblo y el de su esposa,
en siete años reuniría el dinero.
Era demasiado tiempo!!! Quizás pudiera llevar al pueblo lo que quedaba de
comidas todas las noches y venderlo por unas monedas. De hecho, cuanto
menos comieran, más comida habría para vender...Vender... Vender...
Estaba haciendo calor. ¿Para qué tanta ropa de invierno? ¿Para qué más de un
par de zapatos? Era un sacrificio, pero en cuatro años de sacrificios
llegaría a su moneda cien.

El rey y el sabio, volvieron al palacio. El sirviente había entrado en el
círculo del 99...
Durante los siguientes meses, el sirviente siguió sus planes tal como se le
ocurrieron aquella noche. Una mañana, el sirviente entró a la alcoba real
golpeando las puertas, refunfuñando de pocas pulgas.
* ¿Qué te pasa?- preguntó el rey de buen modo.
* Nada me pasa, nada me pasa.
* Antes, no hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo.
* Hago mi trabajo, ¿no? ¿Qué querría su Alteza, que fuera su bufón y su
juglar también?

No pasó mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente.
No era agradable tener un sirviente que estuviera siempre de mal humor...


Comentario del autor del Cuento:
Vos y yo y todos nosotros hemos sido educados en esta estúpida ideología:
Siempre nos falta algo para estar completos, y sólo completos se puede gozar
de lo que se tiene.
Por lo tanto, nos enseñaron, la felicidad deberá esperar a completar lo que
falta... Y como siempre nos falta algo, la idea retoma el comienzo y nunca
se puede gozar de la vida. Pero qué pasaría si la iluminación llegara a
nuestras vidas y nos diéramos cuenta, así, de golpe, que nuestras 99 monedas
son el cien por ciento del tesoro, que no nos falta nada, que nadie se quedó
con lo nuestro, que nada tiene de más redondo cien que noventa y nueve, que
todo es sólo una trampa, puesta frente a nosotros para que quedemos
cansados, malhumorados, infelices o resignados.
Una trampa para que todo siga igual ...
"... cuántas cosas cambiarían si pudiéramos disfrutar de nuestros tesoros
tal como están..."

sábado, 16 de abril de 2016

El Silencio de Dios

En un pueblo había una cruz muy antigua. Muchos acudían ahí para pedirle a Cristo algún milagro.
Un día un hombre quiso pedirle un favor. Lo impulsaba un sentimiento generoso.
Se arrodilló ante la cruz y dijo:
"Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu puesto. Quiero reemplazarte en la cruz."
Y se quedó fijo con la mirada puesta en la cruz, como esperando la respuesta. El Señor abrió sus labios y habló. Sus palabras cayeron de lo alto, susurrantes y amonestadoras:
"Siervo mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición".
"¿Cuál, Señor?, - preguntó con acento suplicante el hombre. ¿Es una condición difícil? Estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda, Señor,    respondió él viejo ermitaño.
Escucha: suceda lo que suceda y veas lo que veas, has de guardar silencio siempre.
El hombre contestó: "Te lo prometo, Señor" Y se efectuó el cambio. Nadie advirtió el trueque. Nadie reconoció al hombre, colgado con los clavos en la Cruz.
El Señor ocupaba el puesto del hombre. Y éste por largo tiempo cumplió el compromiso. A nadie dijo nada.
Pero un día, llegó un rico, después de haber orado, dejó allí olvidada su billetera. El hombre lo vio y calló. Tampoco dijo nada cuando un pobre, que vino dos horas después, se encontro y se llevo la billetera del rico. Ni tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante él poco después para pedirle su bendición antes de emprender un largo viaje.
Pero en ese momento volvió a entrar el rico en busca de la billetera.
Al no hallarla, pensó que el muchacho se la había apropiado.
El rico se volvió al joven y le dijo enojado:
¡Dame la billetera que me has robado!. El joven sorprendido, replicó: ¡No he robado ninguna billetera!.
¡No mientas, devuélvemela enseguida!.
Le repito que no he tomado ninguna billetera , afirmó el muchacho.
El rico arremetió, furioso contra él. Sonó entonces una voz fuerte:  ¡Detente!
El rico miró hacia arriba y vio que la imagen le hablaba. El hombre, que no pudo permanecer en silencio, gritó, defendió al joven, increpó al rico por la falsa acusación. Éste quedó anonadado y se fue.
El joven se fue también porque tenía prisa para emprender su viaje.
Cuando el lugar quedó a solas, Cristo se dirigió a su siervo y le dijo:
"Baja de la Cruz. No sirves para ocupar mi puesto. No has sabido guardar silencio".
"Señor, - dijo el hombre - , ¿Cómo iba a permitir esa injusticia?".
Se cambiaron los oficios. Jesús ocupó la Cruz de nuevo y el hombre se quedó ante la Cruz.
El Señor, siguió hablando: "Tú no sabías que al rico le convenía perder la billetera, pues llevaba en ella el precio de la virginidad de una joven mujer. El pobre, por el contrario, tenía necesidad de ese dinero e hizo bien en llevárselo pues se la habia encontrado y con eso dio de comer a sus hijos; en cuanto al muchacho que iba a ser golpeado, sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje en el cúal podría encontrar su muerte. Ahora, hace unos minutos acaba de zozobrar el barco y él ha perdido la vida. Tú no sabías nada.
Yo sí se. Por eso callo".
Y el señor nuevamente guardó silencio.
Muchas veces nos preguntamos ¿por qué razón Dios no nos contesta?.
¿Por qué razón se queda callado Dios?
Muchos de nosotros quisiéramos que Él nos respondiera lo que deseamos oír... pero, Dios no es así. Dios nos responde aun con el silencio... Debemos aprender a escucharlo. Su Divino Silencio, son palabras destinadas a convencernos de que, él sabe lo que está haciendo. En su silencio nos dice con amor:

¡CONFIA EN MÍ, QUE SÉ BIEN LO QUE DEBO HACER!

jueves, 14 de abril de 2016

El Dinero...

En defensa de la classe de religió



Si és un dret reconegut i regulat, com és que hi ha molts centres que no ofereixen la classe de Religió? Aquest és el punt de partida del documental sobre l'ensenyament de la religió que es va presentar aquest dimecres al Seminari de Barcelona: “Hem perdut l'oremus?”. No hi ha prou alumnes, som una escola laica, seria un “bitxo raro”... Són algunes de les excuses habituals que denuncia el documental que es troben els pares de les escoles públiques quan pregunten per la classe de Religió.
La producció és una defensa de la presència de la religió a l’escola. I vol ser un instrument per mobilitzar les entitats cristianes, i sobretot els pares, a favor de la classe de Religió. Per això, se’n fa una distribució gratuïta i està a disposició de qui en vulgui fer projeccions públiques per a promoure el debat.
Les traves que es posen en alguns centres públics a la classe de religió, el documental l’emmarca en una ofensiva laïcista, una actitud hostil que es generalitza a qualsevol manifestació pública del fet religiós. Com a exemple, la utilització de les famoses Festes d’Hivern per no haver de parlar d’una festa religiosa com el Nadal. El documental parla “dels qui volen imposar el laïcisme des del poder”, una frase que il·lustra amb imatges de la façana de l’Ajuntament de Barcelona.
La conclusió és que s’està substituint la sentència erròniament atribuïda a Torras i Bages de “Catalunya serà cristiana o no serà” per “Catalunya serà laica o no serà”. Una manera d’afavorir la introducció de cultures alienes i de prendre com a referent les arrels cristianes del país.    
El documental va ser presentat amb la presència dels l’arquebisbes Jaume Pujol i Joan Josep Omella. L’arquebisbe de Tarragona va defensar el dret dels pares a demanar l’assignatura per als seus fills, “no només per tenir una cultura religiosa sinó per afrontar les grans preguntes de la vida”. Per a Pujol, “el pitjor enemic que té Déu és la ignorància religiosa, perquè llavors no hi ha llibertat per escollir”.
Omella va recordar que ell també havia estat professor de Religió, però “quan hi havia menys dificultats que les que hi ha ara”. I va animar la tasca d’aquest professorat amb un consell: “Si estimes els alumnes, finalment et fan cas. Sobretot estimeu-los”.
Fins i tot en la pastisseria
En 30 minuts el documental incideix amb els principals arguments que justifiquen una assignatura de religió. Arguments que van desgranant les intervencions de l’arquebisbe Jaume Pujol, l’abat Josep Maria Soler, el monjo de Poblet Lluc Torcal, la religiosa i pedagoga Montserrat del Pozo, el teòleg Francesc Torralba, ¡ la professora de religió en un centre públic Mercè Prevosti.
En primer lloc argumenta sobre el buit que deixa la ignorància religiosa i la impossibilitat d’entendre la història i la cultura del país sense aquests coneixements. Un exemple és que fins i tot les postres tradicionals estan lligades a les festivitats religioses: el tortell de Reis, el bunyols de Quaresma, la Mona de Pasqua... “Els dies que el mossèn té feina, nosaltres també en tenim”, diu el pastisser en un del moments més rodons del documental.
L’altre argument és la complementarietat entre ciència i fe, perquè “cap llibre científic explica què hem vingut a fer al món”, tot i que també es remarca que una assignatura de religió avaluable en coneixements no s’ha de confondre amb fer proselitisme. I finalment, s’insisteix en el dret dels pares a escollir una formació dels seus fills d’acord amb les seves conviccions, un dret reconegut per diversos tractats internacionals.
El documental ha estat una iniciativa de la Federació de Cristians de Catalunya. El seu president, l’exconseller Antoni Comas, va remarcar la importància de “formar persones íntegres”. Com a exemple, va posar la figura del beat Francesc Castelló, militant de la Federació de Joves Cristians assassinat el 1936. Castelló va ser proclamat recentment patró dels químics de Brasil: “Creieu que això ho va aconseguir només estudiant Química? Doncs, no”.
També va intervenir el productor del documental Arturo Méndiz, guanyador de dos premis Goya. Va explicar que assumir aquest encàrrec va ser “un projecte especial” perquè era un món que no coneixia. Fins i tot no sabia que hi havia tants professors de religió.

Jordi Llisterri per CR

EL REY CICLOTÍMICO

Había una vez un rey muy poderoso que reinaba un país muy lejano. Era un buen rey. Pero el monarca tenía un problema: era un rey con dos personalidades.

Había días en que se levantaba exultante, eufórico, feliz. Ya desde la mañana, esos días aparecían como
maravillosos. Los jardines de su palacio le parecían más bellos. Sus sirvientes, por algún extraño fenómeno, eran amables y eficientes esas mañanas. 


En el desayuno confirmaba que se fabricaban en su reino las mejores harinas y se cosechaban los mejores frutos. Esos eran días en que el rey rebajaba los impuestos, repartía riquezas, concedía favores y legislaba por la paz y por el bienestar de los ancianos. Durante esos días, el rey accedía a todos los pedidos de sus súbditos y amigos. 


Sin embargo, había también otros días. Eran días negros. Desde la mañana se daba cuenta de que hubiera preferido dormir un rato más. Pero cuando lo notaba ya era tarde y el sueño lo había abandonado.


Por mucho esfuerzo que hacía, no podía comprender por qué sus sirvientes estaban de tan mal humor y ni siquiera lo atendían bien. El sol le molestaba aun más que las lluvias. La comida estaba tibia y el café demasiado frío. La idea de recibir gente en su despacho le aumentaba su dolor de cabeza.


Durante esos días, el rey pensaba en los compromisos contraidos en otros tiempos y se asustaba pensando en cómo cumplirlos. Esos eran los días en que el rey aumentaba los impuestos, incautaba tierras, apresaba opositores.


Temeroso del futuro y del presente, perseguido por los errores del pasado, en esos días legislaba contra su pueblo y su palabra más usada era NO. Consciente de los problemas que estos cambios de humor le ocasionaban, el rey llamó a todos los sabios, magos y asesores de su reino a una reunión.


—Señores –les dijo— todos ustedes saben acerca de mis variaciones de ánimo. Todos se han beneficiado de mis euforias y han padecido mis enojos. Pero el que más padece soy yo mismo, que cada día estoy deshaciendo lo que hice en otro tiempo, cuando veía las cosas de otra manera.


Necesito de ustedes, señores, que trabajéis juntos para conseguir el remedio, sea brebaje o conjuro que me impida ser tan absurdamente optimista como para no ver los hechos y tan ridículamente pesimista como para oprimir y dañar a los que quiero.


Los sabios aceptaron el reto y durante semanas trabajaron en el problema del rey. Sin embargo todas las alquimias, todos los hechizos y todas las hierbas no consiguieron encontrar la respuesta al asunto planteado. Entonces se presentaron ante el rey y le contaron su fracaso.


Esa noche el rey lloró.


A la mañana siguiente, un extraño visitante le pidió audiencia. Era un misterioso hombre de tez oscura y raída túnica que alguna vez había sido blanca.


—Majestad –dijo el hombre con una reverencia—, del lugar de donde vengo se habla de tus males y de tu dolor. He venido a traerte el remedio.


Y bajando la cabeza, acercó al rey una cajita de cuero. El rey, entre sorprendido y esperanzado, la abrió y buscó dentro de la caja. Lo único que había era un anillo plateado.


—Gracias –dijo el rey entusiasmado— ¿es un anillo mágico?


—Por cierto lo es –respondió el viajero—, pero su magia no actúa sólo por llevarlo en tu dedo...
Todas las mañanas, apenas te levantes, deberás leer la inscripción que tiene el anillo. Y recordar esas palabras cada vez que veas el anillo en tu dedo.


El rey tomó el anillo y leyó en voz alta:


Debes saber que ESTO también pasará.

miércoles, 13 de abril de 2016

Silencio...

El profeta

Una dona que portava un infant abraçat al seu pit digué:
   "Parla’ns dels infants".
I ell digué:
El vostres infants no són els vostres infants.
Són els fills i les filles del deler de la vida per ella mateixa.
Vénen a través de vosaltres, però no de vosaltres.
Els podeu donar el vostre amor, però no els vostres pensa­ments.
Car ells tenen els seus propis pensaments.
Vosaltres podeu formar els seus cossos, però no les seves ànimes.
Car les seves animes viuen en la casa del demà i vosaltres no les podeu visitar ni tan sols en els vostres somnis.
Podeu lluitar per ser com ells, però mai no proveu de fer-los a ells semblants a vosaltres.
Car la vida no torna mai endarrera ni pot deturar-se en l' ahir.
Vosaltres sou els arcs amb els quals els infants són llençats com sagetes vivents.
L' Arquer, Déu, veu el fitó sobre el camí de l'infinit, i us doblega amb la seva força perquè les seves sagetes vagin ràpides i lluny.
Deixeu-vos encorbar joiosament per la mà de l'Arquer. Perquè Ell, Déu, estima tant l'arc estable com la sageta que vola.