Durante décadas ha habido una auténtica pugna entre la arqueología y la biblia. Por una parte estaban los que querían que la arqueología demostrara la verdad de los relatos bíblicos y por otra los que querían que la arqueología fuera la única fuente de verdad. Como siempre, lo más razonable está en el equilibrio, manteniendo la independencia de la biblia y de la arqueología de manera que ambas se puedan enriquecer mutuamente y ayudarse a complementarse.
A través de los años muchas han sido las críticas dirigidas en contra de la Biblia para desvirtuar su fiabilidad histórica. Algunas de esas críticas están basadas en la carencia de evidencias, de fuentes externas, que confirmen lo que la Biblia afirma pues al ser la Biblia un libro principalmente sobre asuntos religiosos, muchos argumentan que no es completamente imparcial y que por lo tanto no es fiable, a menos que se tengan evidencias extrabíblicas externas verificables.
Pero desde el punto de vista de la arqueología, no es su propósito “comprobar” la veracidad de la Biblia. Más bien conviene entender que la arqueología ilustra, ilumina, o complementa el registro bíblico. A veces aun la palabra confirmar no conviene pues la arqueología nos ayuda a mejorar nuestra comprensión de la Biblia. Si bien no tenemos los escritos originales de los autores, hay miles de manuscritos antiguos que confirman que tenemos una transmisión precisa de los textos originales. La arqueología puede ayudarnos también a entender con mayor precisión los matices y usos de palabras bíblicas, como fueron usadas en su tiempo.
Además la arqueología nos ayuda a ilustrar y explicar pasajes bíblicos facilitnado la comprensión del contexto en el que se desarrollan, pues los sucesos de la Biblia ocurrieron en cierto tiempo, en una cultura específica, influenciados por una estructura social y política específica, muy diferenciada de la nuestra. La arqueología nos da perspectivas de estas áreas y permite contextualizarlas. Y suplementa y complementa, también, temas no cubiertos en la Biblia pero que pueden rozarse con los temas bíblicos (como las culturas vecinas con sus cosmogonias, mitos y representacione, arquitecturas y arte) pues gran parte de lo que sabemos de las religiones paganas y el período intertestamentario proviene de la investigación arqueológica.
Al encarar el estudio bíblico, debemos tener en mente los límites de la arqueología pues esta no se halla capacitada para darnos la prueba de la inspiración de la Biblia. Sólo puede confirmar la exactitud de los sucesos y a diferencia de otros campos científicos, la arqueología aunque no puede recrear el proceso bajo estudio de la formación bíblica, sí nos ayuda a su comprensión y contextualización. Los arqueólogos deben estudiar e interpretar la evidencia que quedó. Todas las conclusiones deben permitir la revisión y la reinterpretación basadas en nuevos descubrimientos partiendo de la base que en la forma de entender la evidencia arqueológica depende de los presupuestos y la cosmovisión del intérprete.
Viendo los resultados de los estudios arqueológicos, vemos que las grandes aportaciones de la arqueología nos permiten, por un lado ver concordancias entre los descubrimientos arqueológicos y lo que se nos describe en la biblia, y darnos cuenta de que estas concordancias son tan numerosas que de ninguna manera se puede tomar la biblia como si no fuese más que una fábula literaria sin ningún fundamento histórico, porque hay fundamento histórico; por otro lado, también ponen de relieves
contradicciones entre los descubrimientos arqueológicos y sucesos narrados en la biblia que nos muestran que la biblia no es un manual de historia – los géneros literarios lo corroboran – y que hay narraciones que no son una descripción exacta de cómo han sidolos hechos ni de cómo han sucedido verdaderamente.
Ignacio Padró
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