En el pequeño pueblo de Ejersa Goro, en Etiopía, nació en 1892 Tafari Makonnen. Hijo de un importante consejero del emperador Menelik III, desde bien pequeño su inteligencia impresionó al Emperador, quien le facilitó la carrera política. Como su padre, pronto ocupó el cargo de Ras —jefe— y pasó a ser conocido como Ras Tafari. Cuando en 1930 murió la hija de Menelik III, la emperatriz Zauditu, Ras Tafari fue coronado emperador bajo el nombre de Haile Selassie I. No era fácil conseguir el derecho al trono. Para poder acceder a ser emperador de Etiopía era necesario comprobar que existía un linaje directo, unas doscientas veinticinco generaciones atrás, con el rey Salomón y la reina de Saba.
Cerca de 13000 kilómetros separan Adís Abeba, la capital de Etiopía, de Kingston (Jamaica). Sin embargo, la coronación de Haile Selassie acercó los dos países cuando algunos jamaicanos creyeron que el nuevo emperador de Etiopía era el Mesías —Rey de Reyes, Señor de Señores— al que alude el último libro de la Biblia, donde se anuncia la segunda venida de Cristo a la Tierra. La profecía de Marcus Garvey —«Mirad a África, allí un rey negro será coronado, y él será el Redentor»— se había cumplido.
No está claro si el «rey negro» al que se refería Marcus Garvey —activista por los derechos de la población de ascendencia africana— era una persona real; es posible que fuera un símbolo. Pero cuando en 1930 las noticias de la coronación de Haile Selassie llegaron a Jamaica, a muchos el vínculo les pareció obvio. Ras Tafari era el Redentor, por lo que el día de la liberación era inminente. Eso significaba que debían prepararse para el éxodo a África. Para ello, fundaron un asentamiento rastafari, llamado Pinnacle, en una gran extensión de tierra entre montañas, desde Sligoville Road hasta el río Cobre.
La historia de Pinnacle comienza cuando Leonard Percival Howell (1898-1981) compra el terreno. Howell era el hijo de un granjero próspero, dueño de sus propias tierras. De adolescente, había viajado por América e incluso Europa, experiencias que le expusieron al panafricanismo y al marxismo. Cuando regresó a Jamaica en 1932, comenzó a celebrar unas reuniones públicas a las que asistían cada vez más personas. Entonces, la policía identificó al tipo de personas que se reunían con Howell como gente pobre e ignorante, sin trabajo. Howell fue puesto bajo vigilancia policial, arrestado en numerosas ocasiones y sentenciado a trabajos forzados. Para las autoridades, el mayor problema fue que su comunidad se financiase con el cultivo de marihuana, ilegal en Gran Bretaña y sus colonias desde hacía una década.
Pinnacle, que originalmente se había pensado como asentamiento temporal para aquellos que esperaban marcharse a Etiopía, pronto se convirtió en el hogar de cientos, miles de jamaicanos. Era el lugar donde los miembros de las clases bajas, descendientes de esclavos víctimas de una discriminación sistémica, podían acudir.
Tras la abolición de la esclavitud en el Imperio británico en 1834, muchos exesclavos fundaron asentamientos independientes fuera del control de los terratenientes, las actuales aldeas o pueblos. Pero los jamaicanos continuaban viviendo en la pobreza extrema y se veían obligados a depender de los terratenientes ricos para poder mantenerse. Poseer tierra era el verdadero indicador de libertad, pero en la década de 1930 los terratenientes no estaban dispuestos a venderla, ni la mayoría podían comprarla, así que pocos habían alcanzado ese sueño. Un siglo después de la emancipación, las condiciones precarias en que la mayoría vivía motivaron levantamientos en toda la isla que supusieron un alejamiento gradual del Imperio y un acercamiento a la independencia, conseguida en 1962.
En el refugio que fue Pinnacle las familias trabajaban la tierra, hacían carbón, criaban ganado… todo para su propia subsistencia o para vender sus productos en el mercado de Spanish Town, la ciudad más cercana —y anterior capital de Jamaica—. Lo más rentable de todo, la marihuana, pronto les permitió convertirse en una comunidad económicamente independiente. En torno a 1950, Howell ya se había convertido en el mayor dueño de una plantación de marihuana de la historia moderna de Jamaica.
Entonces, entre 1950 y 1960, se produjo en toda Jamaica una migración generalizada de las zonas rurales a las zonas urbanas, y el movimiento rastafari se trasladó a la capital. Fue entonces cuando un joven Bob Marley se mudó con su madre desde la aldea de Nine Mile, en la parroquia de St. Ann, a Kingston. Back-O-Wall, la comunidad de Kingston a la que Marley era asiduo, fue uno de los centros de pensamiento rasta de los años 50 y principios de los 60. Fue derribado a mediados de los 60, reemplazado por viviendas para gente pobre, renombrado Tivoli Gardens por el Jamaica Labour Party y administrado por los capos de la droga afines a ese partido.
El 21 de abril de 1966, Haile Selassie visitó Jamaica. En esta fecha, Garvey ya había muerto. Habían pasado treinta y seis años de su coronación, pero el entusiasmo rasta no se vio afectado en lo más mínimo. Ahora había una nueva generación de rastas, muchos de los cuales todavía albergaban la esperanza de un éxodo africano.
Ese día llegaron desde lugares cercanos y lejanos, en coche, en camión, en autobús, en bicicleta, a pie. Jamás se ha reunido una multitud tan grande en torno al Aeropuerto Internacional Norman Manley. Se escucharon cantos y ritmos de tambor casi sin parar, mientras el olor a marihuana flotaba en el aire. Entre la multitud eufórica que se reunió para honrar a su redentor estaba Rita Marley, que acababa de formar su banda, The Wailers.
Durante los días que pasó en Jamaica, Haile Selassie se debió de sentir abrumado por la entusiasta recepción. Pero no hizo nada para disipar los pensamientos sobre su estatus divino. Al contrario, en los años que siguieron, Selassie se mostró agradecido y correspondió invitando a recepciones de Estado a líderes rastas, figuras que estaban denostadas.
Lo que hizo Selassie en el ámbito político, Marley lo hizo en el ámbito cultural, y así comenzó a conocerse la religión rastafari por todo el mundo. Para los rastas, el Rey de los Reyes, la marihuana, Bob Marley, el reggae y la Biblia representan el bien. El mal, el diablo, la discriminación, la explotación y todas las formas de maldad humana se resumen en la palabra Babilonia, la ciudad bíblica que para ellos encarna el pecado. Pero no existe un liderazgo formal ni organización alguna en el rastafarismo, lo que da lugar a diversas interpretaciones. Para algunos, ser rasta es un modo de vida. Para otros, algunos pasajes de la Biblia son la ley. Por ejemplo, no comen cerdo porque este animal está prohibido en el Deuteronomio: «Y el cerdo, porque tiene la pezuña hendida, mas no rumia, os será inmundo. De la carne de estos no comeréis, ni tocaréis sus cuerpos muertos» (14, 8); no beben alcohol como se especifica en el Levítico: «Tú, y tus hijos contigo, no beberéis vino ni sidra cuando entréis en el tabernáculo de reunión, para que no muráis; estatuto perpetuo será para vuestras generaciones» (10, 9); fuman marihuana como recomienda el Apocalipsis: «En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones» (22, 2); y según Números (6, 5), no pueden afeitarse la cabeza y deben llevar rastas: «Todo el tiempo del voto de su nazareato no pasará navaja sobre su cabeza; hasta que sean cumplidos los días de su apartamiento a Jehová, será santo; dejará crecer su cabello».
El rey dios, sin embargo, fue destituido tras un golpe de Estado. Enfermó en la cárcel y murió en 1975. Pero muchos de sus seguidores no creyeron que Selassie fuera mortal. Eso eran «mentiras de Babilonia» ideadas para quitar fuerza al movimiento rastafari. Otros trataron de buscar una explicación: Jah —Dios— había ocupado temporalmente el cuerpo de Haile Selassie. De ahí derivó una tercera explicación, también con raíces cristianas, a la que más se adhieren los rastas en la actualidad: el concepto «yo y yo» —I and I—. Haile Selassie desapareció, se evaporó, pero su espíritu está en todos nosotros y no se puede extinguir. Fumemos marihuana.
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