Llevamos mucho tiempo detrás del que podría ser el mayor descubrimiento arqueológico de la historia: la cámara donde fue enterrada la Reina Nefertiti. Por el camino se han revelado objetos ocultos y secretos inesperados, incluso contamos con espectaculares imágenes de los hallazgos. Ahora podríamos estar más cerca que nunca de los restos preciados de la reina.
Todo comenzó cuando un grupo de investigadores liderados por Mamdouh Eldamaty, el ex ministro egipcio de antigüedades, examinó la tumba del rey Tutankamón de 3.300 años de antigüedad con un radar de penetración en el suelo.
Allí descubrieron un espacio previamente desconocido cerca del entierro del Rey, un área descubierta que mide aproximadamente 2 metros de alto y 10 metros de largo.
La idea no es nueva. La teoría del entierro de Nefertiti muy cerca de Tutankamón vio la luz por primera vez en 2015, cuando un egiptólogo británico dijo que podría haber cámaras secretas detrás de la tumba del rey. Dicha teoría fue respaldada por una investigación inicial ese mismo año.
Sin embargo, tres años después, un equipo diferente encontró evidencias que refutaban la teoría. Utilizando el radar, el equipo pasó tres años explorando el área alrededor de la tumba del faraón y concluyeron que no había nada.
Hasta ahora.
El miércoles, Nature informaba de los detalles del nuevo e inédito estudio de Eldamaty y su equipo, el cual mostraba más evidencias de un recinto secreto que podría contener los restos de Nefertiti. El equipo presentó su investigación al Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto a principios de este mes de febrero. Según ha explicado Ray Johnson, un egiptólogo de la Universidad de Chicago:
El hallazgo innovador es tremendamente emocionante. Claramente, hay algo al otro lado de la pared norte de la cámara funeraria.
Como suele ocurrir en estos casos, tras la noticia ya han surgido voces de expertos que ponen en duda el hallazgo. Uno de ellos es Zahi Hawass, un ex ministro de antigüedades egipcio, quien ha comentado a Nature que “la tecnología que utilizó el equipo de Eldamaty no es confiable”.
Sea como fuere, la simple posibilidad de estar más cerca que nunca de la ubicación de la tumba de Nefertiti es excitante. Como sugiere Nicholas Reeves, el científico británico que propuso por primera vez que la reina fue enterrada cerca de la tumba de Tutankamón, “si se descubrieran sus restos, sería un gran avance científico. Si Nefertiti fue enterrada como un faraón, podría ser el mayor descubrimiento arqueológico de la historia”. [Nature via Business Insider]
El 20 de febrero es el Día Mundial de la Justicia Social. Fue propuesto por la Asamblea General de las Naciones Unidas a finales de 2007 aunque su observancia data de 2009. En cualquier caso coincide con la Gran Recesión iniciada en 2008, cuyos lesivos efectos económicos y laborales, sociales y políticos perduran. Este undécimo aniversario es una buena ocasión para volver a preguntarnos en qué puede consistir la justicia social. O más bien su reverso: la injusticia.
Quiero responder inicialmente a esta cuestión con los tres principios que, según el filósofo ilustrado Immanuel Kant, deben definirnos como ciudadanos, a saber: libertad, igualdad e independencia o autonomía. Estas tres condiciones no pueden verse disociadas porque se necesitan y complementan mutuamente. Estamos ante el anticipo del concepto de Egalibertéacuñado por Étienne Balibar.
La elusiva igualdad de oportunidades
Sin igualdad no puede haber libertad. Y esto exige a su vez ser autónomo en términos económicos. Porque nadie cuya subsistencia dependa de otro podrá ejercer su libertad y disfrutar de la igualdad. En términos kantianos, la justicia social consiste en que nuestra capacitación y nuestro esfuerzo, las aptitudes que perfilamos mediante nuestras actitudes, sólo precisen de la suerte para promocionarnos.
Es decir: si los talentos y el talante, conjugados únicamente con el azar de una u otra coyuntura, no sirven por sí solos para permitir ascender –o descender– en la escala social, no podrá decirse que exista una mínima justicia social. Esta no quiere decir que todos debamos tener exactamente lo mismo. Ni tampoco que debamos obtenerlo en función de nuestras necesidades o cosas parecidas. Determina que hemos de tener las mismas oportunidades, sin que nuestras metas queden condicionadas, para bien o para mal, por nuestros orígenes y nuestro punto de partida.
Moral del esfuerzo y del éxito
Cuando nuestra cuna, etnia, género, diversidad funcional o cualquier otra circunstancia de partida, totalmente ajena a nuestra voluntad, sella nuestro destino para bien o para mal, esto significa que la justicia social brilla por su ausencia. No deberíamos considerar la pobreza como un estigma, ni la riqueza como algo envidiable de suyo, porque a veces esto último dista mucho de ser algo merecido, al no haberse ganado a pulso. Menospreciamos la moral del esfuerzo y sobredimensionamos la del éxito. Menoscabamos lo que depende de nosotros, y de lo que por consiguiente somos responsables, en aras de aquello que nos viene dado sin más.
Todavía se aclaman los fundamentos del Estado de derecho, pero al mismo tiempo se desmantelan las bases del Estado de bienestar. Esto es un craso error. Porque se trata de las dos caras de una misma moneda, como la libertad y la igualdad. Al finiquitar el Estado de bienestar es más fácil que se conciten los populismosde ambos signos. También se abona el terreno para la demagogia y los caudillajes. Los años treinta del siglo XX nos recuerdan cómo suelen terminar ese tipo de procesos, bien analizados por Ernst Cassirer.
Mientras que la Gran Depresión de 1929 genera nuevos contratos sociales e intenta poner coto a la improductiva especulación financiera, mediante la regulación bursátil y un reparto proporcional en el pago de impuestos, la crisis de 2008 ha buscado soluciones completamente opuestas. Basta recordar las tablas impositivas que tuvieron los norteamericanos durante décadas tras el desastre de Wall Street en 1929. Y comparar ese dato con la tendencia actual de imposibilitar o procrastinar cualquier gravamen tributario a las grandes corporaciones, al tiempo que se devalúan las condiciones de los contratos laborales y se incrementa la precariedad laboral.
Buscar el beneficio propio, sin daños colaterales
A juicio de Kant, la caridad y la beneficencia no dejan de ser una impostura, porque no debería ser necesario ejercerlas. La necesidad de hacerlo proviene de alguna injusticia social cometida previamente, al acaparar los recursos disponibles en unas pocas manos y privar de los mismos a la inmensa mayoría.
Tal como plantea Rousseau, también para Kant la política y la ética deben coincidir en restringir el perjuicio que podamos causar a los demás. Las reglas de juego del ámbito político no deben pretender procurarnos la felicidad. Han de establecer las condiciones en que podamos buscarla causando el menor daño a los demás al perseguir nuestro provecho y beneficio.
Javier Muguerza y su imperativo de la disidencia
Como advierte Javier Muguerza, siempre nos cabe decir que no, y negarnos a secundar las injusticias, aunque no podamos instaurar aquello que consideramos justo salvo dando ese rodeo. De ahí su célebre imperativo de la disidencia, con el que quiso actualizar la formulación kantiana de no instrumentalizar al ser humano en general.
“Mientras quede tanto por hacer con ideales como la paz, la justicia o la democracia –escribió el recientemente desaparecido Javier Muguerza-, no creo que nos hallemos en situación de jubilar al pensamiento utópico. Por lo que a mí concierne, declararía mi preferencia por la ‘vía negativa’ consistente en luchar por ideales como la paz, la justicia o la democracia ‘jugando a la contra’, es decir, oponiéndonos a las guerras, tratando de erradicar las injusticias y rebelándonos contra las tiranías”.
Quizá el mejor modo de contribuir a instaurar y mantener la justicia social sea en efecto luchar contra las injusticias sociales desde todos los frentes y a cada paso que damos, como sugiere Muguerza. La ventaja adicional es que, aun cuando debiera tratarse de una tarea primordial para las instituciones políticas, siempre podemos intentar atenernos contra viento y marea a ese criterio en nuestras pautas procedimentales, a nuestra cuenta y riesgo, contracorriente. Al margen de lo que piensen o hagan los demás.
Pues siempre nos cabe disentir de lo que consideremos inicuo. Por muy hegemónica que sea la rapacidad propia del robotizado homo oeconomicus de corte ultra-neoliberal, cuya miopía cortoplacista le impide apreciar que a todos nos trae más cuenta evitar situaciones radicalmente injustas en el seno de cualquier sociedad. Parece obvio que nadie puede ganar a largo plazo con las reglas de juego del más exacerbado darwinismo social de sesgo economicista. Porque la baraja termina rompiéndose y los tahúres acaban tan mal como aquellos a quienes han timado.
en esta época en la que se suceden a una velocidad portentosa los hallazgos científicos y tecnológicos casi nunca lo es durante mucho tiempo. Hoy Julio Verne tendría difícil imaginar algo que aún no hubiera sucedido o estuviera a punto de ocurrir. Un día sabemos que se han inventado los biobots, una mezcla de ser vivo y máquina hecha con células de rana, que en el futuro podrían detectar tumores malignos, limpiar arterias obstruidas, administrar fármacos desde dentro del cuerpo y directamente al órgano afectado o llevar a cabo microcirugías. Otra mañana nos despierta la noticia de que unos investigadores japoneses han extraído del fondo del mar y criado en sus laboratorios arqueas de Asgard, un organismo que puede explicar el origen de todas las formas de vida complejas de la Tierra, incluidos nosotros. Y la siguiente semana, el médico Joan Massagué anuncia un posible tratamiento contra la metástasis.
En el fondo, todo eso habla de lo mismo: de la búsqueda por ahora quimérica de la inmortalidad y, mientras llega, de una química que le pare los pies a la biología. En su última novela, Una vida sin fin, recién publicada en España por Anagrama, el escritor Frédéric Beigbederreflexiona con una brillantez hipnótica sobre ese asunto a partir de la historia de un célebre periodista televisivo al que su hija pregunta angustiada si todos vamos a morir y él, en consecuencia, la va a dejar sola. Su padre le responde que no, y a partir de ese momento, con la obstinación característica de quien trata de cumplir algo que le ha prometido a sus hijos, se dedica a recorrer el mundo en busca de la fórmula de la eternidad.
La historia no es real, pero sí que lo son los doctores y las técnicas de las que habla y que ofrecen un inventario de los avances más sorprendentes de la medicina: recurrir a las células madre, llevar a cabo alteraciones del metabolismo, someterse a una digitalización cerebral, inyectarse proteínas o sangre joven, usar el ADN para prever las dolencias, regenerar con glicina las mitocondrias que provocan el envejecimiento al oxidarse… Y, por supuesto, recurrir a los robots.
Es un viaje fascinante por un territorio en el que conviven la genialidad, el miedo y la locura de una raza que pelea contra su naturaleza caduca, que es como un bosque de chopos que quieren ser olivos como el que hay en Ulldecona, Tarragona, que se llama la Farga del Arión y tiene 1.704 años.
Suena a ciencia-ficción, pero un poco menos si recordamos que ya nos operan en nuestros hospitales con bisturíes microscópicos y eléctricos manejados a distancia; que ya se usan exoesqueletos a nivel sanitario e industrial, unos para hacer el milagro de que se muevan personas inválidas y los otros para que los operarios de una fábrica puedan cargar pesos inverosímiles, como sucede en la planta de automóviles de Ford en Almussafes, Valencia; o que algunas clínicas ya ponen en la piel tatuajes y parches inteligentes dotados de un microchip que vigila el funcionamiento de nuestro organismo y lo controla como si fuera el sistema de videovigilancia de un edificio.
El futuro ya está aquí. Tal vez pronto será posible mirar a los seres que queremos y decirles lo que Frédéric Beigbeder a esos a quienes dedica su fascinante libro: “Que la muerte de todos vosotros sea suprimida”.
la revista Nature ha revelado un novedoso proyecto en el Valle de los Reyes, concretamente en la tumba de Tutankamón(KV62), que está llevando a cabo el arqueólogo Mamdouh Eldamaty –que fue ministro de Antigüedades de Egipto hasta 2016 y ahora es investigador en la Universidad Ain Shams de El Cairo– con la colaboración de la empresa estadounidense Terravision. Eldamaty y su equipo han estudiado con un GPR (radar de alta penetración en el terreno) las inmediaciones de la tumba del faraón niño. Los resultados muestran la presencia, a escasos metros al este de la cámara funeraria, de un pasadizo inédito hasta el momento, de unos dos metros de altura y al menos diez de longitud, a la misma profundidad que la cámara funeraria de Tutankamón y que corre paralelo al corredor de entrada de la tumba. Pero descubrir si este espacio forma parte de la tumba de Tutankamón o si pertenece a otra tumba vecina es complicado, aunque los investigadores creen que su orientación, perpendicular al eje principal de la KV62, sugiere que existe una conexión.
Según los resultados existe un pasadizo de unos dos metros de altura y al menos diez de longitud a la misma profundidad que la cámara funeraria de Tutankamón.
ESTUDIOS PRELIMINARES
De hecho, entre 2015 y 2016, mientras Eldamaty era ministro de Antigüedades, se llevaron a cabo en la tumba de Tutankamón dos estudios con georradar que arrojaron resultados contradictorios. El primero fue realizado por un equipo japonés y pareció confirmar la existencia de estancias ocultas. Aunque el segundo, llevado a cabo por investigadores estadounidenses, no descubrió nada relevante.
Entre 2015 y 2016 se llevaron a cabo en la tumba de Tutankamón dos estudios con georradar que arrojaron resultados contradictorios.
En 2017, bajo el sucesor de Eldamaty en el cargo, un equipo de arqueólogos de la Universidad de Turín, dirigido por Francesco Porcelli, también estudió la cámara funeraria de Tutankamón mediante el uso de un radar de gran precisión. Los resultados mostraron que no existían discontinuidades en las paredes de la cámara. Este último estudio tampoco halló evidencias de jambas o dinteles de puertas cegadas o de "reflectores planos", que podrían sugerir la existencia de muros o áreas vacías ocultas tras los frescos que decoran la habitación. Ese mismo año, la empresa Terravision también exploró los muros de la KV62 y sus resultados preliminares, sin embargo, parecieron indicar que había más por descubrir.
El hallazgo de Eldamaty, que ha informado de sus descubrimientos al Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto, parece resucitar la teoría propugnada en 2015 por el egiptólogo británico Nicholas Reevessobre la existencia en la tumba de una cámara oculta. El investigador basó su teoría en las grietas pintadas en los muros de la cámara funeraria y sugirió que el muro norte de la estancia era una pared falsa. Incluso se especuló con que la pretendida cámara oculta se tratase del lugar de enterramiento de la reina Nefertiti, esposa de Akenatón, el padre de Tutankamón. Esta hipótesis nunca ha podido ser probada y numerosos especialistas descartaron tal posibilidad.
Estos nuevos hallazgos parecen resucitar la teoría propugnada en 2015 por el arqueólogo británico Nicholas Reeves sobre la existencia en la tumba de una cámara oculta en la tumba de Tutankamón.
Pero estas nuevas revelaciones no convencen a todos los investigadores. Zahi Hawass, por ejemplo, cree que estas tecnologías sólo han proporcionado falsas expectativas: "El georradar nunca ha descubierto nada en Egipto", ha afirmado con contundencia el egiptólogo. Sin embargo, otros especialistas, como Ray Johnson del Instituto Oriental de la Universidad de Chicago, creen que las recientes evidencias son "tremendamente emocionantes. Claramente hay algo en la otra cara de la parede norte de la cámara funeraria". De hecho, Johnson no descarta que Nefertiti pueda hallarse enterrada en esa pretendida cámara secreta, aunque también sugiere que quien podría ocupar la tumba podría ser Ankesenamón, esposa de Tutankamón e hija de Akenatón y Nefertiti.
Parece ser que el misterio en torno a la tumba secreta de Nefertiti ha vuelto a resurgir. Aunque habrá que esperar para comprobar que novedades aporta esta interesante investigación
colocado en el calendariode manera de que nadie tenga excusa para dejar de comprar tras la Navidad, el día de Reyes y antes de los Carnavales y de Semana Santa, el día de San Valentin, también conocido como el Día de los Enamorados, el 14 de febrero, es una jornada en la que millones de parejas de todo el mundo se regalan flores y se escriben frases jurándose amor eterno. Sin embargo su origen no está muy claro.
FESTIVALES ROMANOS
A pesar de que es difícil conocer exactamente el origen de esta celebración –y de quién es realmente san Valentin y porqué es el patrón de los enamorados–, la historia se remonta a muchos siglos atrás, a unos tiempos ahora envueltos en la bruma del misterio. Algunos historiadores sitúan el origen de la fiesta de San Valentín en la antigua Roma, en la celebración de las lupercales, también llamadas lupercalia. Estas se celebraban ante diem XV Kalendas Martias, lo que equivalía al 15 de febrero. Supuestamente la palabra deriva de lupus (lobo) un animal que representaba al dios Fauno, que tomó el sobrenombre de Luperco, y de hircus, por el macho cabrío, un animal impuro. Los acólitos se reunían en una cueva sagrada y, siguiendo la tradición, el sacerdote sacrificaba una cabra y, a continuación, los niños salían a la calle para azotar a las mujeres con la piel de los animales para incentivar su fertilidad.
Algunos historiadores sitúan el origen de la fiesta de San Valentín en la antigua Roma, en la celebración de las lupercales, también llamadas lupercalia, las cuales se celebraban el 15 de febrero.
Otra teoría remonta el origen de San Valentín a una fiesta romana llamada Juno Februata, en la cual era costumbre que los jóvenes varones escogieran el nombre de su pareja durante esos días extrayendo de una caja un papel con el nombre de la muchacha en cuestión. Estas uniones sexuales temporales a veces acababan en matrimonios duraderos.
Pero el origen de la historia del personaje de Valentín se sitúa en la Roma del siglo III, cuando el cristianismo comenzaba a extenderse. En esos momentos gobernaba el emperador Claudio II el Gótico, que promulgó una ley por la cual prohibía casarse a los jóvenes para que pudieran alistarse en el ejército. Al no estar de acuerdo con dicha ley, un joven sacerdote llamado Valentín decidió desafiar la prohibición del emperador y empezó a celebrar matrimonios en secreto entre jóvenes enamorados, además de lograr que muchos se convirtieran al cristianismo y asistir a los presos antes de ser torturados y ejecutados.
Tras ser descubierto, Valentín fue arrestado y confinado en una mazmorra, donde el oficial encargado de su custodia le retó a devolverle la vista a su hija Julia que había nacido ciega. El joven sacerdote aceptó el reto y en nombre de Dios devolvió la vista a la joven, con lo cual logró que el oficial y toda su familia se convirtieran al cristianismo. A pesar del milagro, Valentín siguió preso, y el 14 de febrero del año 269 fue lapidado y decapitado. La leyenda cuenta que Valentín, enamorado de Julia, envió una nota de despedida a la muchacha en la que firmaba: "De tu Valentín", de ahí la expresión anglosajona con la que se firman las cartas de amor: "From your Valentine". Julia, agradecida, plantó un almendro que dio hermosas flores rosadas junto a la tumba de su amado, de ahí el simbolismo de este árbol para expresar el amor y la amistad duraderos.
El joven sacerdote Valentín, confinado en una mazmorra, realizó el milagro de devolver la vista a Julia, la hija de su carcelero. A pesar de ello fue condenado a muerte.
Siglos después Valentín fue elevado a los altares, y en el año 494 el papa Gelasio I declaró el 14 de febrero, el día de su martirio, como el día de San Valentin. Enterrado a las afueras de Roma, en la vía Flaminia –un lugar que sería más tarde conocido como Puerta de San Valentín–, su tumba se convirtió en lugar de peregrinaje durante la Edad Media
en enero de este año, los arqueólogos del Instituto de Antropología e Historia de México (INAH) anunciaron el descubrimiento en octubre de 2019,en el barrio de la Merced, en pleno centro de Ciudad de México, la antigua Tenochtitlán, de los restos de un temazcal, una casa de baños azteca. Se trata del edificio de este tipo más antiguo (data aproximadamente de 1320) y grande descubierto hasta la fecha.
UN BAÑO HISTÓRICO
Este temazcal en concreto es importante porque aparece representado en el Mapa de Sigüenza, un documento del siglo XVI que se conserva en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia de la capital mexicana. El mapa traza la historia de la migración azteca desde la mítica Aztlán a su nuevo destino, Tenochtitlán. Como ha explicado el arqueólogo Víctor Esperón Calleja, director del departamento de Salvamento Arqueológico del INAH y autor del descubrimiento, "los hallazgos que hemos detectado concuerdan con los mapas que se elaboraron en los siglos XVI y XVII, por ejemplo el de Sigüenza. Ahí está representado Temazcatitlan, justamente al norte del Gran Canal". Así, gracias a este hallazgo, los arqueólogos han podido ubicar el barrio de Temazcaltitán, uno de los más antiguos de la capital azteca.
El temazcal descubierto concuerda con el representado en el Mapa de Sigüenza, del siglo XVI. Ahí está representado el barrio de Temazcatitlan, justamente al norte del Gran Canal, que gracias al hallazgo ha podido ser ubicado por los arqueólogos.
UN TEMAZCAL, UNA CASA Y UNA CURTIDURÍA
El temazcal mide cinco metros de largo por tres de ancho y fue construido con bloques de tierra, fragmentos de piedra de tezontle y recubierto con estuco. En la parte central se encontró una tina de agua, posiblemente utilizada para el baño de vapor. De hecho, estos edificios tenían un acusado carácter religioso y ceremonial, y uno de sus principales usos era como lugar de preparación para el parto, tal como afirman algunos cronistas como Fernando Alvarado Tezozómoc en su Crónica mexicáyotl o Fray Bernardino de Sahagún en su Histoiria general de las cosas de Nueva España.
Estos edificios tenían un acusado carácter religioso y ceremonial, y uno de sus principales usos era como lugar de preparación para el parto, tal como afirman algunos cronistas de la época.
Cerca del temazcal, los arqueólogos también han descubierto los restos de una curtiduría y de una casa noble indígena. Al parecer, esta última construcción sobrevivió a la conquista y estuvo habitada hasta el primer tercio del siglo XVII. "Los hallazgos nos indican que, en el siglo XVI, esta zona estaba más poblada de lo que se creía. Debido a que el área era de chinampas [una especie de balsas cubiertas con tierra sobre las que se cultivaba], se pensaba que había pocas casas, pero en esta propiedad tenemos evidencia de los pilotes de maderas y piedras que sirvieron para la cimentación de los muros de dichas viviendas", explica Esperón.