Coge aire con tu nariz durante 1, 2, 3 y hasta 4 segundos. Muy bien. Ahora, retenlo en tus pulmones mientras cuentas hasta siete. Y, a continuación, vacía tus pulmones lentamente durante 8 segundos, el doble de lo que tardaste en inspirar. Es la técnica 4-7-8 diseñada por Andrew Weil, de la Universidad de Arizona (EE. UU.), para combatir la ansiedad y conciliar rápidamente el sueño. Y no dista mucho de otras técnicas de respiración que proponen los maestros del yoga.
Claro que la pregunta clave es: ¿tienen una base científica? Parece que sí. En un estudio reciente de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford (EE. UU.), Mark Krasnow y sus colegas descubrieron un puñado de neuronas en las profundidades el tronco cerebral que conectan la respiración con determinados estados mentales. Según Krasnow, las neuronas se sitúan en un área llamada 'marcapasos respiratorio'. Que es el que marca el ritmo para que respiremos de forma regular o excitados o jadeando o suspirando o riéndonos a carcajadas o sollozando.
Lo realmente interesante del asunto es que las neuronas identificadas por Krasnow analizan en cada momento cuál el ritmo de nuestra respiración y se lo comunican de inmediato al locus cerúleo, una pequeña estructura cerebral fundamental en la respuesta al estrés. Pese a ser bastante pequeño, el locus cerúleo está hiperconectado y manda ramificaciones prácticamente a todas las partes del cerebro. Por una sencilla razón: es el director de orquesta que pauta con su batuta cuál debe ser el nivel de excitación del cerebro, ayudándonos a despertar por la mañana y a mantener nuestros niveles de alerta mínimos para estar atentos a lo que nos ocurre en el transcurso del día. En función de cómo respiremos, el locus cerúleo interpretará que es momento de calmarse, que toca estar alerta o, si la respiración es muy acelerada, que todo invita a entrar directamente en un estado de ansiedad.
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