Si por algo se caracteriza la pintura flamenca de los siglos XV y XVI es por su capacidad innovadora y de atracción. Introdujo, por ejemplo, el uso generalizado de la pintura al óleo sobre tablas y cambió la relación entre el artista y su clientela. Los pintores dejaron de trabajar sólo para la Iglesia y la alta nobleza y, a partir del siglo XIV, lo hicieron para una importante burguesía emergente afincada en las ciudades. "Este grupo social se convirtió en su principal cliente: ávido de imágenes para la devoción privada, demandaba una pintura religiosa intimista destinada a remover las consciencias", ha señalado, este miércoles Amparo López, conservadora jefe y comisaria de Una colección redescubierta, la exposición sobre tablas flamencas que acoge el museo Museo Lázaro Galdiano.
Los artistas, de este modo, empezaron a agruparse en talleres, en los que existía un importante nivel de especialización. Su labor se regulaba a través de una institución de carácter ciudadano llamada guilda (gremio), en la que para poder ser miembro debía demostrarse no sólo su pericia, sino también su condición de burgués de la villa. "Se trata de un arte producido en las ciudades. Es realmente un éxito tanto estética como comercialmente". Esta organización produjo diferencias estilísticas asociadas a los grandes maestros que trabajaban en ellas, razón por la que los comisarios han agrupado las obras según la ciudad en la que se crearon. "En cada sección hemos querido remarcar la importancia de cada escuela".
El recorrido, dividido en cuatro partes, sigue los centros de producción artística de Bolduque, Bruselas, Brujas o Amberes e incluye más de 70 obras entre las que se encuentran Meditaciones de san Juan Bautista, del Bosco; El descendimiento, de Quentin Metsys; las cinco obras del Maestro de las Medias Figuras Femeninas, del que José Lázaro Galdiano se convirtió en el "primer coleccionistas sistemático"; o el Paisaje con los peregrinos de Emaús, de Lucas Gassel, un obra que destaca por la minuciosidad en la ejecución del paisaje y por su riqueza botánica.
Durante más de tres años, los comisarios han estudiado en profundidad esta colección que logró reunir José Lázaro Galdiano y su esposa Paula Florido y que ahora se presenta hasta el 28 de enero. "El término Primitivos Flamencos se emplea aquí en sentido amplio, según el uso introducido por Max J. Friedländer. Con él se hace referencia al conjunto de pintores flamencos, desde Jan van Eyck hasta Pieter Bruegel el Viejo", ha recordado Didier Martens, comisario y profesor de la Universidad Libre de Bruselas. Todo ello ha motivado que esta investigación haya dado como fruto más de un 50% de nuevas atribuciones.
"Cuando empezamos el trabajo", ha añadido Martens, "nos dimos cuenta de que es una colección poco conocida. El Lázaro Galdiano no es un museo normal porque no cuenta con una larga tradición, con fondos desamortizados y con obras conocidas. Se podría decir que sigue el modelo americano, en el que las obras proceden del mercado de arte, lo que implica que muchas veces no se conozca su procedencia". Para esta muestra se han restaurado 10 tablas, ocho en el propio museo a cargo del estudio ROA, entre ellas La visión de Tondal -cuya autoría ha sido establecida recientemente como una obra del Taller del Bosco-, y dos en el Museo del Prado, La coronación de espinas y La Virgen en oración.
El estudio de esta muestra ha permitido conocer cómo adquiría las piezas este editor madrileño que se convirtió en su propio historiador de arte, tal y como refleja en las numerosas anotaciones que se han encontrado en los libros de su biblioteca y en la correspondencia que mantuvo con los historiadores del arte de su época. "Estudiar una colección privada es diferente a algo de lo que se conoce su procedencia", ha subrayado López. "No es tan simple hacer atribuciones".
PEDRO DEL CORRAL
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