Valencia
El Vaso de los guerreros, obra cumbre del arte íbero, sigue guardando secretos. Pero las últimas investigaciones, cuyos resultados se muestran hasta marzo en una exposición del Museo de Prehistoria de Valencia, arrojan más luz sobre el origen y significado de una obra excepcional, datada entre los siglos III y II antes de Cristo, considerada a la pintura de este antiguo pueblo del Mediterráneo lo que la Dama de Elche supone para su escultura
El friso continuo pintado sobre una gran vasija representa a seis jinetes y dos infantes armados con falcatas (la espada de hoja curva que usaban los íberos) y lanzas que persiguen a otros cuatro guerreros, los cuales parecen huir a pie sin dejar de mirar hacia atrás con gesto de entendible preocupación mientras se protegen con escudos. Los motivos pintados alrededor de los personajes, fundamentalmente hojas y flores, ilustran un escenario al aire libre.
Persiste el enigma de si trata de la reconstrucción de una cruda batalla o de un enfrentamiento meramente ritual. Los arqueólogos consideran, en todo caso, que refleja algunos de los valores, como la guerra y la violencia, de las élites de Edeta, la antigua ciudad ibérica ubicada en la actual Llíria, donde fue hallado en el año 1934.
"Las armas tenían un valor social que se pierde en otros momentos históricos. Hoy la gente no se suele hacer enterrar con un arma. En aquellos momentos sí, y también se mostraban con ellas", afirma Jaime Vives-Ferrándiz, uno de los dos comisarios de la exposición El enigma del Vaso y conservador del Museo de Prehistoria, a cuya colección pertenece la obra desde su descubrimiento en el paraje del Tossal de Sant Miquel, situado a 30 kilómetros de Valencia.
La exposición en torno al enorme vaso (tiene 43 centímetros de altura y 52 de boca), que seguramente nunca se utilizó para comer, pero es posible que sí para beber alguna sustancia no identificada en el contexto de un rito social de celebración, como un cambio de estación o la entrada en la edad adulta de un miembro de la aristocracia edetana, coincide con el 90 aniversario del museo.
La obra fue hallada en los restos de un edificio que inicialmente se consideró una construcción anodina de Edeta y ahora, explica Helena Bonet, directora del museo y también comisaria de la exposición, es visto como un inmueble excepcional. Probablemente un templo, a cuyo pozo votivo se lanzaron, antes de sellarlo, esta y otra decena de vasos con pinturas extraordinarias —algunos de cuyos fragmentos integran la exposición—, copas, platos y una figura de terracota que parece representar a un ancestro. Todos los objetos, en fin, propios de un gran banquete de celebración que quizá, imaginan en el museo, se extendió hasta el alba de la noche más larga del año.
El conjunto de imágenes que decoran las piezas, en algunas de las cuales las mujeres ocupan el papel protagonista, constituye una ventana a la vida de la aristocracia ibérica, amante de la música y el baile, preocupada por la vestimenta y por exhibir su pericia en el combate.
En el Vaso de los guerreros dos de los atacantes empuñan las espadas con la mano izquierda. "No disponemos de conclusiones claras, pero puede responder a que estemos ante una muestra de alarde y destreza en el uso de las armas". Y los jinetes montan a la amazona, en vez de a horcajadas. "Para algunos investigadores es un recurso pictórico; una forma de no cortar las piernas. Pero puede pensarse también en una exhibición de habilidad", indica Vives-Ferrándiz.
No hay pruebas de que el pintor o pintora del Vaso de los guerreros se prodigara mucho, pero la misma persona o sus discípulos crearon otros de los recipientes hallados en el pozo. Los nombres propios que figuran en algunos vasos, junto a fórmulas escritas que se asocian con las expresiones encargar o mandar hacer —la lengua íbera es intraducible—, además de otras pistas, llevan a los investigadores a deducir que se trataba de regalos.
La misteriosa destrucción de Edeta
Como los demás vasos hallados en el pozo ritual de Edeta, el de los guerreros tuvo que ser recompuesto, ya que se rompió en pedazos probablemente al ser lanzado al pozo por sus dueños durante la celebración. "La calidad artística del Vaso de los guerreros supera la de cualquier otra cerámica indígena del Mediterráneo occidental. La ejecución alfarera tiene un tamaño excepcional y apenas tres milímetros de espesor. Y como calidad artística, detalle, secuencia y plástica de la decoración no hay nada parangonable a esta pieza", afirma el conservador del museo.
También es un misterio qué sucedió con Edeta, una de las principales ciudades-estado (por definirlas así) ibéricas, cuyos dominios se extendían desde el río Mijares, en Castellón, hasta el Júcar, en Valencia. El análisis arqueológico apunta a que fue destruida, quizá por soldados romanos, a principios del siglo II antes de Cristo, puede que una o dos generaciones después de que el Vaso de los guerreros fuera creado. "Sabemos que fue un episodio violento porque las cosas se dejaron allí sin recuperar. Es decir, que no fue un abandono planificado", afirma Vives-Ferrándiz. "En otros casos vemos que la gente se ha mudado, aquí no".
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