Los pastorcillos de Fátima Francisco Marto (Aljustrel 1908-1919), Jacinta Marto (Aljustrel 1910-1920) y Lucía dos Santos (Aljustrel 1907-2005) tuvieron dos años convulsos. En 1916 vieron un ángel en tres ocasiones y al año siguiente se les apareció la virgen seis veces de mayo a octubre, una por mes. 1917 era un buen año para tales sucesos, con una reciente República portuguesa y la explosión del comunismo en Rusia con la inminente Revolución de Octubre.
El fenómeno de las apariciones fue creciendo en aquel caldo de cultivo, más aún con la temprana muerte de los niños Francisco y Jacinta, víctimas de la gripe española. Sus tres secretos revelados —aunque el último no fue publicado hasta el año 2000—, la lucha contra el comunismo, el paseo de la virgen de Fátima por Europa y la construcción de la basílica aumentaron el protagonismo de este rincón portugués. Sin embargo, hasta 50 años después de los acontecimientos ningún papa visitó Fátima. El primero fue Pablo VI (1967), al que siguieron Juan Pablo II (1982, 1991 y 2000), Benedicto XVI (2010) y ahora Francisco.
De todos ellos, Benedicto XVI fue el más reticente. Cuando aún no era pontífice, se encargó, como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de redactar el comentario teológico al tercer misterio de Fátima. En un largo y puntilloso texto, hay tirones de orejas para la pastorcilla Lucía —que moriría en 2005—, para los otros dos niños, ahora santos, y también para Juan Pablo II.
En su texto, el entonces cardenal Ratzinger nunca habla de “apariciones”, sino siempre de "visiones" y de "fenómeno". Desmenuza las diferentes categorías de visiones, de las físicas, con imágenes, a las visiones intelectuales, sin ellas. Para el que sería el futuro papa Benedicto XVI se trataba, en el caso de Fátima, de algo intermedio, de "visiones interiores", más frecuentes en niños porque tienen el espíritu sin formar, escribe.
El tercer secreto, dice Ratzinger, “no revela ningún gran misterio”. “Los diversos acontecimientos, en la medida en que son representados pertenecen ya al pasado”. Fue escrito por la tercera pastorcilla, Lucía, en 1940 ya monja y con 33 años, aunque revelado por Juan Pablo II en el año 2000 en Fátima. Advierte el teólogo que las visiones son personales, pero que las interpretaciones son de la Iglesia, y dice que Lucía está de acuerdo con la interpretación que la Iglesia ha dado a su mensaje.
A la entonces monja Lucía, hoy en proceso de beatificación, le dice que su mensaje, escrito décadas después, pudo estar influido por las imágenes vividas posteriormente, "que Lucía pudo haber visto en libros de piedad y cuyo contenido deriva de antiguas intuiciones de fe".
Puestos en su lugar las "apariciones", los dos santos pastorcillos y la beata Lucía, a Ratzinger solo le queda por referirse a su superior entonces, Juan Pablo II, que en 1981 había recibido cuatro balazos y estuvo a las puertas de la muerte. El Papa polaco atribuyó su salvación a que la virgen de Fátima desvió la bala dirigida a su corazón. El prefecto para la Congregación de la Fe estima "razonable" que, en esas circunstancias, Juan Pablo II atribuya su salvación a la virgen
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