Javier Gimeno es un castellonense de 43 años con una fe “inquebrantable” hacia la patrona de su ciudad, la virgen del Lledó. Se dedica al sector de la moda y trabaja en una tienda de ropa de la capital de la Plana. La del conocido diseñador Higinio Mateu, su esposo desde hace siete años. Hasta hace dos semanas era un ciudadano anónimo, como otros muchos, pero el supuesto veto de la cofradía de la Mare de Déu de Lledó de Castellón, a la que pertenece desde los 12 años, para formar parte de su junta directiva, y una carta enviada al papa Francisco instándole a que interceda “en este error que hay que rectificar” lo han llevado al primer plano mediático. A su pesar.
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Fuentes cercanas a la hermandad consultadas por EL PAÍS afirman que la negativa a que Gimeno integrara la junta directiva no se debe a su condición sexual, sino a su “matrimonio irregular”. No obstante, desde la entidad religiosa han evitado hacer declaraciones de forma directa al respecto. Tampoco se han pronunciado sobre la carta al Papa. Sí lo ha hecho el obispado, que asegura que la diócesis de Segorbe-Castellón se remite “a la respuesta que dé -el Pontífice-, ya que se debe en obediencia al santo Padre”. Hasta entonces, “los criterios de actuación son los mismos”, en alusión a la no admisión de Gimeno.
Durante los festejos celebrados a principios de mayo en honor de la patrona de Castellón, que se encarga de organizar la citada cofradía, se conoció el rechazo del colectivo “a mi petición para ser miembro de la junta directiva de dicha entidad”. Así empieza la misiva remitida por Javier Gimeno al Papa, con fecha 17 de mayo, y a la que ha tenido acceso EL PAÍS. “Según las informaciones, el prior de dicha cofradía, don Ignacio Pérez de Heredia, había desestimado mi solicitud en aplicación del Derecho Canónico, por ser homosexual y casado con un hombre”, añade el escrito.
Gimeno explica que cuando fue propuesto para entrar a formar parte de la junta directiva e informa de su estado civil, “a la cofradía no le supone ningún problema, pero al preguntarlo esta a la parte eclesiástica es cuando el prior pone pegas”.
Decide entonces darse de baja en la hermandad. “Me cabreé en su momento, y me sentí mal. Aunque no considero esto un acto de homofobia. Creo que van a rectificar. Si sigue todo igual después de la carta, a lo mejor te digo que sí me parece homofobia, pero por ahora lo veo como un error que hay subsanar. El 90% de la cofradía está conmigo. No entienden que me pase esto a mí, con la devoción que tengo y que me inculcó mi madre” explica. “Aquí mismo, en el despacho, tengo su imagen, mientras hablo contigo”, apostilla.
Afirma que se ha “banalizado” su fe y su “dignidad” por haberle "sometido a un escarnio público" que no merece, menospreciándose su "voluntad de ser miembro de la Real Cofradía (…)”, y pide al Pontífice su intercesión para que se reconsidere el veto y la entidad religiosa “abandone ese posicionamiento retrógrado (…) y abrace a todos sus hijos por igual”.
Muestra su respeto por la postura de la cofradía ante estos hechos, “que debe ser la de la iglesia” y su posicionamiento “es claro sobre estos asuntos”, pero la iglesia “también es misericordia”, dice antes de recordar las declaraciones del papa Francisco en un viaje a Brasil en 2013: “Si una persona gay busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”.
La diócesis de Segorbe-Castellón ha señalado que la admisión o no de los cofrades compete a la entidad religiosa “según sus estatutos”, porque es un “organismo autónomo”, aunque sobre la carta al Papa ha dicho que está “a expensas” de la respuesta que dé, “ya que se debe en obediencia al santo Padre”. Hasta entonces, la situación no va a cambiar.
Javier Gimeno confía en que su misiva de dos folios surta efecto. “Es un papa con mente abierta y creo que lo va a entender y tomará cartas en el asunto. Lo que él predica muchos sacerdotes no lo están haciendo, al menos algunos en Castellón. Reivindico que mi fervor a la virgen no tiene que ver con que esté casado por lo civil o sea homosexual”, señala. Por último, y al tiempo que pide mediación sobre su caso, insta también al Papa a hacer lo mismo con aquellas personas separadas o divorciadas que, al igual que él "también forman parte de la iglesia y que no suponen ninguna amenaza para los valores familiares”.
“No me quitarán la fe, ni porque un prior o un obispo lo diga”, se despide.
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