Una de las consecuencias del hallazgo es que termina de manera fulminante con las teorías de finales del siglo pasado que sostenían que el Corán era relativamente tardío, bastante posterior a la muerte de Mahoma, y que tal y como lo conocemos hoy, su texto no se había establecido hasta la época de los califas abasíes que gobernaron el Imperio musulmán a partir del siglo VIII. Una de los artífices de esta tesis fue la profesora danesa Patricia Crone, que murió este mes de julio, aunque sus ideas contaron con numerosos seguidores.
Pero el manuscrito de Birmingham sugiere, al contrario, que el Corán ya se había fijado en tiempos de Mahoma, o poco después, y, por tanto, confirma la tradición musulmana que históricamente ha mantenido que el texto que conocemos es el mismo que recitó el profeta en La Meca y Medina a los primeros y sufridos musulmanes.
Según la tradición musulmana, la revelación del Corán comenzó en el año 610 y duró hasta la muerte de Mahoma, veintidós años después. Al principio había musulmanes que memorizaban las palabras del profeta y poco a poco fueron escribiendo fragmentariamente las azoras en hojas de palmera, piedras y en cualquier objeto que tenían a mano, siempre por iniciativa propia y sin que el profeta se lo sugiriera. Solo después comenzaron a escribirse las revelaciones en el soporte de papiros y pergaminos, porque todavía no había papel.
La tradición dice que en el año 650 el califa Otman presintió que el mensaje de Mahoma se podría deformar y corromper, y decidió establecer su texto de forma definitiva para los musulmanes de su generación y para la posteridad. Reunió a un pequeño grupo de sabios que no solo fijó el texto, sino también su orden, y, a continuación, destruyó todas las versiones alternativas. Esta circunstancia ha permitido que algunos eruditos, como la profesora Crone, hayan defendido que seguramente el texto actual no se parece mucho a las predicaciones originales del profeta.
Aunque no solo el pergamino de Birmingham muestra que eso no es verdad. Existe otro manuscrito, también muy antiguo, que se descubrió en Yemen a finales del siglo XX, que tiene unas particularidades singulares pero que en su aspecto literal también coincide plenamente con el Corán de Otman. El documento se halló a raíz de unas intensas lluvias que hubo en Sanaa en 1965 y que afectaron gravemente a la Gran Mezquita, que fue fundada en el umbral del islam por un compañero de Mahoma. La tempestad puso al descubierto una antigua sala cerrada donde en tiempos remotos se habían guardado todo tipo de manuscritos antiguos, muchos de ellos religiosos, y muchos de ellos del Corán.
El estudio de ese depósito de libros y manuscritos hallado en Sanaa todavía no ha concluido. Algunos orientalistas no han perdido la esperanza de que pueda revelar otras sorpresas que ayuden a explicar la intrigante transmisión del Corán en los años siguientes a la muerte de Mahoma. Es una posibilidad que está ahí, como también que aparezcan manuscritos coránicos en otros lugares, como ha ocurrido recientemente en Birmingham.
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