miércoles, 28 de octubre de 2015

Carl Jung y la Religión

Contrario a Freud, quien consideraba la religión como una ilusión, Jung mantuvo que la religión es esencial para la salud mental. Sobre este aspecto expresó lo siguiente: “Entre todos los pacientes que están en la segunda mitad de vida, no hay ninguno cuyo principal problema no sea religioso”. Por un problema religioso se refiere a un problema de significado que implica el buscar una razón por la cual vivir.
Jung entendía que el rechazo del impulso religioso es la base de la neurosis de nuestro tiempo. Por esta razón, se dedicó durante varios años de su vida a escribir acerca del rol de la religión en el desarrollo humano.
Para Jung la actitud religiosa debe estar basada en el conocimiento y no en creencias, en la experiencia y no en la especulación abstracta. Es por eso que considera que aquella religión que se basa en dogmas y artículos de fe es una que estanca y no le facilita a sus seguidores el verdadero desarrollo espiritual. Cada persona tiene que relacionarse a lo sagrado de manera auténtica y única ya que no existen fórmulas preconcebidas que dicten el camino que nos lleva a conectar con lo numinoso. Es por esto que expresa: “Yo no puedo creer en lo que no conozco y no necesito creer en lo que conozco”.
Jung concibe la psique como esencialmente “religiosa”. Para Jung la religión es una observación cuidadosa de ciertos factores dinámicos que son concebidos como “poderes”: espíritus, demonios, leyes, ideas, entre otros. La actitud religiosa nos ayuda a experimentar la dimensión de lo “numinoso”; aquello que es independiente de la voluntad del individuo y tiene una fuerza de atracción significativa. Se utiliza para describir a las personas, cosas y situaciones que tienen una resonancia emotiva profunda.
Es importante señalar que cuando Jung habla de Dios se está refiriendo a la imagen arquetipal de Dios y no a un ente con una realidad ontológica. Jung expresa que: “Es solamente a través de la psique que podemos establecer que Dios actúa en nosotros, pero no podemos distinguir si estas acciones emanan de Dios o del inconsciente. No podemos decir si Dios o el inconsciente son dos entidades diferentes. La imagen de Dios no coincide con el inconsciente como tal pero sí con el arquetipo del Self”.
Jung distinguió tres aspectos de la imagen de Dios. La primera es la imagen de Dios como está descrita en el Viejo Testamento. Se caracteriza por contener los opuestos sin experimentar contradicción porque no tiene conciencia. El segundo aspecto de la imagen de Dios está descrito en la Teología Cristiana. Aquí la imagen de Dios ha experimentado una transformación a causa de su encarnación. Esta imagen es exclusivamente buena y no hay sombra en ella. El tercer aspecto de la imagen de Dios para Jung es, la imagen de Dios como es experimentada psicológicamente por el hombre moderno.
Jung entiende que como psicólogo el no puede hacer ningún tipo de declaración en torno a la realidad ontológica de Dios, pero si puede estudiar las manifestaciones de la imagen de Dios en la psique humana. En este sentido consideró que Dios es un arquetipo y que por lo tanto se expresa por medio de símbolos.
La evolución de la psique humana implica transformaciones en la imagen de Dios. Jung entiende que la Biblia nos provee una revelación de esas transformaciones de la imagen de Dios en la psique humana del pueblo hebreo. En su libro Respuesta a Job analiza y explica como Dios y la criatura humana se afectan mutuamente, la transformación de la criatura humana implica una transformación de Dios y viceversa.
La tesis de Respuesta A Job es la siguiente: “Cualquiera que conoce a Dios, lo afecta, lo transforma”. Esto es asi porque para Jung la única manera de relacionarnos con Dios es conociendo las imágenes y símbolos del inconsciente. Esto implica hacernos consciente de material psíquico que hemos heredado de nuestros antepasados, incluyendo la imagen de Dios. La conciencia humana cambia la naturaleza de la imagen de Dios. Para Jung, Dios necesita a la humanidad para ser completamente consciente y especialmente estar consciente de sus opuestos. La conciencia humana trasciende su origen divino (el inconsciente) en su habilidad para diferenciar los opuestos y en su capacidad de sufrir conscientemente su conflicto.
En su interpretación del Libro de Job, Jung expone que Dios sufrió un fracaso moral en su encuentro con Job. Dios reconoció que Job poseía una capacidad que El no tenía: consciencia de sus opuestos. Esto requirió que Dios se encarnará en un hombre con el propósito de adquirir consciencia de sus opuestos y remediar la injusticia que se cometió con Job. Sin embargo, la encarnación de Dios en Cristo es incompleta porque deja afuera el lado obscuro de Dios.
Jung argumenta que para qe la imagen de Dios sea una completa, debe contener tanto el lado luminoso como el lado obscuro. Dios, además de contener todo lo bueno, contiene todo lo malo. Es en ese sentido que Jung señala que el origen del mal y del sufrimiento lo encontramos en Dios. Cuando le preguntaron en una ocasión sobre Dios contestó: “Dios es el nombre con el que designo todas las cosas que cruzan mi camino violentamente y apresuradamente, todas las cosas que afectan mis puntos de vista subjetivos, planes e intenciones y cambian el curso de mi vida para bien o para mal” ( Entrevista publicada en Good Housekeeping Magazine”, 1961)
La encarnación de Dios en Cristo lleva a Jung a la idea de la continua encarnación que ocurre en la psique humana. Para Jung, la encarnación de Dios significa individuación. En el grado en que nos hacemos conscientes del centro transpersonal de la psique, el Self, y se vive tal consciencia, se puede decir que estamos encarnando la imagen de Dios. La individuación es la continua encarnación de Dios con el propósito de la transformación divina.

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