Un equipo de científicos e investigadores ha localizado un importante centro ceremonial inca en los Andes peruanos que demostraría la existencia del rito de la Capacocha, o sacrificios humanos, en la zona alta del santuario, lo que, según los expertos sería un hallazgo revolucionario.
Se trataría de uno de los principales complejos sagrados del Reino Neoinca de Vilcabamba, aunque el lugar tal vez tuviera su origen en épocas anteriores. Según el escritor y explorador Miguel Gutiérrez Garitano, que ha dirigido el proyecto junto a su hermano el fotógrafo Rafael, «tenemos documentadas dos construcciones adosadas cercanas a la cima, que son idénticas a las aparecidas en el volcán Llullaillaco y que sirvieron supuestamente para preparar a los niños antes del último ritual del sacrificio». Además, «cerca existe una plataforma de rocas donde podrían estar enterrados estos niños sacrificados. Al menos así lo creemos nosotros y creemos tener pruebas al respecto».
«Normalmente este tipo de ritual, donde se sacrificaban preferiblemente aunque no únicamente doncellas vírgenes -continúa Gutíerrez Garitaono-, se llevaba a cabo para prevenir hambrunas, o desastres naturales, en algunos festivales señalados o ante la muerte del Inca», y reconoce que «esta teoría finalmente la tendrán que demostrar los arqueólogos mediante una excavación, ya que su estudio no preveía ninguna intervención física sobre el terreno».
Las ruinas, desconocidas hasta ahora para la ciencia y localizadas mediante una investigación, incluyó el recurso a técnicas de teledetección. Los miembros de la Mars Gaming Expedition -como se denomina el grupo investigador- han localizado además otros supuestos yacimientos entre los que destaca una necrópolis inca con decenas de tumbas situadas en cuevas sobre una colina de una hectárea y a unos 3.700 metros de altitud.
Ambos descubrimientos estarían ubicados en el distrito de Vilcabamba, provincia de La Convención, departamento del Cuzco; aproximadamente a 150 km al noroeste de la ciudad.
La experta en el mundo andino Carmen Martín Rubio, que es la primera estudiosa de estos temas en acceder al material e información de la expedición, cree que el «hallazgo corresponde a uno de los montes sagrados, llamados entre los incas Apus, y que en él se rendía culto al dios del agua, quien en perfecta conjunción con el dios Sol, el Inti, fertilizaba a la diosa Tierra, la Pachamama, madre de las mujeres y hombres andinos. La presencia de una plataforma en el pico de la montaña indica que, muy probablemente, en periodos de sequía se hayan hecho en ella ofrendas de niños y niñas, llamadas Capacocha, similares a las halladas en el volcán de Ampato en Arequipa y en el de Llullaillaco en Salta, o tal vez se hayan hecho para invocar la protección del Apu cuando los guerreros transitaban por los altos caminos construidos por el Tahuantinsuyo y se dirigían a lejanos territorios con el fin de anexionarlos a su poderoso Estado. El descubrimiento científico de este monte sagrado es muy importante porque, además de guardar tan profundos misterios, que sin duda deben ponerse al descubierto, las estructuras que encierra, desde su base, son solamente comparables a las encontradas en Llullaillaco».
ABC.es
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