Dichosa eres María, tú nos enseñas a perdonar y a querer
¿Por qué no pensamos en ti, María,
cuando meditamos en la fuerza de la debilidad?
Eres el prototipo de la poca cosa
convertida en magnificencia de Dios
Eres la mujer débil que puede decir: «Soy fuerte».
La esclava pobre que puede cantar: «Soy rica».
La mujer sin ciencia que puede exclamar:
«La sabiduría de Dios se manifiesta en mí».
La hermana sin dominio que puede gritar:
«Derriba al poderoso y levanta a los que no podemos».
La doncella desconocida que puede proclamar:
«Todas las generaciones me llamarán bienaventurada».
En ti está concentrada, Madre, la sustancia de la Iglesia:
eres el icono de la Iglesia.
En ti está plasmado el misterio invertido de Dios.
En ti está el símbolo de su debilidad fuerte
y de su locura sabia.
Porque tu fuerza y tu poder es el Señor.
¿Será también el Señor de mi fuerza y mi poder?
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