viernes, 3 de octubre de 2014

Monasterio de Santa Maria de Carredo

El cenobio fue fundado hacia el año 990 por Bermudo II, rey de León y de Galicia, con el objetivo principal de brindar refugio a monjes huidos de las incursiones y conquistas del caudillo musulmán Almanzor en tierras leonesas.[1] El monarca donó unos terrenos de su villa de Carracedo, al paso del río Cúa, a los monjes benedictinos para que edificaran allí un monasterio bajo la advocación de San Salvador.

Panorámica del Monasterio.

En 997 el Monasterio de San Salvador corrió la misma suerte que otros lugares de la provincia, siendo prácticamente destruido por Almanzor en el curso de la gran aceifa que tenía como objetivo devastar Santiago de Compostela. Al quedar arruinado, el monasterio no pudo acoger los restos de Bermudo II tras su muerte en 999, tal como éste había dejado dispuesto en su testamento. Pese a todo, el lugar recibió la consideración de panteón real, de hecho el primero de España. El primitivo cenobio se sumió en una penumbra de más de un siglo de duración, a caballo entre el abandono y una precaria actividad monástica. Este período, del que apenas se tienen noticias, se prolongó hasta bien entrado el siglo XII.

En 1138 la infanta-reina Sancha Raimúndez, hermana de Alfonso VII el Emperador, dispuso la restauración del Monasterio de San Salvador, haciendo venir para tal fin a los monjes del vecino Monasterio de Santa María de Valverde, en las inmediaciones de Corullón, encabezados por el abad Florencio. Al vivir en él durante largas temporadas, la infanta Sancha Raimúndez convirtió el Monasterio en Palacio Real.

Platos pertenecientes a la vajilla del Monasterio.

Objeto de sucesivos privilegios y donaciones de concesión regia, San Salvador fue prosperando, hasta convertirse en una abadía con autoridad jurisdiccional sobre una decena de monasterios benedictinos en tierras de León, Galicia, Asturias y Zamora, y con control económico sobre decenas de granjas, viñedos, molinos y otros centros de producción agropecuaria. En 1203 la comunidad abandonó los hábitos negros benedictinos y tomó los blancos de la Orden del Císter, pasando a ser, junto con todos los monasterios españoles que regentaba, una filiación de la abadía francesa de Cîteaux, primera casa madre de la orden. También, cambió de advocación, pasando a llamarse Monasterio de Santa María de Carracedo.

En el siglo XIV Carracedo entró en una crisis material y espiritual, a la que puso término en 1505 su adhesión a la Congregación Cisterciense de Castilla. Esta mudanza supuso la recuperación del verdadero espíritu monacal, perdido en los años en que el monasterio estuvo gestionado por abades comendatarios y sometido al arbitrio de nobles laicos en régimen de encomienda.

A principios del siglo XIX comenzaron unas obras de ampliación que quedaron detenidas con el estallido de la Guerra de la Independencia en 1808. Desamortizado en 1835, entró en una etapa de abandono, pillaje y ruina que no se detuvo hasta 1988, momento en que la Diputación Provincial de León, propietaria con el obispado astorgano del monasterio, emprendió la restauración y consolidación de las partes del edificio que se mantenían en pie, labor que concluyó en 1991. En 1929 fue declarado monumento histórico-artístico nacional y está catalogado en la actualidad como Bien de Interés Cultural (BIC).

Entre los principales abades a destacar de la larga historia tenemos al ya nombrado San Florencio, el abad Pedro Cristiano y san Gil Casayo. El monasterio no llegó a ser panteón Bermudo II aunque ese era el origen deseado en su fundación. Para una mejor comprensión e idea del complejo, actualmente reducido a visita turística, se puede leer la descripción que hay en la novela romantica de el señor de Bembibre de Gil y Carrasco

Nacho Padró a partir de wikipedia e Historia 16 n°232


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