miércoles, 9 de octubre de 2024

la tragedia de cassandra, la desdichada profetisa de la guerra de troya

 de todos los destinos funestos que la guerra deTroya deparó a los héroes y heroínas tanto del bando griego como del troyano, acaso ninguno se pueda comparar en su trágica y desesperante ironía al que las Parcas, las tejedoras de los negros hilos del destino, reservaron a Casandra, la princesa dotada con el amargo don de la profecía. Hija de Príamo y Hécuba, reyes de Troya, la joven princesa cautivó con su belleza al mismísimo dios Apolo, quien, con el objeto de conseguir sus favores, le concedió las capacidades proféticas que, como señor de la sede oracular de Delfos, el dios dominaba.

Sin embargo, a la hora de la verdad, la pudorosa princesa no pudo o no quiso cumplir su parte del trato, que consistía en entregar al dios su virginidad, por lo que este vengativo y rencoroso hijo de Zeus, lejos de retirarle el don que le había otorgado, le escupió en la boca.

Su don quedó entonces convertido en un regalo envenenado, en la más terrible de las maldiciones: desde ese instante los certeros vaticinios de la profetisa Casandra jamás serían creídos por nadie. Es por este motivo por lo que todas y cada una de sus premoniciones y advertencias acerca de los funestos acontecimientos que se cernían sobre su ciudad fueron desoídas una a una, para desgracia de los troyanos.

LA MALDICIÓN DE APOLO

Su larga cadena de tristes profecías se remonta a un tiempo anterior a la famosa guerra, cuando anunció que un joven forastero que acababa de llegar a la ciudad llevaría la ruina a Troya. El joven, en efecto, no era otro que el príncipe Paris, su propio hermano, que había crecido en soledad en las espesuras del monte Ida y que, como es bien sabido, acabaría raptando a la bella Helena, hecho que habría de dar pie a la terrible contienda.

Fresco of Apollo and Cassandra from the newly excavated Black Room, Pompeii

Casandra y Apolo en un fresco de la Habitación Negra de Pompeya. 

 Por esta razón la profetisa intentó a través de to dos los medios que se deshicieran del joven, pero, al ser reconocido como hijo de Príamo, Paris salvó la vida. Así, cuando, pasado el tiempo, Casandra vio que Paris volvía de una embajada a tierras griegas con Helena como amante supo que la ciudad tenía sus días contados: la mayor coalición de guerreros griegos nunca antes reunida, con AgamenónAquiles y Odiseo –el Ulises latino– a la cabeza, ya había puesto rumbo a Ilión (el otro nombre deTroya, por el que recibe su título la Ilíada) con el objeto de entrar en ella a sangre y fuego y recuperar a Helena, esposa del griego Menelao. 

LA PROFETISA DESDICHADA

Sin embargo, tras diez años de sangriento asedio por parte de los griegos y de heroica resistencia por parte de los troyanos, la ciudad aún permanecía inexpugnable (había muerto ya Aquiles), por lo que la confianza de los defensores se multiplicaba a la misma velocidad que menguaba la de los sitiadores; entonces, sólo el ingenio del héroe de las múltiples tretas, Odiseo, hizo cambiar drásticamente el rumbo de la guerra al maquinar el engaño del proverbial caballo de Troya.

Ante las puertas de la ciudad y tras levantar el cerco, los griegos dejaron un inmenso caballo de madera como ofrenda a la diosa Atenea; parecía que desistían en su empeño y retornaban a su patria. Nada más lejos de la realidad, pues en el vientre hueco del caballo un puñado de guerreros aguardaba que los incautos troyanos introdujeran la ofrenda en la ciudad para salir de sus entrañas y franquear la entrada al resto del ejército griego, que se encontraba oculto en una isla vecina. Casandra gritó en vano que se trataba de una emboscada, en vano profetizó que la ciudad sería tomada aquella misma noche; los troyanos introdujeron la máquina engañosa en el interior de sus muros y bajo las estrellas festejaron la que creían su victoria.

Terracotta Nolan neck amphora (jar) MET DT369516

Casandra y otros personajes míticos en una ánfora de Magna Grecia. Siglo V a.C. Museo Metropolitano de Arte, Nueva York.

wikimedia commons

«“¡Miserables! –gritaba Casandra, en palabras del poeta Quinto de Esmirna, autor de las Posthoméricas–. ¡Ya caminamos bajo las tinieblas, pues a nuestro alrededor la ciudad se encuentra dominada por la sangre y el fuego, y por un triste hado! ¡Por todos sitios muestran los inmortales funestos prodigios, y nos encontramos a los pies de la muerte! ¡Insensatos; no tenéis idea de vuestro maldito destino!”. Pero sus palabras encontraron la siguiente respuesta: “¡Hija de Príamo, ¿por qué te incita tu desaforada y perversa mente a vaticinar todas esas cosas vanas como el aire? No te envuelve un virginal e inocente pudor, sino que se ha adueñado de ti una rabia funesta, por eso todos los mortales te desprecian continuamente, charlatana como eres. ¡Vete de una vez y anúnciales a los griegos y a ti misma tus malditos vaticinios!”»

Se cuenta que Casandra, desesperada, trató de quemar el caballo y destrozarlo a golpes de hacha, pero los propios troyanos le quitaron el fuego y el hacha, por lo que se alejó, atormentada ante la visión de la masacre que aguardaba a su gente.

LA ESCLAVA CASANDRA

Los griegos entraron a sangre y fuego en Troya y pusieron a todos y cada uno de los troyanos frente a su terrible destino. La propia Casandra, cuya maldición –que a la postre fue la maldición de Troya entera– venía dada por haber negado su virginidad al dios perfecto, Apolo, tuvo que sufrir que un crudo y salvaje guerrero griego, Áyax Oileo (distinto al más famoso Áyax Telamonio), se la arrebatase por la fuerza, cuando ella había ido a refugiarse en el templo de Atenea y se encontraba abrazada a la estatua de la diosa. Con ello Áyax añadía a la igominia de la violación un sacrilegio por el que luego sería castigado por Atenea con un mortal naufragio en su viaje de regreso a Grecia.

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Nacida en Troya, Casandra fue consciente del trágico final que le esperaba e intentó evitarlo en vano. Ruinas de la ciudad pertencientes a un nivel del 3.000 a.C.

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Pero los males de Casandra, como los del resto de mujeres troyanas que fueron tomadas como cautivas, no acaban aquí. En el reparto del botín, la princesa troyana fue escogida por Agamenón, el comandante en jefe de la expedición griega, quien había caído víctima de una violenta pasión por ella. A partir de ahí, su destino estaba unido –y ella lo sabía y nada podía hacer– al trágico hado del rey de Micenas.

LA VISIÓN DEL DESTINO

En efecto, de regreso a Grecia, ante los muros de Micenas, la reina Clitemnestra y su amante Egisto han tramado la muerte del rey Agamenón, esposo de aquélla. Poseída por unos implacables celos, Clitemnestra también dará muerte a la nueva concubina de su marido, Casandra.

La desdichada profetisa lo ve nítidamente y así lo proclama en las memorables palabras que Esquilo plasma en su tragedia Agamenóny que reproducimos seguidamente: «¡Esta leona de dos pies [Clitemnestra] que se acuesta con un lobo [Egisto] en ausencia del altivo león [Agamenón], me va a asesinar! ¡Desgraciada de mí! ¡Como si preparara un veneno, en la vasija de su odio pondrá también lo que él debe por mí! ¡Mientras afila el cuchillo contra su marido, se jacta de que va a hacerle pagar con la muerte el haberme traído [...]. ¿Por qué he de gemir y sentir por mí compasión? Puesto que fui la primera en ver terminar cómo acabó Troya, y en ver a quien la tomó llegar a su fin por decisión de los dioses, tomaré la iniciativa y entraré en la casa, teniendo valor para morir». No deja de vislumbrarse en estas últimas palabras una especie de alivio al saber que su presencia en Micenas conlleva la violenta muerte del destructor de su patria.

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En Micenas (arriba) Cassandra fue asesinada por la celosa mujer del rey Agamenón, quien se la había llevado como esclava tras la destrucción de Troya.

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Así, poco antes de que su cadáver apareciera en escena junto al de su amo y tirano Agamenón (pues en la tragedia griega nunca se mostraban acciones con derramamiento de sangre), Casandra implora su último deseo en esta impresionante plegaria: «Ante esta mi postrera luz del sol, suplico que los enemigos rindan cuentas frente a sus asesinos, mis vengadores, también por mi muerte, la muerte de esta pobre esclava que fue fácil presa».

La tragedia de Casandra estriba en la impotencia que rodea su don divino, un don que sólo sirve para añadir dolor a su cruel destino. Marginada y desdeñada por aquellos por cuya suerte lloraba, se puede afirmar que la profetisa Casandra es la heroína que en mayor medida padeció la ruina deTroya, pues mientras que los que participaron en la guerra sufrieron el dolor y la desgracia una sola vez, a ella le tocó vivirlo por partida doble: primero al prever y proclamar sus inútiles vaticinios y luego al sufrirlos en sus propias carnes y en las de sus seres más amados.

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