lo más llamativo de esta tumba era el sarcófago del propio Djehutynakht, decorado con pinturas dignas de un gran maestro. A pesar de que la pieza sufrió algunos daños al declararse un incendio en el barco que lo traía a Boston, lo cierto es que es uno de los mejores sarcófagos pintados que se han encontrado nunca". Quien esto escribía era el arqueólogo norteamericano Dows Dunham, ayudante del famoso egiptólogo George Reisner y conservador del Museo de Bellas Artes de Boston.
Tras jubilarse, en 1956, Dunham publicó con todo lujo de detalles las excavaciones de Reisner en unos interesantes diarios, en uno de los cuales plasmaba, como vemos, su admiración por un magnífico sarcófago pintado que en 1915 descubrió la expedición de Reisner en Deir el-Bersha, un yacimiento situado entre Beni Hassan y Amarna, en el Egipto Medio. El sarcófago fue localizado en el interior de una tumba que fue bautizada por los investigadores como 10a, la morada de descanso final de un nomarca o gobernador del Reino Medio (1980-1760 a.C.) llamado Djehutynakht.
EL REDESCUBRIMIENTO DE LA TUMBA DE DJEHUTYNAKHT
Deir el-Bersha era un yacimiento bien conocido por los arqueólogos. En 1818, Charles Brine descubrió, entre las muchas tumbas excavadas en la roca que se abrían en el lugar, la de un hombre llamado Djehutyhotep. Esta tumba contenía una escena pintada, que se haría pronto famosa, en la que una colosal estatua es transportada con la ayuda de trineos por un grupo de trabajadores.
Pero la primera expedición organizada a Deir el-Bersha no tuvo lugar hasta 1891, bajo las órdenes del egiptólogo británico Percy Newberry, que excavó en el yacimiento en nombre de la Egypt Exploration Fund (un jovencísimo Howard Carter participó en la misión como dibujante). Años después, a partir de 1900, George Daresy y Ahmed Kamal excavaron también en Deir el-Bersha y exhumaron bastantes enterramientos, muchos de los cuales aún se hallaban intactos.
La primera expedición organizada a Deir el-Bersha no tuvo lugar hasta 1891, bajo las órdenes del egiptólogo británico Percy Newberry.
En 1915 llegó a Deir el-Bersha el ya por entonces famoso egiptólogo norteamericano George Reisner, descubridor, entre otras cosas, de la tumba de la reina Hetepheres, madre del faraón Keops, y de las tríadas del faraón Micerino, en Giza. Para llevar a cabo su campaña en Deir el-Bersha, Reisner contó con la ayuda de Ahmed Kamal y de H. Lyman Story, archivero del Museo de Bellas Artes de Boston.Las malas lenguas decían de Story que estaba más interesado en que le enviasen su marca favorita de tabaco desde Estados Unidos que en la arqueología. Y no solo eso. Al parecer, el hombre era un ferviente partidario del uso de la dinamita para acelerar el trabajo, aunque afortunadamente su consejo no fue escuchado.
Finalmente, Reisner empezó las excavaciones en la tumba 10a el 17 de marzo. La sepultura, que nunca había sido estudiada antes, presentaba síntomas evidentes de haber sido saqueada ya en la antigüedad y en los extremos del patio se hallaron grandes acumulaciones de escombros que Reisner pensó que podrían aportar información interesante.
UNA EXCAVACIÓN CON MUCHAS SORPRESAS
En el primer escombrero, los egiptólogos solo hallaron cuerdas, algunas cuentas de collar y maquetas funerarias de barcos y estatuillas destrozadas. Pero diez metros más adelante, pasada la entrada de la cámara funeraria, los exploradores descubrieron ataúdes desmontados, más maquetas funerarias de madera (entre las que destacaban barcos y grupos de portadores de ofrendas), restos de joyas y recipientes, y, algo más macabro: una cabeza y un torso humanos.
El equipo de Reisner pudo identificar la tumba como la del "príncipe heredero y señor de los dos tronos" Djehutynakht, nomarca de Hermópolis, que vivió durante la dinastía XI (2080-1940 a.C.), y de su esposa, que curiosamente se llamaba igual que él.
En la cámara funeraria los exploradores descubrieron ataúdes desmontados, maquetas funerarias de madera, restos de joyas y recipientes, y, algo más macabro: una cabeza y un torso humanos.
La 10a se trataba de una tumba doble, y, en efecto, había sufrido un brutal saqueo. Todo estaba revuelto y destrozado, pero el ataúd que Reisner y su equipo descubrieron en la cámara funeraria valía todos los esfuerzos. Estaba hecho de madera de cedro y su decoración interior era de una gran belleza y perfección artística: en las escenas representadas aparecía el titular de la tumba, con su bastón de mando, un amplio collar adornando su cuello y bellos brazaletes en sus brazos. Asimismo, los artistas plasmaron con sumo detalle las mesas de ofrendas y las provisiones necesarias para la vida del difunto en el más allá.
Los egiptólogos pudieron comprobar que la esposa murió antes que el marido, y al parecer los ladrones de tumbas, al acecho, habrían aprovechado el momento en que la tumba volvió a abrirse para acoger los restos del gobernador para planear el golpe. Tras un tiempo prudencial, los saqueadores retiraron la piedra que tapaba la entrada y redujeron las momias del nomarca Djehutynakht y de su esposa a pedazos para llevarse sus joyas y amuletos.
A continuación prendieron fuego a la tumba para borrar sus huellas y se marcharon precipitadamente. Los cuerpos desmembrados quedaron desparramados por la estancia, y una cabeza, tal vez la del nomarca Djehutynakht o tal vez la de su esposa, quedó colocada sobre el ataúd del gobernador, observando el terrible destrozo durante siglos. Hasta la llegada de Reisner y los suyos.
El equipo arqueológico recuperó del interior de la tumba 10a el ataúd pintado de Djehutynakht, las maquetas funerarias y otros objetos, que en 1921 fueron llevados a Boston, y aunque durante el viaje se declaró un incendio en el barco, tal como explicó en sus diarios el egiptólogo Dows Dunham, por suerte la colección apenas se vio afectada. En cuanto a los restos humanos, el torso se quedó en Egipto, pero Reisner pudo llevarse la cabeza a Estados Unidos.
¿DE QUIÉN ES LA MISTERIOSA CABEZA?
Durante muchos años, la colección de objetos de la tumba de Djehutynakht estuvo guardada en los almacenes del Museo de Bellas Artes de Boston, hasta que en 2009 la institución expuso al público los objetos, incluida la cabeza, que se convirtió en la estrella de la muestra con sus cejas pintadas y su cabello castaño que podía apreciarse a través de los pocos vendajes que quedaban en su sitio.
En ese momento aún no se había podido aclarar de quien era la cabeza, si de Djehutynakht o de su esposa, y es que como dijo Rita Freed, una de las conservadoras del museo, los antiguos excavadores "habían encontrado la cabeza en el ataúd del gobernador, pero jamás supimos con seguridad si era la cabeza de él o la de su esposa".
Hasta 2009, la colección de objetos de la tumba de Djehutynakht estuvo guardada en los almacenes del Museo de Bellas Artes de Boston.
Antes de exponer la misteriosa cabeza al público, esta había sido estudiada en el Hospital General de Massachussetts mediante tomografía computarizada, lo que reveló algo sorprendente: le faltaban los pómulos y parte de la articulación temporomandibular. Eso representó un duro golpe para los investigadores porque su presencia podría haber ofrecido algunas pistas sobre el sexo de la momia.
Pero ¿por qué le faltaban estos huesos? Algunos investigadores plantearon entonces la hipótesis de que tal vez la eliminación de los huesos podría haber formado parte de un antiguo ritual de momificación, ya que los cortes eran muy precisos. De este modo, la última opción que quedaba a los científicos era realizar un análisis de ADN. Para ello, en el hospital, el biólogo molecular Fabio Nunes logró extraer un molar con la ayuda de un endoscopio, pero no hubo manera de conseguir ninguna muestra del interior de la pieza en ese momento.
"El problema era que en 2009 no había un método exitoso para extraerle ADN a una momia de 4.000 años de antigüedad", comenta Rita Freed. ¿Cómo resolver entonces este milenario enigma? Pues para conseguirlo, el Museo de Bellas Artes de Boston recurrió a los servicios del FBI.
Tras ser informada del caso, Odile Loreille, científica forense del FBI, fue muy escéptica al respecto. "Honestamente, no esperaba que funcionara porque en aquel entonces (2009) se creía que no era posible obtener ADN de restos egipcios antiguos", declaró muy poco convencida. De hecho no sería hasta 2016 cuando Loreille y su equipo lograron obtener una muestra viable de ADN del molar de Djehutynakht que había sido extraído en 2009. El análisis de la proporción de cromosomas de la muestra dio, al fin, respuesta al misterio.
"Con una mujer tienes más lecturas en X; cuando es un hombre tienes X e Y", explicó Loreille. En este caso el programa informático dibujó bien a las claras la palabra "masculino". ¡El caso parecía resuelto por fin! Los conservadores del Museo de Bellas Artes de Boston ya sabían a ciencia cierta a quién pertenecía la esquiva cabeza. Rita Freed, la conservadora del museo, no pudo evitar su entusiasmo al conocer el resultado: "¡Ya sabemos que tenemos al mismísimo gobernador. Ahora lo que hace falta es cambiar la etiqueta en la vitrina del museo!". Como finalmente así ha sido.
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