El único monumento conmemorativo del campo de exterminio de Treblinka, el mayor en la Polonia ocupada por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial, está dedicado a Janusz Korczak (1878-1942), nacido Henryk Goldszmit, y a sus alumnos, asesinados a principios de agosto de 1942. Los alemanes mataron en Treblinka, en un bosque en Mazovia, el mayor voivodato de Polonia, a más de 900.000 judíos, en su gran mayoría polacos, entre julio de 1942 y noviembre de 1943. Cada día mataban entre 12.000 y 17.000 polacos.
Janusz Korczak es uno de los que han sido identificados. Sin embargo, más de 700.000 quedarán para siempre sin nombre. Los alemanes no los registraron como sí hicieron en otros campos y, además, asesinaron a familias enteras en Treblinka; no dejaron a nadie que testificara sobre el destino de los masacrados. Treblinka es el cementerio más grande de judíos polacos en el mundo.
Pawel Sawicki, informático, y Ewa Telezynkska-Sawicka, editora, están empeñados en una misión que saben imposible: dar nombre a los sin nombre de Treblinka. La pareja trabaja si descanso en la Fundación Pamiec Treblinki (Fundación para la Protección de la Memoria de Treblinka). Están elaborando un Libro de Nombres de las víctimas de Treblinka. Ya han identificado a 106.740 personas. No hay españoles en este registro. Es una tarea titánica que les lleva a buscar en bases de datos, documentos, y a recabar testimonios de supervivientes del Holocausto y de sus familias. Los datos proporcionados por fuentes judías son contrastados de forma minuciosa porque a veces hay varias atribuciones que se refieren a la misma víctima.
"Nadie sabe exactamente cuánta gente fue asesinada en Treblinka. Los historiadores hablan incluso de un millón, 900.000. Es difícil encontrar los nombres porque los alemanes registraron los nombres de las víctimas que enviaron desde Alemania, o de otros países de Europa occidental, como Francia o los Países Bajos, pero no de los judíos polacos. No hay muchos testimonios porque los que podrían recordar quiénes estuvieron en Treblinka también desaparecieron en Treblinka", explica Pawel Sawicki, miembro del Consejo de la Fundación. "La memoria está rota. No tenemos suficiente información. Espero que lleguemos a recopilar 150.000 nombres. Pero al menos 700.000, probablemente 800.000 quedarán para siempre en el olvido".
En su piso de Varsovia, con varios ordenadores encendidos y cientos de libros en las estanterías, Pawel Sawicki rememora cómo la primera idea que tuvieron su esposa Ewa Telezynska-Sawicka y él fue leer los nombres en las iglesias de aquellos pueblos donde hubo desaparecidos. Los nombres procedían del Museo de Historia Judía, principalmente. Pero el proyecto no salió adelante, así que decidieron hacerlo en lugares simbólicos, relacionados con la matanza de judíos polacos. Al principio lo hicieron en Varsovia. Y repitieron este acto cada 27 de enero, el día de la liberación de Auschwitz.
Para el proyecto relacionado con Treblinka fue clave el cura católico Wojciech Lemanski, que había empezado a visitar el último sábado de cada mes el campo de Treblinka. "Le propusimos leer los nombres en Treblinka y él reaccionó de forma entusiasta. Empezamos a finales de 2011 y desde entonces se mantuvo esta ceremonia. Rara vez se ha ausentado", indica Pawel Sawicki.
"A veces hay dos personas, otras diez, pero se realiza este acto de lectura de los nombres. Nos dimos cuenta de que si queríamos tener nuevos nombres teníamos que investigar, de modo que creamos la base de datos que ha ido creciendo poco a poco", añade. Ya han recabado los datos de más de 106.000 víctimas, pero calculan que no podrán superar los 150.000.
Treblinka era una fábrica de muerte, muy bien organizada... A cargo había una veintena de policías nazis, ocho miembros de la SS y un centenar de ucranianos"
PAWEL SAVICKI Y EWA TELEZYNSKA-SAVICKA
De esta manera, en 2015 la Fundación para la Preservación de la Memoria de Treblinka, creada por Pawel Spiewak, fallecido en marzo de 2023, les invitó a formar parte del proyecto. "Treblinka era una fábrica de muerte, muy bien organizada. Todo el mundo sabía qué tenía que hacer en el campo de exterminio. Los únicos judíos que sobrevivían eran los que formaban parte de los comandos. Había unos 800 prisioneros trabajando allí. A cargo había una veintena de policías nazis, ocho miembros de las SS, y un centenar de ucranianos", relata Pawel Sawicki, con apuntes de Ewa Telezynkska.
Viaje al campo de la muerte
Treblinka surgió como consecuencia de la Conferencia de Wannsee, donde bajo la dirección de Reinhard Heydrich, se adoptó la Solución Final, es decir, el exterminio de los judíos en la Alemania ocupada. La ejecución del plan se encargó a Odilo Globocnik, líder de la SS y de la policía en Lublin. La llamada Operación Reynhard, en homenaje a Heydrich, llevó a la creación de los campos de exterminio de Belzec, Sobibor y Treblinka, en la Polonia ocupada por los alemanes.
Primero se levantó Treblinka I, un campo de trabajo, en el verano de 1941. Un año después ya estaba en marcha Treblinka II, el campo de exterminio, construido por los judíos sometidos a trabajos forzados en Treblinka I. El primer tren con víctimas llegó el 23 de julio de 1942. Eran judíos del gueto de Varsovia. El 2 de agosto de 1943 tuvo lugar una sublevación que marcaría el principio del fin del campo de la muerte. Entre los insurrectos se encontraba Samuel Willenberg, quien dio testimonio hasta su fallecimiento en 2016 de los horrores que sucedieron en un paraje rodeado de bosques en Mazovia.
De Treblinka hay pocos testimonios. Samuel Willenberg ha mostrado en dibujos y esculturas lo que allí pasó. Procedentes de los guetos de toda Polonia, y unos pocos de otros países como Bulgaria o Grecia, los judíos llegaban a Treblinka con la idea de trabajar allí duramente, no de ser exterminados.
Sawicki recuerda que en aquel momento la mayor parte de Europa estaba bajo el dominio de la Alemania nazi, así los policías en Treblinka eran alemanes, pero también había austriacos. España, con Franco en el poder tras la guerra civil, era aliada de Hitler. "Si bien España no acudió al rescate de los judíos, es cierto que los judíos podían atravesar España rumbo a Portugal. Hubo figuras destacables como el embajador español en Budapest [Ángel Saz Briz, el llamado Ángel de Budapest] que ayudaron a escapar a los judíos", señala el investigador.
Las condiciones del viaje eran durísimas, porque eran transportados como ganado. Los más débiles morían en los vagones. Con la excusa de proceder a su desinfección, tenían que desnudarse nada más llegar y los trasladaban a las cámaras de gas, que para ellos eran espacios donde iban a inspeccionarlos y bañarlos. En apenas 20 minutos se realizaba todo este proceso. Hubo días en que fueron exterminadas 17.000 personas.
Gustavo Bórax procedía del gueto de Czestochowa. Según el testimonio recogido en la web de la Fundación, llegó a Treblinka en septiembre de 1942 y sobrevivió porque los alemanes buscaban peluqueros. No quería seguir viviendo porque le habían separado de su mujer y de sus hijos, pero un vecino dijo a los alemanes que él sabía cortar el pelo.
Nunca olvidaré a los niños que se aferraban a las manos de sus madres y lloraban... No había nada que pudiera hacer para ayudarlos"
GUSTAVO BÓRAX, SUPERVIVIENTE DE TREBLINKA
"Me dieron otra ropa y me llevaron con otras personas a la sala de clasificación, porque se suponía que debíamos clasificar la ropa de los que habían sido gaseados. Cada uno de nosotros recibió un número y una pulsera. Había dos tipos de brazaletes: rojo y azul. Los de brazaletes rojos conducían a las mujeres desde los carros hasta los vestuarios, y si alguna mujer no quería desnudarse voluntariamente, le arrancaban la ropa. Los que tenían brazaletes azules cortaban el pelo a las mujeres antes de morir... Nunca olvidaré a los niños que se aferraban a las manos de sus madres y lloraban. No había nada que pudiera hacer para ayudarlos. Escapé de Treblinka durante el levantamiento del 2 de agosto de 1943", evocaba Gustavo Bórax.
El Muro de los nombres
A diferencia del campo de concentración de Auschwitz, Treblinka es, sobre todo, un monumento simbólico. Hay que imaginar lo que pasó en un paraje tan bello como inquietante. Desde que fue destruido el campo hasta 1964 se impuso el silencio total sobre lo que había pasado en Treblinka. El actual director del Museo de Treblinka, Edward Kopówka, explica que el Memorial se inauguró el 10 de mayo de 1964 y desde 2018 hay un modesto museo.
Antes de la pandemia recibía unos 70.000 visitantes al año. En 2023, sin embargo, apenas fueron 23.000. Auschwitz recibe 1,5 millones. Hay visitas de colegios polacos y de israelíes, y la Fundación en la que trabajan Pawel Savicki y su esposa Ewa ha creado una audioguía en cuatro idiomas (polaco, hebreo, alemán e inglés). Treblinka es un lugar visitado por escolares, principalmente. Pocos dirigentes internacionales se han acercado al mayor cementerio de judíos polacos de Europa.
El plan es levantar un museo en Treblinka, donde se levante un Muro de la Memoria con 120.000 nombres de víctimas. Los nombres provienen del Libro de Nombres que elaboran los Sawicki.
Está previsto que la instalación, de unos 500 metros cuadrados, se inaugure el 12 de agosto de 2026, en el 83 aniversario del levantamiento. El presupuesto asciende a 47 millones de zlotyis (unos 12 millones de euros) y se hacen cargo el Ministerio de Cultura y el gobierno regional de Mazovia. El director nos confirma que el gobierno alemán no ha aportado ni un euro, aunque sí lo han hecho asociaciones privadas alemanas.
"Con este museo queremos despertar a Varsovia", confiesa Edward Kopówka. Sería un nuevo comienzo. El objetivo sería que también Berlín tomara conciencia del horror de Treblinka y colaborara para que reconstruir la memoria de los judíos polacos masacrados. La Unión Europea tampoco debería mirar hacia otro lado. Quienes, como Janusz Korczak, fueron asesinados en Treblinka merecen que honremos su memoria. Y sus nombres son una vía de combatir el olvido.
Pavel Sawicki explica cómo, según la tradición judía, hay tres muertes: cuando dejamos de respirar, cuando el cuerpo desaparece y cuando ya no perdura nuestro recuerdo. "Vivimos mientras nuestro nombre se menciona. Morimos la última vez que se repite nuestro nombre. Lo que intentamos es posponer ese momento. Mantener vivos a los sacrificados en Treblinka".
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