hay un lugar en los valles del centro de México que tiene algo de la antigua Roma y del Egipto faraónico. Durante los primeros siglos de nuestra era, Teotihuacán se convirtió en la capital del primer gran imperio de Mesoamérica y llegó a albergar hasta 150.000 habitantes.Su imponente trazado urbano se desplegaba a partir de una inmensa avenida sobre la que se levantó una gran plaza pública donde se desarrollaba la vida social, política, económica y religiosa de la ciudad.
En su centro monumental destacaban dos grandes construcciones piramidales, llamadas del Sol y de la Luna, las mayores de México, comparables a las moles del desierto egipcio, y otra dedicada a Quetzalcoátl, la serpiente emplumada bajo el que se hallaron centenares de cadáveres de hombres, mujeres y niños ofrecidos en sacrificio al dios de la Serpiente emplumada.
Shutterstock
Gloria pasada
Poco conocemos del gran imperio que dominó los valles centrales de México entre los siglos II y VII d.C., ni siquiera cómo llamaban a su capital. Teotihuacán es un nombre que le dieron los mexicas casi un milenio después y que en idioma náhuatl significa "donde los hombres se convierten en dioses", en recuerdo del pasado de gloria que sus ruinas todavía atestiguaban. Los conquistadores españoles todavía pudieron observar el pasado glorioso de sus ruinas, pero el paso del tiempo acabó por enterrar sus grandes monumentos. El pintor Jose Maria Velasco recreó el aspecto de la pirámide del Sol a mediados del siglo XIX.
Rainer Lesniewski / iStock
La capital de un imperio
En su momento de esplendor, Teotihuacán contaba con unos 150.000 habitantes (igual o mayor que las grandes urbes mediterráneas de la época excepto Roma), su extensión superaba los 20 kilómetros cuadrados y se organizaba a partir de un gran centro ceremonial y de residencia de sus élites articulado por la calzada de los muertos, alrededor de la que se construyeron las pirámides del Sol, de la Luna y la Serpiente emplumada y grandes edificios administrativos y mercados.
iStock
La calzada de los Muertos
La calzada de los Muertos era una avenida monumental de cinco kilómetros que atravesaba la ciudad de norte a sur. Su nombre se debe también a los mexicas, que creían que bajo los basamentos piramidales que la flanquean se enterraban grandes personajes y gobernantes de Teotihuacán. Tidne su inicio en la plaza de la Pirámide de la Luna (en la imagen sobre estas líneas), mide cuatro quilómetros de largo y es el eje de la ciudad. En torno a ella se construyeron el centro ceremonial, majestuosos templos y palacios y los grandes monumentos de la ciudad, como la pirámide del Sol (a la izquierda).
iStock
4 / 12
La pirámide del sol
Mide 63 metros de altura y descansa en una base cuadrada de 224 metros de lado, casi tan grande como la de la gran pirámide de Keops. Fue construida durante los 150 primeros años de nuestra era y a pesar de su nombre, otra vez de origen azteca, parece que esta construcción estaba dedicada a Tláloc, el dios de la lluvia y representaría al monte sagrado, mítico contenedor del agua y las riquezas universales.
Shutterstock
5 / 12
Un gran montículo
En realidad, la pirámide es un gran montículo de tierra recubierto por terrazas. Originalmente eran cuatro, pero una deficiente reconstrucción a principios del siglo XX le atribuyó cinco. Enfrente contaba con una plaza rectangular, tres pequeños templos y un adoratorio, que lo conectaban con la calzada.
iStock
6 / 12
La pirámide de la luna
En el extremo norte de la calzada de los Muertos se encuentra la pirámide de la Luna que evoca, como la del Sol, un monte sagrado y fue dedicada a divinidades agrícolas y de la lluvia. Su base mide 140 x 150 metros, y fue erigida entre los siglos I y VI. En realidad se trata de siete construcciones distintas, una encima de otra cuyo origen se encuentra en el interior de la base escalonada situada enfrente de la pirámide, que fue ampliándose sucesivamente hacia arriba y atrás.
Picture Alliance
7 / 12
Sacrificios humanos
Desde finales del siglo XX comenzaron a encontrarse entierros fastuosos en el interior de la pirámide asociados a cada una de sus fases constructivas. En la actualidad se asocian estas inhumaciones con sacrificios posiblemente de cautivos de guerra, que en algunos casos gozaban de elevada posición social. Con ellos se ofrendaron animales como aves rapaces, pumas, serpientes de cascabel y ricos ajuares con piezas como la estatuilla de jade sobre estas líneas.
iStock
8 / 12
El centro del mundo
Frente a la pirámide se sitúa una plaza rodeada por 13 templos menores, un adoratorio de cuatro escalones y, casi al pie de la gran pirámide, los vestigios de una esctructura con diez altares que representa el centro del universo, los rumbos cardinales y los intercardinales. Se trataba de un espacio sagrado donde se llevarían a cabo todo tipo de rituales, incluidos los sacrficios humanos.
iStock
9 / 12
El palacio de Quetzalpapálotl
Situado junto a la plaza de la Luna se trata de un edificio dedicado a tareas administrativas y gobierno de la ciudad. Recibe este nombre porque las columnas de su patio interior están decoradas con quetzales con alas de mariposa. Se construyó entre los años 300 y 400 sobre una estructura anterior que fue enterrada: construida entre los años 300 y 400 sobre un edificio más antiguo, el llamado templo de los Caracoles Emplumados.
iStock
10 / 12
La serpiente emplumada
En el extremo sur de la calzada de los Muertos se encusntra la tercera pirámide del complejo de Teotihuacán: la de Quetzalcóatl o la serpiente emplumada, una de las principales divinidades del panteón mesoamericano. Se encuentra entro de La Ciudadela, un gran complejo arquitectónico que estuvo cubierto de tierra y vegetación durante siglos hasta que en 1818 comenzó el proceso de limpieza y excavación.
iStock
11 / 12
Tláloc y Quetzalcóatl
La pirámide fue erigida entre los años 150 y 250 y constaba de siete cuerpos superpuestos y sus lados estaban decorados con esculturas de Tláloc (dios de la lluvia y la fertilidad) y de Quetzalcóatl (también asociado a la fertilidad y el agua) rodeadas de elementos acuáticos. Durante las excavaciones realizadas en la década de 1980 se hallaron en este recinto alrededor de 200 personas sacrificadas, hombres y mujeres.
Héctor Montaño (INAH)
12 / 12
Lúgubres entrañas
Igual que la pirámide de la Luna, el templo de Quetzalcoátl escondía un macabro interior del que no se tenían noticias hasta hace pocas décadas: alrededor de 200 hombres y mujeres sacrificadas. En 2002, a 18 metros de profundidad, los arqueólogos hallaron un túnel de 102 m de longitud, clausurado por los propios teotihuacanos hace 1.800 años. Se especula con que pudiera ser una simbólica entrada al inframundo. Su excavación aún no ha concluido, aunque en 2014 se llegó al umbral de tres cámaras, donde había una enorme cantidad de ofrendas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario