Escrito por Bernardo Ortín
I. Memoria y tecnología
Una vida es un período de tiempo demasiado corto para saber cómo hay que vivir una vida.
(C. G. Jung)
La evolución del pensamiento humano refleja la historia de la lucha contra el olvido. Quizá sea por el afán de no repetir errores, o por apresar lo satisfactorio de lo vivido. Necesitamos la memoria para recordar la evolución conseguida, para no olvidar cómo llevar una vida digna de ser vivida. La memoria es la esencia de la identidad: sabemos quiénes somos porque lo recordamos.
Pero la memoria es frágil y el ser humano ha recurrido a muchos apoyos para mantenerla. Especialmente, la herramienta de la escritura, el cultivo de las artes y el uso de la tecnología, en la que se llegó a confiar más que en los propios sentidos humanos.
La tecnología supone una prolongación y a veces una mejora del sistema perceptivo. Con la incorporación de las máquinas y la tecnología audiovisual se introdujo la idea de que esta era más fiel a la realidad que la propia vista o el oído. La musculatura del atleta en movimiento que es captada a cámara lenta exhibe más matices que los que el ojo puede mostrar. El telescopio y el microscopio nos muestran detalles de un mundo hasta entonces imperceptible. La grabación sonora con efectos especiales mejora el sonido original. Finalmente, internet consiguió cumplir, doscientos cincuenta años después, el viejo sueño de la Enciclopedia de la Ilustración, que consistía en querer relacionar y conectar todo el saber de la humanidad poniéndolo en ciclo.
II. Cautelas y nostalgias
Un padre y una madre centauros contemplan a su hijo, que juguetea en una playa mediterránea. El padre se vuelve hacia la madre y le pregunta: ¿deberíamos decirle que solamente es un mito?
(Kostas Axelos)
La vida puede metaforizarse en un paso. Mientras un pie se mantiene firme en el suelo simbolizando la seguridad del mundo conocido, el otro pie se alza en el aire explorando nuevas realidades con la investigación y las nuevas tecnologías. Es conveniente coordinar bien el movimiento para no tropezar.
El mito de la Torre de Babel nos avisa de este riesgo. Nos previene de un posible desequilibrio entre el avance tecnológico y el desarrollo humano y social conquistado. Según el relato, el ser humano quiso construir una torre que llegara al cielo. El castigo consistió en la confusión de las lenguas, en provocar el desentendimiento. Sin embargo, el mito narra que el problema no se produjo por usar las tecnologías para llegar al cielo, sino por la soberbia con la que el ser humano empleó la tecnología para alcanzar este objetivo.
Experimentar lo novedoso entraña el riesgo de perder lo bueno que ya teníamos. Lo moderno puede suponer deslealtad a lo clásico, porque puede fragilizar lo ya conseguido. En las épocas de profusión innovadora suelen acentuarse nuevas dialécticas entre las voces optimistas a favor del avance y las opiniones cautelosas por no perder lo conocido. El debate sobre valores éticos reaparece con fuerza en momentos de confrontación de intereses.
Y es que los temas esenciales suelen ser paradojas. Todo lo importante tiene una parte luminosa y otra sombría: ¿cómo identificar lo negativo de lo positivo? ¿Es real la realidad? Cuando algo solo tiene una lectura suele ser falso. Lo que es totalmente positivo o negativo nos aburre por ser ajeno a nuestra ambivalente experiencia del mundo. Lo cierto es que las cosas tienen por lo menos dos lecturas y normalmente algunas más.
Sin embargo, tendemos a convertir las paradojas en dilemas. Nos apresuramos a elegir entre ambas opciones. Declaramos una opción como buena y la otra como mala o rechazable y pensamos que decidir es elegir, ganar algo y renunciar a algo, aunque no siempre es así. De hecho, es esta renuncia la que pone en marcha el cronómetro del sufrimiento. En lo que se rechaza, se pierde algo nuestro: algo de intuición, de astucia, de creatividad. Cada síntoma tiene algo interesante de nosotros mismos.
III. Los valores son expresión de necesidades
El conocimiento tan solo es un rumor hasta que llega al músculo
(Refrán papúa)
La fórmula del éxito es una vieja quimera. No es fácil comprender cómo un artefacto o un proceso puede popularizarse y arraigar en la sociedad. En parte, esto tiene que ver con el mayor o menor acierto en su diseño. Pero en otra gran parte, tiene relación con la capacidad que lo novedoso tenga para conectar con las metáforas colectivas de un momento histórico determinado. Se pone de moda, como una sincronía, lo que expresa el sentir de una época. La rápida propagación del uso de nuevas tecnologías aplicadas a la comunicación, es un buen ejemplo de ello.
Esto nos lleva a la reflexión sobre los valores o principios éticos de una sociedad. El sistema ético prevalente indica cómo la sociedad orienta su atención a lo que le interesa. En consecuencia, los valores, más que referirse al mantenimiento de los espacios de poder de las personas o grupos de presión, deben remitirnos a la defensa de las necesidades humanas. En este sentido, no nos referimos a los valores tradicionales, sino incluso a valores más antiguos, aquellos que fueron desbancados por los que ahora consideramos ya tradicionales.
Estos valores clásicos pueden entenderse como las prácticas vitales que mayor éxito han tenido para que el ser humano haya llegado hasta aquí. Esto no quiere decir que sean inamovibles, sino que suelen responder a las necesidades más básicas. Lo que se convierte en clásico es lo que no se puede hacer mejor.
Además de las necesidades de subsistencia, defensa física, reproducción y cuidado de la prole, en las que coinciden los autores y corrientes de pensamiento más relevantes, se pueden añadir también otras necesidades de interés:
La sociología cualitativa defiende, además de las citadas, la necesidad básica de pertenecer a grupos de referencia. La conocida pirámide de Maslow añade la necesidad de autorrealización y aceptación social. El modelo socioeconómico de necesidades y satisfactores alude a la necesidad de participación y entendimiento social.
La escuela sistémico-estratégica del comportamiento da importancia a que los seres humanos se sientan conectados con grupos y en continuo crecimiento.
Ciertos círculos de formación para la educación no violenta aluden a la necesidad de libertad y apropiación del propio poder personal. La psicogenealogía, que estudia la influencia de la familia de origen en diversos ámbitos de nuestra existencia, cita como lo más relevante la necesidad de pertenencia al clan y el desarrollo de vínculos. Del mismo modo se pronuncia la corriente antropológica que defiende el continuum, que pone el énfasis en comportamientos de vinculación y pertenencia.
En consecuencia, además de la defensa de la vida, se pueden considerar como necesidades básicas cuestiones como la calidad de la comunicación, el apoyo social, la participación, la expresión personal en todos los planos de autorrealización y la expectativa de aportar al mundo un modo de ser y de hacer con un estilo original y personal.
IV. Necesidades que cubren las nuevas tecnologías
¿La realidad es lo que nos pasa o lo que hacemos con lo que nos pasa?
(Blaise Pascal)
¿Por qué se siguen contando cuentos de hadas que tienen más de cuatro mil años?
Porque lanzan mensajes que responden a estas necesidades más básicas, cuasi ancestrales, y ayudan al proceso adaptativo del ser humano.
Si analizamos los relatos que hablan del origen de la humanidad en todas las culturas de la Tierra, podemos clasificarlos en dos grandes grupos: los que vinculan el nacimiento de lo humano al invento de la herramienta y los que lo vinculan al intercambio de víveres. De ahí arrancan los dos tipos de visión de la organización social y política que reflejan los actuales vectores de fuerza que luchan con mayor o menor nobleza.
El primer grupo de relatos divide al mundo en dos partes: los que tienen la herramienta y los que no la tienen. El relato nos remite a una visión de la tecnología como dominación de la naturaleza, con mayor aspiración a la normativización social y la defensa de criterios de objetividad y pugna dialéctica entre argumentos opuestos.
El segundo grupo de relatos defiende el intercambio, la conciencia ecológica y la fusión con la naturaleza. Prefiere los procesos a los objetos y reivindica la subjetividad como construcción de la realidad. En general, opta por la armonización de polaridades opuestas.
Las nuevas tecnologías en sí mismas no conllevan una mejora o un empeoramiento en el desempeño de la ética. Lo importante son las reglas de juego. Si estas son adecuadas y se respetan, la capacidad humana que nos faculta para adaptarnos al infortunio saldrá fortalecida. Si, por el contrario, en el combate no hay reglas, la capacidad humana sensible e intuitiva, saldrá lastimada de la lucha.
Concretamente, las necesidades y valores que salen significativamente fortalecidos con el uso de las nuevas tecnologías pueden resumirse del modo siguiente.
La facilidad de acceso a la información favorece el aumento de la calidad del debate social en distintos ámbitos de interés público como el científico, filosófico, político y cultural. En consecuencia, se incrementa el nivel de democratización, ya que el rigor argumental consolida y cualifica los procesos democráticos. Un ejemplo muy relevante de lo que estamos diciendo es la dificultad para ocultar el imparable torrente de información que llega sobre las sucesivas crisis financieras internacionales y que las van configurando irremediablemente como la gran estafa que ha empobrecido a la población.
La prevalencia del debate sobre otros modos de confrontación, favorece la gestión de los conflictos y preserva mejor la paz social. La actual tecnología de la comunicación favorece la presencia y expresión de las opiniones de las personas en diversos foros elegidos libremente.
La fluidez en la comunicación y la devolución de opiniones y valoraciones, convierte la publicación de documentos en conversaciones. Y esta agilidad con la que circula la información es un valor en sí mismo, ya que la información es poder y cultura para la población. Y ello, pese al riesgo de que cantidades ingentes de información, inyectadas a gran velocidad en el sistema, de modo inconexo y sin el tiempo necesario para la digestión personal de los datos recibidos, puedan llegar a generar más miedo que libertad.
La actual multiplicidad de los puntos de vista sobre cualquier tema de trascendencia dificulta la extensión de las consecuencias perversas del efecto panóptico. Según este principio, las personas tienden a comportarse como la norma espera de ellas cuando se sienten vigiladas por una autoridad exterior. En consecuencia, la unificación del punto de vista tiende al pensamiento único. La metáfora más adecuada para describirlo podría ser la torre de control desde la que se vigila una prisión.
La tecnología de vanguardia en materia de comunicación permite una disgregación de este enfoque único. La metáfora que propone la Red como antídoto vendría a ser la multitud de puntos de vista de los habitantes que pueblan la plaza de la ciudad y que, por tanto, alimentan la riqueza interpretativa de la realidad. Ello contribuye al viejo principio que dice que la democracia es el gobierno de las mayorías ejerciendo el respeto a las minorías.
En otro orden de cosas, el análisis histórico describe el proceso de la civilización como la historia de la complejización de las cadenas de relación de interdependencia humana. La época clásica se caracterizó por el protagonismo de una única y gran cadena que vinculaba la relación entre el poderoso y la población. En esa época, la furia del poder llegó a alcanzar dimensiones colosales. Esta gran polaridad configurada entre el amo y el siervo hacía muy difícil la convivencia en la vida cotidiana y se fue transformando en una red de relaciones de corta interdependencia que favorecía el mantenimiento de múltiples contratos de satisfacción que hacían desaconsejable el uso de la violencia y preferían la implantación del intercambio y defensa de intereses comunes.
En este sentido, la sociedad comenzó a generar una tupida red de relaciones cuyo resultado dilatado en el tiempo fue distender el conflicto. El campesino dependía de las herramientas que fabricaba el herrero, del mismo modo que este necesitaba el producto agrícola del campesino. El carpintero colaboraba con el albañil, el médico atendía a los dos y los necesitaba a ambos. De modo que el entramado se fue haciendo complejo y acortando sus nudos de red de interdependencia. La organización de oficios, cofradías, círculos artesanos y asociaciones profesionales fue configurando un nuevo mapa de interrelaciones que hacía aconsejable aplazar los conflictos y generar procesos de colaboración.
En la actualidad podemos observar que cada usuario de los terminales de comunicación es un nudo de la casi infinita red, lo que supone una relectura permanente de la información recibida. Ello sin dejar de reconocer los niveles de manipulación informativa a los que nos hallemos expuestos. Sin embargo, lo más importante no es el diseño de la noticia o del artefacto de vanguardia, sino la configuración del terreno en el que arraigue. En este sentido, el acceso a la información aumenta la formación y por tanto previene la gestión de las dificultades.
La construcción del significado de la realidad pugna entre dos polos. Por un lado está el predominio de lo sistémico exterior, de lo normativo, del principio de realidad, del escenario al cual adaptarse. Por otro lado está lo vital, la producción del sentido subjetivo, el estatuto de lo íntimo.
La modernidad se caracteriza por un gran predominio de lo sistémico sobre lo subjetivo. La adaptación social está por encima de la expresión individual. El uso de tecnologías de la comunicación posibilita la presencia de sensibilidades subjetivas e impide que sean sepultadas por culturas hegemónicas.
El uso de las nuevas tecnologías nos recuerda que hay una frontera entre lo objetivo y lo subjetivo, y esa frontera es subjetiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario