La tradicional fiesta de “los Reyes Magos” corresponde, en la liturgia, a la celebración de la “Epifanía del Señor”. El término griego “epifanía” significa “manifestación”.
La liturgia, apoyándose en el relato del evangelista Mateo, que construyó este texto para mostrar la universalidad del mensaje cristiano –los “magos” venidos de Oriente representarían a toda la humanidad– celebra en este día que el “acontecimiento Jesús” se hace presente al mundo entero.
En realidad, todo habla para quien sabe escuchar y todo es manifestación para quien sabe ver. Todas las formas que nos entran por los sentidos son, sencillamente, “disfraces” en los que se oculta LA VIDA, expresiones que surgen del Fondo último de todo lo que es.
El problema surge cuando nos quedamos reducidos a las formas. Entonces se vuelven completamente opacas a nuestra mirada, perdiendo a nuestros ojos toda su capacidad de transparentar. Y cuando nosotros mismos nos reducimos a la “forma” que nuestra mente percibe, creyendo que nuestra identidad queda constreñida a nuestra “personalidad”, todo se vuelve oscuridad.
La manifestación (epifanía) solo es posible en el Silencio: al acallar la mente podemos ver más allá de las ideas o creencias en las que habitualmente nos enredamos. Y descubrimos que, detrás de todas las construcciones mentales, lo que hay es consciencia de ser. Y nos capacitamos para advertirla en todas las formas que –ahora sabemos verlo– la están manifestando.
En nuestro camino hacia la comprensión contamos, como los Magos, con la presencia de una “estrella” que guía la marcha. “Cuando el discípulo está preparado –reza un viejo adagio de Oriente– el maestro aparece”. Siempre que hay voluntad firme o determinación de buscar la verdad, aparecerá una “estrella”.
Tal vez no ocurra como uno desearía, incluso pueda ser que de pronto pareciera que la hemos perdido –también la estrella de los Magos se ocultó en algún momento decisivo–, pero si mantenemos la determinación, antes o después, volverá a lucir para mostrarnos el camino.
Ahora bien, el camino puede que no corresponda con la idea que nos habíamos hecho del mismo. Lo cual requerirá de nuestra parte desapropiación y confianza: entrega confiada a la Sabiduría mayor que rige todo el proceso y desapego frentea las propias expectativas y los proyectos previamente acariciados.
La Vida nos irá conduciendo por un camino de desnudez, en el que habremos de ejercitarnos en un soltar consciente, apoyados únicamente en la confianza cuya voz escuchamos en el Silencio.
Esa voz es la “estrella” que, más allá de nuestros vaivenes y etapas de oscuridad, seguirá siempre viva y disponible, brillando incluso cuando todo parece apagarse.
Sabemos que la “estrella” no dejará de brillar –siempre que seamos capaces de soltar todo aquello que puede oscurecer nuestra mirada– porque, en lo más profundo de nuestra identidad, SOMOS LUZ. Y LA LUZ siempre termina abriéndose paso…
Enrique Martínez Lozano
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