Madrid
¿Malos tiempos para la mística? La Asociación de Teólogas Juan XXIII abre el curso religioso en el paraninfo del sindicato Comisiones Obreras con un debate sobre mística y liberación, que reúne entre hoy y mañana a un millar de pensadores cristianos, en su mayoría mujeres. Lo inauguraron la catedrática Adela Cortina, de la Universidad de Valencia, y Juan José Tamayo, director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Ignacio Ellacuría, de la Universidad Carlos III de Madrid.
Su celebración coincide –y no es causal- con el centenario del nacimiento del teólogo catalán Raimon Panikkar, y con el 90 aniversario de teólogas y teólogos “que brillaron con luz propia, vivieron y pensaron la mística no como evasión y huida de la historia, sino en el corazón de la realidad con todas sus contradicciones”, en palabras de Tamayo.
Se refería a Gustavo Gutiérrez, el fundador de la perseguida durante décadas Teología de la Liberación, que cumple los 90 reivindicado por el papa Francisco, y a algunos de los pensadores que marcaron el pensamiento cristiano del atribulado siglo pasado, como Johan Baptist Metz, que propone una mística “de ojos abiertos”; Pedro Casaldàliga, que vive la mística en el compromiso con los pobres de la tierra y en defensa de los derechos de las comunidades indígenas y afrodescendientes; Hans Küng, ejemplo de mística interreligiosa que conduce al diálogo simétrico de religiones, espiritualidades y saberes, y a Dorothee Sölle, por compaginar en su vida y su teología armónicamente mística y feminismo desde la resistencia.
El congreso ha evocado también el ochenta aniversario del nacimiento de Leonardo Boff, que definió a los cristianos y cristianas como “contemplativos en la liberación”, y de Jon Sobrino, testigo de la mística vivida en torno al martirio y de la “liberación con espíritu”, convencido como está de que “sin práctica, el espíritu permanece vago, indiferenciado, muchas veces alienante”.
Hace cerca de 40 años Gustavo Gutiérrez se preguntaba si tenía sentido seguir haciendo teología en un mundo de miseria y opresión, si la tarea más urgente no era más de orden social y político que teológica, y si los teólogos no estarían dejándose llevar más por la inercia de una formación teológica que por las necesidades reales de un pueblo que lucha por su liberación. Tamayo planteó similares preguntas, en este caso en relación con la mística. “¿Tiene sentido dedicar un congreso de teología a “Mística y liberación” en tiempos de secularización, de crisis de Dios y de fundamentalismos? ¿Se trata de la búsqueda de una “nueva espiritualidad” o, más bien, de una especie de “tapa-agujeros” en una época post-religiosa?”, se preguntó. De todo ello se discute en Comisiones Obreras, en donde la asociación organizadora ha tenido que refugiarse desde hace décadas porque los obispos les prohibieron espacios católicos para celebrar el congreso.
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