Los protestantes españoles —en torno a millón y medio de fieles— culminan este fin de semana, con una multitudinaria concentración en la plaza de Neptuno de Madrid, las celebraciones del Año Lutero, como aperitivo de los actos conmemorativos del 500 centenario de la promulgación de las 95 tesis clavadas por Martín Lutero en la puerta de la Iglesia del palacio de Wittenberg (Alemania). Ocurrió el 31 de octubre de 1517 y aquel gesto, además de producir el Cisma de Occidente y brutales guerras de religión, supuso un antecedente de la Ilustración, el comienza del mundo moderno y un revulsivo para el Vaticano, hasta entonces todopoderoso, que se vio forzado a reformarse a su manera (en una llamada Contrarreforma), con el concilio de Trento como acto central.
Cada época puede verse reflejada en el modo en que se conmemoran los centenarios de la Reforma luterana. Varias de esas celebraciones se han producido en encrucijadas históricas, como la del primer centenario, en 1617, que provoca la unión de calvinistas y luteranos para centrarse en la llamada Guerra de los Treinta Años. Otro momento crucial se produce en 1817, a los 300 años, después de la caída de Napoleón, que desemboca en una gradual unificación alemana con la Reforma como elemento aglutinador. La consiguiente pérdida de poder del Vaticano daría paso en todo ese siglo y el siguiente al nacimiento de otras naciones o nacionalismos.
Para España, la Reforma luterana supuso un trauma, pero en sentido contrario al que deseaban los reformadores, entre los primeros el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, dos veces regente (a la muerte de Isabel la Católicas y en la espera de Carlos I), primado de Toledo y Gran Inquisidor. Cisneros lanzó la primera reforma religiosa en su orden franciscana, pero murió diez días antes de que Lutero lanzara la suya, mucho más radical, y antes de entrevistarse con Carlos I, que llegaba a España como emperador y fue finalmente un protector de Lutero cuando el Vaticano le exigía que apresara al monje rebelde y lo mandase a la hoguera. Muerto Cisneros y retirado el emperador, su heredero, Felipe II, se alió con el Papa y ordenó perseguir con extrema saña todo vestigio de protestantismo, incluidos a los erasmianos, hasta entonces protegidos por Cisneros."“Prefiero no reinar a reinar sobre herejes", se justificó aquel rey. Hasta la santa e inteligente Teresa de Ávila tuvo que esconder sus obras literarias por miedo a la Inquisición pese a que Felipe II se había proclamado su protector. Las persecuciones, con raras excepciones, se prolongaron hasta la muerte del dictador Franco, en 1975.
"España y sus posesiones en América se cierran al mundo moderno. No tuvimos Ilustración porque no tuvimos Reforma. Para explicar algunos de los males de Hispanoamérica, conviene estudiar el comportamiento de la Península conquistadora ante Lutero y sus seguidores. Los Estados Unidos, en cambio, son hijos de la Reforma y de la Ilustración. Nacieron bajo el signo de la crítica y la autocrítica. Y ya se sabe: quien dice crítica, dice cambio". Esta es una de las tesis del congreso de la Alianza Evangélica Latina, que se celebra también en el WiZink Center, en paralelo al VIII Congreso Evangélico. Han participado en los debates, con la lectura de incontables ponencias, más de mil pastores y teólogos evangélicos de todos los continentes.
Entre las personalidades que acompañaron a los protestantes en la clausura de su congreso destacaron el ministro de Justicia, Rafael Catalá (en representación del Gobierno); el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, y dirigentes de las confesiones judía (Carolina Aisén y Diego Slumoviz), musulmana (Riay Tatary) y budista (Enrique Caputo), entre otros. También participaron dirigentes de las alianzas evangélicas de Alemania, Reino Unido y Argentina. No hubo líderes políticos, pero sí asistió el diputado regional de Madrid por Podemos, José Manuel López, que lideró la candidatura de esa formación a la Asamblea regional y antes había sido director general de la Fundación Pluralismo y Convivencia, encargada en el Ministerio de Justicia de atender a las religiones no católicas.
En estos actos conmemorativos, que este viernes han congregado a 5.300 personas (para los cultos del sábado hay registrados 8.300 fieles), ha participado también la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. "Madrid necesita saber más de la Reforma. En esta ciudad hubo un tiempo en el que no había libertad de creencias ni religiosa, ahora podemos decir que somos la esencia de la libertad y la tolerancia”, ha dicho ante el millar de líderes evangélicos reunidos en ese momento el WiZink Center. El secretario general de la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España (FEREDE), Mariano Blázquez, ha agradecido su presencia y le ha entregado un recuerdo del 500 Centenario. Las celebraciones han sido organizadas por la Comisión del 500º Aniversario de la Reforma Protestante en colaboración con la FEREDE.
Blázquez ha subrayado que para las Iglesias evangélicas la conmemoración supone una oportunidad, no sólo para los protestantes (una cada vez "mayor minoría, secularmente perseguida primero, y luego silenciada e ignorada en nuestra España democrática sobre la que aún persisten injustificados estigmas y prejuicios"), sino también para la sociedad española, que ha de conocer la contribución de la fe, la cultura y los valores del Protestantismo al progreso de Europa desde hace 500 años, y de la España actual, especialmente en su periodo democrático.
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