Mas arbitraria todavía resulta su "novela" (no sabríamos como podría calificarse de otra manera) Moisés y el monoteísmo, con la que pretendió aplicar Tótem y tabú a la religión
judeo-cristiana. Las afirmaciones de un Moisés egipcio de Atón (lo que
obliga, por cierto, a retrasar un siglo la cronología) su posterior
asesinato, etc., son pura fantasía. Algo parecido podríamos decir de El
porvenir de una ilusión, que vamos a comentar en seguida. Como dice
Andrés Tornos,
las tres obras mas importantes de Freud sobre la religión "constituye
un caso de la que el mismo llamaba 'psicoanálisis salvaje'. No se a
escuchado a la otra parte, no se ha dialogado con ella, no se han
considera mucho más datos que los de antemano se buscaban".
Y sin embargo, no caeremos en el recurso fácil de
desautorizar en bloque la crítica que Freud hace a la religión, con el
pretexto de la falta de rigor de los datos históricos que le han servido
de premisas. Debemos considerar con atención
a las observaciones psicoanalíticas que contiene, pasando en cambio por
alto sus "fundamentos" pseudo históricos. Algo parecido si se nos
permite la comparación a lo que hace la teología actual con la doctrina
del pecado
original: descubrir la verdad antropológica que aparece escondida tras
la narración de una caída (Gen 3) que en sí misma, no fue histórica.
Vallamos, pues, a analizar lo que Freud elaboró sobre la
religión. Freud considera que la religión muestra todas las
características de ese fenómeno psicológico que se conoce como ilusión. Y
aclara que "una ilusión no es lo mismo que un error, ni es
necesariamente un error. Una de las características más genuinas de la
ilusión es la de tener su punto de partida en deseos humanos, de los
cuales se deriva".
Reconoce igualmente que las ilusiones pueden ser "saludables", es decir, pueden contribuir al bienestar del hombre evitando el displacer y proporcionando satisfacción. Sin embargo el precio
que pagamos por las ilusiones es doble: mientras creemos en ellas, la
insinceridad; cuando la creencia se derrumba, la decepción.
Conviene advertir que la religión no es, ni mucho menos,
la única realidad humana que Freud califica con el infamante nombre de
"ilusión ". Ante la mirada de este incorregible "maestro de la
sospecha" van cayendo sucesivamente como "ilusiones" la noción de
progreso, el fundamento de las instituciones políticas, las relaciones entre los sexos y la confianza en la ciencia, así como la utopías marxistas o anarquistas. Pero en este momento nos interesa fijarnos únicamente en la religión.
"A los dioses -dice nuestro autor- se atribuye una triple función: espantar los terrores de la naturaleza, conciliar al hombre con la crueldad del destino, especialmente tal como se manifiesta en la muerte,
y compensarlo de los dolores y de las privaciones que la vida
civilizada en común le impone". "Se crea así un acervo de
representaciones, nacido de la necesidad de hacer tolerable la
indefensión humana y formado con el material extraído del recuerdo de la
indefensión de nuestra propia infancia individual y de la infancia de
la humanidad".
El problema del teísmo religioso es que, habiendo desempeñado en otro tiempo un papel importante necesario de hecho, en el desarrollo humano,
y habiendo sido útil al hombre para afrontar las incertidumbres y
perplejidades absolutamente reales, se ha perpetuado más allá de su
necesidad y utilidad. En opinión de Freud, el hombre actual puede inventar medios más adecuados que la religión para abordar los mismos problemas. Es más, la perpetuación de la ilusión religiosa, más que superflua, puede resultar nociva si retarda el desarrollo
de el hombre: "conforme a esta teoría, hemos de suponer que el abandono
de la religión se cumplirá con toda la inexorable fatalidad de un
proceso de crecimiento, y que en la actualidad nos encontramos ya dentro
de esta fase de la evolución".
El hombre que rehace la idea de Dios "se hallará como el niño que ha abandonado el hogar paterno, en cual se sentía seguro
y dichoso. Pero ¿no es también cierto que el infantilismo ha de ser
vencido y superado? El hombre no puede permanecer eternamente niño;
tiene que salir algún día a la vida, a la dura 'vida enemiga' . ¿Habré
de decir todavía que el único propósito del presente trabajo es señalar la necesidad de tal progreso?".
De esta forma Freud pretende explicar, psicoanalíticamente, la religión (recurre a la psicología
infantil). Entonces: la conciencia religiosa proviene de un colectivo
complejo de Edipo; fundado en el deseo de todo niño, de asesinar a su
padre y casarse con su madre. Una vez cometido el crimen la culpa
impulsa a castigarse, este castigo lo priva del beneficio del crimen.
En síntesis: la religión de la humanidad presenta la misma evolución de la sexualidad infantil, para Freud lo religioso tiene un nexo común con el complejo de Edipo y por lo tanto con el desarrollo sexual.
Esta explicación continúa mostrando el origen del
sentimiento religioso de culpa: la prohibición de matar el animal-tótem,
sustituto del padre, en cierto sentido es levantada con el banquete
sacrificial, donde el religioso al comer el animal, se identifica con el
padre-Dios pues come de su carne. Esta obsesión (culpa) es la raíz de
la religiosidad.
La fuerza de la creencia religiosa, radica en que las ideas religiosas son "ilusiones". Mas si bien la religión es ilusión, no es mentira,
o sea no es algo contrario a la realidad psicológica, y va motivada por
la necesidad del deseo. La religión es proyección del deseo infantil
nacido del complejo de Edipo, que de personal se hace universal. La
religión logra lo que la cultura,
a pesar de sus avances, no ha podido realizar: subsanar el profundo
sentimiento de impotencia frente a la falta de dominio de la naturaleza.
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