2 de julioLde 1995, als pocs dies d’arribar al Zaire
En el campo de refugiados hay unos cuatro mil niños. Miles de niños vestidos, o mejor dicho, cubiertos con harapos y todos descalzos, constituye un espectáculo para nosotros inimaginado.
Son muchas cosas nuevas que se amontonan y muchas las preguntas que le surgen a uno. Las respuestas no se encuentran fácilmente.
¿Cómo comprender el dolor que se esconde en esos dos millones de refugiados, que no tienen encima más que el recuerdo de una tierra y una casa perdida, y la pérdida también de un millón de personas? ¿Cómo sanar las heridas del odio y la venganza después de haber vivido tanta violencia y muerte? No lo sé. Pero lo que sí es cierto es que la presencia de un hermano marista en el campo es una luz de esperanza.
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