Lo primero que hemos de abordar es en que consiste la idea del Diálogo Interreligioso para evitar confusiones y poder centrar el tema: Los seres humanos buscan respuestas a algunos de los interrogantes existenciales fundamentales: ¿Cuál es el origen y el destino de los seres humanos? ¿Qué es el bien y el mal? ¿Qué aguarda a los seres humanos al final de su existencia terrena? Todos tienen el deber natural y la obligación moral de buscar la verdad. Una vez conocida, están obligados a adherirse a ella y ordenar toda su vida de acuerdo con sus exigencias y esta búsqueda se ha de enmarcar dentro del marco histórico-cultural de cada uno. El hecho de convivir en culturas tan diferentes y con interpretaciones tan dispares de la realidad, provocan en el intercambio de espacios algunas tensiones y choques cuando las "realidades" de cada uno se contradicen y superponen. Es por eso que se necesita de un mecanismo de compenetración y de búsqueda de puentes y puntos en común que nos permitan la convivencia entre grupos dispares, siendo esta situación cada vez más abundante debido a los fenómenos migratorios y la globalización de las sociedades. Y la búsqueda de una relación y de entendimiento entre las diferentes religiones es a lo que llamamos Diáologo Interreligioso.
Para que un diálogo sea interreligioso, los participantes deben evidentemente ser creyentes y confesar religiones diferentes. La neutralidad no es apropiada. Los no creyentes tan sólo pueden hablar de religión como fenómeno humano. Un discurso así tiene su propio valor, en tanto que análisis sociológico o psicológico, pero no tiene nada que ver con el diálogo. El diálogo tampoco puede concernir a personas de la misma religión. A veces pensamos que un diálogo entre protestantes y ortodoxos nos lleva más o menos a lo mismo que un diálogo entre cristianos y budistas. Esto supone una confusión de términos. El encuentro de cristianos de diferentes tradiciones se llama ecumenismo. Puede hacerse en el mismo espíritu que el diálogo interreligioso, pero está lejo de ser lo mismo.
Y desde la teología este tema, que puede llegar a provocar fuertes confrontaciones civiles, es quizás donde se puede trabajar de forma más sensible y con mejores resultados hoy en dia, cosa que los dirigentes no parecen haber comprendido ya que la mayoría de los jefes de los Estados en el mundo occidental y de sus consejeros son hijos de la modernidad secularista y discípulos de los maestros de la sospecha que intentó deslegitimar el discurso religioso. Para muchos de ellos la religión es como un fósil del pasado mágico de la humanidad o argumento de quienes no han llegado a la madurez de la razón o de quienes ya la perdieron por la edad. En consecuencia, la religión no tiene por qué entrar en consideración en la estrategia de la política externa mundial. Esa omisión se ha mostrado doblemente dañina, pues llevó a cometer errores palpables en países como el Líbano, Irán, Palestina y ahora Afganistán, y no se aprecia positivamente la contribución que la religión puede proporcionar en los compromisos con las trasformaciones de los pueblos como se ha mostrado en Nicaragua y en otros países del Tercer Mundo. Actualmente analistas y asesores del Pentágono presentan una nueva comprensión del papel de la religión en la vida de los pueblos, proponiendo un nuevo pensamiento estratégico mundial para sustituir a la «Guerra Fría» por la expresión «Guerra de las Civilizaciones», e identificar así el nuevo estilo de la guerra en el contexto de la globalización. «En el mundo moderno la religión es una fuerza central, tal vez `la fuerza central' que motiva y moviliza a las personas... Lo que en última instancia cuenta para las personas no es la ideología política ni el interés económico; más bien, aquello con lo que las personas se identifican son con sus convicciones religiosa, la familia y los credos. Por estas razones es que las personas están dispuestas a luchar y hasta dar su vida».
El diálogo interreligioso no es un capricho, ni un asunto de hombres para mejorar su imagen. El diálogo interreligioso es liberador, en cuanto nos obliga a abandonar todo sectarismo, a considerar a los creyentes de otras religiones como seres humanos y no como una abstracción: ‘los musulmanes’, ‘los cristianos’, ‘los judíos’, como si todos los musulmanes, los cristianos o los judíos fuesen iguales entre sí, y diferentes de los otros, o como si todos tuviesen las mismas ideas o respondiesen a un patrón predeterminado de conducta. Miserias de la cultura de la imagen, de la moderna idolatría que busca fijarlo todo mediante unas representaciones mediáticas que se reproducen y cuya irrealidad no evita que sea ampliamente difundida, sustituyendo la riqueza de matices con la cual la realidad se nos presenta.
Y en un momento en el que el fundamentalismo y la radicalización de las ideas (que desembocan en peligrosos extremismos y hasta niveles de justificación del terrorismo) es importante crear puentes y no distancias entre las diferentes religiones. La estrategia fundamentalista es siempre la misma: señalar las incompatibilidades y enfrentarnos los unos a los otros. Hoy en día, se trata de hacernos creer que el islam y el cristianismo son incompatibles, que el islam es contrario a la democracia y a los derechos humanos, que no tiene un lugar en occidente. Porque, es importante decirlo, las oposiciones que tratan de inculcarnos son falsas. El islam, el judaísmo y el cristianismo no son incompatibles, sino religiones hermanas, caminos de salvación que recorren los creyentes en la medida de sus posibilidades.
Aprender a ver y aceptar que nuestro modo de vida no es el único posible, que existen diferentes caminos hacia la misma Fuente. Aprender a respetar al otro, en su particularidad inalienable, sin situar una religión por encima de la otra, aceptando su unidad trascendente más allá de sus diferencias doctrinales y formales. Una persona que considere su religión como enfrentada o por encima de las otras no es más que un ignorante, carente de toda espiritualidad. Cada una de las grandes tradiciones sagradas de la humanidad contiene en si mismo todos los elementos que pueden liberar al hombre de sus servidumbres, constituirse en caminos de salvación y trascendencia.
Muchas gracias por su atención y espero haber podido aclarar los conceptos.
Ignacio Padró
19/12/11
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