Nosotros sabemos que el número 7 en las Escrituras normalmente simboliza la perfección de Dios. Pero aquí, significa también que con él culmina un desarrollo, una forma de ser de una civilización que ya está degenerada, que ya ha sido contaminada por el pecado y que ha sido llevada al extremo de su maldad. Es lamentable. Siete generaciones bastaron para que Caín tuviera un sucesor setenta veces más perverso,: Lamec, que como estudiamos en el tema anterior llegaría a vengar 70 veces 7., nos encontramos a un hombre que, por la más mínima herida que recibe, es capaz de matar; por la más leve ofensa que se le inflige, él reacciona con violencia. El séptimo desde Adán por la línea de Caín es un hombre bígamo, y además es un hombre homicida, un hombre vengativo. Pero no sólo lo es, sino que también se enorgullece de serlo, a tal extremo que llama a sus dos mujeres para que escuchen sus dichos vengativos Podríamos aplicar lo mismo estudio comparativo con la descendencia de Set que culmina con el séptimo hijo que es Enoc que llega al culmen que se expresa con la idea de que anduvo con Dios y este se lo llevó consigo privilegio que sólo ha tenido él junto a Elías. El aparecer en la séptima posición sería una manera de destacar a Enoc, personaje llamativo que, entre otros lugares, se reseña en la neotestamentaria carta de Judas 1:14-15 que cita literalmente un pasaje de Enoc, el séptimo patriarca desde Adán. Por la línea de Set, cuando llegamos al descendiente número siete, nos encontramos con Enoc. Y la historia de toda esta raza, de toda esta descendencia de Adán por la línea de Set, tiene características muy distintas de la descendencia de Caín. La culminación de esta raza de hombres fieles, de hombres creyentes, es Enoc, el séptimo
Nacho Padró
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