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lunes, 23 de julio de 2012

La práctica de la sati


Una variante de la Antyeshty seria la Sati, la práctica de la sati atañe a una categoría de mujeres. Se las llama las sati porque son mujeres «virtuosas» -tal es el sentido de sati- que siguen a su marido hasta en la hoguera, donde se dejan quemar vivas. Una costumbre tal choca a la mentalidad occidental. En cambio, la tradición india las exalta. La ortodoxia hinduísta considera prestigiosas a las sati y las reivindica como una de las características de su identidad.
            Esta práctica se desarrolló entre los siglos XIII y XIX. La colonización inglesa consiguió abolir este rito. A pesar de esto, en los años 1980 hubo una cantidad importante de suicidios de jóvenes esposas. Ochocientos «suicidios» se registraron en Delhi en el transcurso de un mes. Estas prácticas en cierto modo son una corruptela de la sati, motivada muchas veces por la voluntad del marido y de su familia de hacerse con la dote de la joven induciéndola a inmolarse por el fuego.
            Para la población, las almas de las sati están instaladas en la morada de las delicias eternas. Sólo las viudas se hacen sati. Los servidores de un príncipe se inmolan a su muerte y los guerreros hacen amok (es decir, acatan un ritual de transformación propio de Indonesia) si su jefe ha sido vencido.
            La creencia que alienta el conjunto de estas conductas suicidas es que el muerto debe disfrutar en el más allá de los mismos bienes y servicios que en su vida terrestre. La idea dominante, si nos referimos a la tradición del sacrifició en la India, es zanjar una deuda de deber y amor que liga las diferentes partes al dueño común.
El término sati, que denota amor incondicional, fidelidad absoluta, sacrificio de uno mismo como prueba de ese amor, se ha de relacionar con el término satya, que quiere decir «verdad». Las llamas terrestres, las que se obtuvieron del fuego doméstico instalado en el momento en que la pareja se unió en la ceremonia del matrimonio, levantan alrededor de la sati una cortina que disimula el verdadero espectáculo de su muerte. Antes de hacerse sati, una mujer deja este testimonio: «Mi espíritu me ha dejado, de mí ya no queda sino un poco de tierra que quiero mezclar con las cenizas de mi marido. No sentiré nada al quemarme». Está dicho: «La mujer que se quema sólo padece en proporción a los pecados cometidos en sus vidas anteriores, pecados que son la causa de la viudedad en esta vida».
            Según los tratados del dharma, la esposa fiel debe acompañar a su marido en la vida terrena y anticiparse a él en la muerte. También la muerte del esposo es interpretada como el signo tangible de los pecados de la mujer. Ella habrá faltado al deber de las mujeres o incumplido gravemente la promesa conyugal. La gravedad de su falta se calcula por la edad: cuanto más joven es, más grave es la falta.
            El fuego se muestra como instrumento privilegiado de la purificación de sus faltas. En otro tiempo, quemaban a los leprosos a causa de la maldad de sus crímenes. La infidelidad es la causa de la viudedad femenina en virtud de la ley de la retribución de los actos y de su corolario: la transmigración de las almas de nacimiento en nacimiento. Una víctima consentidora que participa de buen grado en el acto de entrega a la muerte alcanza la eternidad y se libera. Según las leyes de Manu, matar en el sacrificio no es matar. El suicidio es odioso, pero la muerte sacrificial propia es el camino más corto a la liberación. Marido y mujer son uno en el camino del cielo. Son una única y misma «bola funeraria», un único y mismo cuerpo ancestral. La conquista de la liberación constituye al individuo en su propia divinidad. Él no recibe ofrenda.
            Las sati se asemejan a los renunciantes. Ellas escapan al mundo fenoménico, a una figura de sí ilusoria. Por esta ofrenda de sí misma, la esposa que sigue a su esposo en la pira funeraria va a purificar tres descendencias a lo largo de tres o cuatro generaciones: las descendencias de su padre, su madre y su esposo. Su cuerpo de sati es una ofrenda hecha a los ancestros y una fuente de liberación por el mismo motivo que las bolas funerarias. La sati es una expresión de la shakti, es decir, la manifestación de la energía creadora y la encarnación de la diosa. Si las cremaciones de viudas han atraído a grandes multitudes, es porque la visión -dharsan- de la sati en el instante en que se realiza el sacrificio que la fija para siempre en la memoria de los hombres, libera en ella sola un poder salvífico sin igual.
El amor terrestre no es sino el amor sublimado por lo divino. La sati es el testimonio supremo de ello. Podemos evocar el mito de la diosa Sati, esposa del dios Siva en primera unión. Para vengar una afrenta de la que Siva fue víctima, ella se retira al recinto sacrificial y se inmola en el fuego del yoga.
            En la actualidad, aunque cada vez más escasos, aún ocurren casos de satí. Por ejemplo una viuda que se arrojó a la pira en que se cremaba su difunto marido el 21 de agosto de 2006 en el distrito de Sagar (Madhya Pradesh), en India.Muchas veces los lugares donde las esposas se inmolaron se convierten en puntos de peregrinación donde la gente acude a dejar sus ofrendas. Eran mujeres invisibles, cuyo valor social dependía de los hombres y que pasaron a ser eternas. En la India, cuyos líderes políticos y religiosos a veces se muestran ambiguos, y algunos lo defienden como una costumbre y el “derecho religioso” de las esposas a elegir su destino cuando su marido fallece, el satí sigue practicándose. Como muestra de la influencia, tenemos  la novela La vuelta al mundo en ochenta días (de Julio Verne), en la que se describe un satí en el que los protagonistas Phileas Fogg y Passepartout arriesgan su vida para salvar a la princesa Aouda de ser incinerada

Nacho Padró

Notas Sociales de los ritos Funerarios Hindús.


En el Reino Unido , que antes era ilegal para llevar a cabo una tradicional al aire libre, la cremación hindú bajo la Ley de cremación 1902, con los hindúes tenían que incinerar a sus muertos en los crematorios de interior en su lugar. En 2006 , Daven Ghai, un hindú británico al que se le había negado el derecho a tener un funeral tradicional por el Ayuntamiento de Newcastle , presentó una demanda ante el tribunal en la que afirmaba que la ley actual lo permite, de hecho, las cremaciones al aire libre, siempre y cuando estaban en un edificio cerrado y lejos del público. Una sentencia del Tribunal Supremo no estuvo de acuerdo con su afirmación, y el entonces secretario de Justicia, Jack Straw, afirmó que la opinión pública británica que "resulta aberrante que los restos humanos estaban siendo quemados de esta manera." Sin embargo, al llevarlo a la Corte de Apelaciones en 2010, el juez, Lord Justice Neuberger, dictaminó que una cremación sería legal bajo la Ley de 1902, siempre y cuando se llevó a cabo dentro de un edificio, incluso uno al aire libre. Tras su victoria, Ghai dijo a periodistas que "siempre mantuve que quería aclarar la ley, no desobedecer o falta de respeto hacia él" y expresó su pesar por la cantidad que el juicio había costado al contribuyente. Dijo que estaba agradecido de que ahora tenía "el derecho a ser incinerado con el sol brillando sobre mi cuerpo y mi hijo de encender la pira", y que él y otros hindúes y sikhs en el país había comenzado a investigar en la búsqueda de un sitio en el que se podría llevar a cabo las ceremonias funerarias
La Ley de Cremación de Gran Bretaña de 1902, considera que cualquier podia establecer y mantener lugares de enterramiento o cementerios que deberían  ser considerados para abarcar los crematorios. Los crematorio construido no podrían estar más cerca de cincuenta metros de cualquier vía pública, o en el área consagrada de un cementerio. No se puede construir a menos de doscientos metros de cualquier casa de la vivienda sin el consentimiento por escrito del propietario, arrendatario y ocupante, y el acto no debía ser interpretado a "autorizar a la autoridad entierro o cualquier persona de crear o permitir que una molestia". El Secretario de Estado era el encargado para la creación de normas para el mantenimiento y la inspección de los crematorios, las circunstancias en las que podrían ser utilizados, y la creación de un registro de dichas quemas. Todas las disposiciones legales relacionadas con el uso de la sepultura registra como prueba de haberse aplicado en estos registros. Cualquier violación de estas normas, o la quema de restos humanos fuera de las disposiciones de la Ley, que será responsable, en juicio sumario, a una multa de hasta cincuenta libras. Toda persona declarada culpable de hacer voluntariamente las manifestaciones falsas con el fin de obtener la quema de restos humanos sería susceptible de prisión con o sin trabajos forzados durante un máximo de dos años, y toda persona declarada culpable de intento de ocultar un delito al tratar de adquirir la quema de restos humanos sería susceptible de prisión con o sin trabajos forzados durante un máximo de cinco años. El titular de una parroquia no tenía ninguna obligación de realizar un servicio fúnebre para los que mueren en su parroquia que iban a ser cremados, pero si se negaba a hacerlo, cualquier clérigo de la Iglesia oficial que no se ha desactivado de otra manera de hacerlo podría prestar el servicio a petición del albacea, las personas a cargo de la cremación, inhumación o la autoridad, con el permiso del obispo. La Ley se aplica a Inglaterra y Gales, y Escocia, pero no a Irlanda. Entró en vigor el 1 de abril de 1903. La Ley ha sido modificada en gran medida, pero sigue en vigor

Nacho Padró

Los ritos post-Crematorios Hindús.


Luego los parientes y deudos regresan sin mirar atrás. Se les pide que no se lamenten y que se consuelen unos a otros con historias sagradas. Después de la cremación, todos se lavan y cambian su vestimenta porque el cuerpo del muerto es considerado impuro. 
            Para los parientes hay un período de contaminación en que deben abstenerse de realizar ceremonias sagradas, actividades sociales, ir al templo o adorar deidades. El origen de este periodo, no es solo por el luto, sino que se debe a la precaución por la enfermedad del difunto. Este periodo dura diez días para los brahmanas y kshatriyas, quince días para los vaishyas y un mes para los shudras. Esto se basa en las costumbres purificatorias que cada clase practica.
            El último paso en las ceremonias funerarias son las ofrendas de pinda o “bola de arroz” que representa una parte del cuerpo en nombre del difunto. Estas ofrendas se realizan durante doce días después de la muerte, o una vez al mes durante doce meses, y tienen como fin promover el desarrollo del siguiente cuerpo del difunto, en el caso de que este haya quedado en un estado fantasmal. También se ofrece agua, aceites y perfumes, para realizar abluciones. Para finalizar se ofrece un banquete a los sacerdotes y parientes
            Un año más tarde tiene lugar la celebración de ofrenas en recuerdo. Los huesos conservados son rociados con agua perfumada. El sraddha, que preside todos estos ritos de ofrendas, completa la panoplia de los ritos funerarios porque transforma al difunto en «padre» -pitr-, es decir, éste se convierte en un ancestro benévolo un mes después.
Durante varios años, en los aniversarios de la muerte del difunto, se hace venir a unos brahmanes a los que se les ofrece comida. Y se ofrece igualmente a los miembros de la familia.


Nacho Padró


La Ceremonia Hindú de la Cremación.


La ceremonia comienza con la realización de un homa o fuego de sacrificio justo después de la muerte. De acuerdo a las costumbres recomendadas en los Puranas, se deben colocar unas gotas de agua con unas pocas hojas de Tulasi en la boca del cadáver.     Inmediatamente después de la muerte, los familiares cierran la boca y los ojos de la persona fallecida, y ponen los brazos rectos. El cuerpo es colocado en el suelo con los pies apuntando hacia el sur que es la dirección de los muertos. De acuerdo a los Grihyasutra, después del homa, se debe hacer una cuna de madera Udumbara (ficus glemarata) o de bambú, se debe colocar el cadáver en la misma, con la cabeza hacia el sur (el camino de los antepasados) y con la cara hacia arriba. Un hijo, hermano y otro pariente, o en su ausencia quienquiera que lidere la ceremonia siendo de la misma casta, debe instar al difunto a abandonar el viejo cuerpo y buscar uno nuevo. Los amigos no son invitados a esta ceremonia. La familia, en casa, recita las oraciones a su cabecera..
Una lámpara de aceite se enciende y se coloca cerca del cuerpo, que se mantiene encendida de forma continua durante los tres primeros días siguientes a la muerte. En el hinduismo, el cuerpo muerto es considerado como símbolo de impureza por lo tanto, contacto físico se mantiene al mínimo, tal vez para evitar la propagación de infecciones y gérmenes. Mayoría de las veces el cuerpo está bañado por el agua purificada, y se viste con ropa nueva. Si los muertos es un hombre o una viuda a continuación, por lo general se utilizan ropa blanca, mientras que si el muerto es una mujer casada con su marido sigue vivo, o una chica soltera, entonces el cuerpo se viste de color rojizo o amarillo. Ceniza sagrada (bhasma) se aplica en la frente del difunto si son adoradores del Señor Shiva (Saivitas), de lo contrario se aplica pasta de sándalo en la frente, si el muerto era un adorador de Vishnu (Vaishnava). Además, unas gotas del Ganges, el agua se puede poner en la boca de los difuntos para que el alma puede alcanzar la liberación, también unas pocas hojas de la albahaca morada (tulsi) se colocan en el lado derecho del cuerpo muerto. Entonces, el cuerpo puede ser adornado con joyas, y se colocaron en una camilla, con los pies apuntando todavía hacia el sur o se mantiene en una posición sentada. La camilla se adorna con flores diferentes, incluyendo rosas, jazmín y flor de caléndula y el cuerpo está casi completamente cubierto con las flores.
El cadáver es llevado al lugar de cremación en una carroza tirada por bueyes, o bien cargado por sus parientes. La procesión debe ser encabezada por principal de los dolientes, que generalmente es el hijo mayor. El orden de la procesión se establece de acuerdo a las edades, siendo los mayores quienes la encabecen. Los hombres son los únicos que pueden transportar el cuerpo. Cada pueblo, cada ciudad señala los lugares de cremación. Por lo general, se eligen cerca del agua, río o arroyo, nunca en los templos o lugares santos. El roce con los cadáveres genera impureza.
Una vez que el cortejo del difunto llega al lugar de la cremación, el dom, miembro de la casta encargada de encender las hogueras, ordena depositar el cuerpo del muerto en la plataforma preparada al efecto y formada con sándalo, madera preciosa perfumada.
            Una cremación ordinaria necesita unos quinientos kilos de madera. Algunas familias, para conseguirlos, han tenido que vender varios búfalos. La ceremonia de los funerales entraña variantes según se tengan en la campiña o en la ciudad, se pertenezca a una familia rica o a una familia pobre. Así, una familia rica a veces contrata una orquesta para acompañar al muerto.
            Después de llegar al lugar de cremación, se prepara la pira funeraria y se cava una fosa. Un terreno seleccionado es purificado y se recitan fórmulas para espantar fantasmas y demonios. Los detalles del tipo de madera para la pira, el tamaño y disposición de la pira, y otros detalles relacionados están especificados en los textos sagrados, y nada es dejado al azar o al capricho de los deudos. El crematorio se llama Shmashana (en sánscrito), y, tradicionalmente, se encuentra cerca de un río, si no en la orilla del río en sí. Allí, una pira se prepara, en la que el cadáver se coloca con sus pies hacia el sur, por lo que la persona muerta se puede caminar en la dirección de los muertos. Las joyas, en su caso, se eliminan.
            Cuando el cuerpo queda depositado, los presentes arrojan varitas de incienso, velas, flores. El oficiante, un brahmán, retira de la pira tres trozos de madera. Y, al mismo tiempo, recita los siguientes votos, sacados de los Upanishads: «Que el ojo vaya al sol, el aliento al viento, ve al cielo, a la tierra conforme a las reglas, ve a las aguas si ése es tu destino, entra en las plantas con tus miembros». El fuego avivado por aspersiones de ghee, mantequilla refinada, lleva el «sí mismo», el atman, hacia el brahmán, el «paraíso», por así decir, si no va a otro cuerpo
            Seguidamente, los miembros de la familia, que han llevado ofrendas de alimentos, dan la vuelta tres veces al lugar de la cremación en el sentido de la prasan/a (el sentido nefasto exigido durante los ritos funerarios y el culto ancestral), en el sentido contrario a la pradakshina (circunambulación ritual en el sentido fasto que se practica teniendo siempre a su derecha la divinidad o el objeto a los que se rinden culto), y, en consecuencia, teniendo a su izquierda la hoguera. Una vez que el cuerpo se ha quemado y las cenizas enfriadas, se recogen éstas, y los huesos que no se han reducido a cenizas se lavan con agua lustral, cúrcuma o leche de coco. Uno o dos días después del funeral, la cabeza del duelo vuelve a la cremación para recoger los restos mortales y los puso en una urna. Estos restos se sumergen en un río. Los que pueden permitírselo pueden ir para seleccionar lugares como Varanasi , Haridwar , Allahabad , Sri Rangam , Brahmaputra , con ocasión de Ashokastami y Kanya Kumari para llevar a cabo este rito de la inmersión de los restos mortales.
            Los dom arrojan al río las cenizas aún humeantes y a veces el cuerpo a medio calcinar. Y, a continuación, rastrillan el suelo fangoso para recuperar las alhajas de los muertos. Se ha visto que el cadáver del sadhu era directamente arrojado al agua. E igualmente el cuerpo de un niño muerto y el del leproso. Pero con respecto a este último caso, si no se quema es a fin de que no pueda rencarnarse, porque es considerado impuro por su enfermedad.

 

Nacho Padró

La Cremación y su sentido en el Hinduismo.


La cremación tiene un origen oscuro. Esta manera de tratar el cuerpo de los difuntos no es original ni del hinduismo ni del budismo. Está atestiguada ya, en el antiguo Neolítico, en asentamientos del Vietnam del Norte donde los thais guardan las cenizas de sus difuntos en cofres agrupados en el bosque. El mundo indio y los países indianizados del Sudeste asiático, en la mayoría de los casos, incineran a los muertos y recogen sus restos. La cremación acelera la disolución de la envoltura carnal. Cada elemento corporal retorna a la parte correspondiente de la naturaleza.
En la tradición hindú, la cremación se concibe hoy como el último sacrificio del difunto, etimológicamente «la última ofrenda» -antyaisti-. El fuego de la hoguera va a consumir al individuo en cuanto forma transitoria del ser, ya que su atman se seguirá reencarnando de existencia en existencia. La muerte sólo es un paso, mejor, un renacimiento por el fuego.
            Sin embargo, el hindú que se ha mantenido fiel a sus obligaciones religiosas va a renacer al mundo divino, que es también el mundo de sus ancestros. Él va a escapar a la turbulencia de los nuevos nacimientos, puesto que el «sí mismo», el «atman», se ha fundido con la esencia universal, que es el brahmán, e, identificándose con Él, va a acceder a la inmortalidad: «Él va derecho al fuego, del fuego al día, del día a la quincena luminosa, de la quincena luminosa a los seis meses durante los cuales el sol sube al norte, de estos meses al año, del año al sol, del sol a la luna, de la luna al rayo. Allí, él es un ser que no es un ser humano y que lo lleva a brahmán. Tal es el camino en la vía de los dioses» (Chandogya Upanishad X, 1).
El monje errante -sadhu- no tiene que pasar por este rito porque ha cumplido ya con los ritos funerarios, antes de lanzarse a los caminos. Este «asceta», puesto que vive como un muerto viviente, ha roto así el círculo de las vidas y las muertes que se suceden indefinidamente.
            Este ritual se realiza también para que el alma se desapegue del cuerpo y no permanezca atada al plano físico en una forma sutil, como un fantasma, sino que pueda continuar su camino a un mundo mejor. Para designar el instante de la muerte, el hindú no habla de entregar el alma, sino de abandonar su cuerpo. Por este motivo en el hinduismo se crema el cadáver después de varios rituales. No hay registros en la escrituras sobre enterramientos en la antigüedad, aunque si hay registros de enterramientos acuáticos, es decir dejar el cadáver en un río sagrado, para que sea llevado en su fluir a un destino superior.
            En la actualidad los únicos casos en que se recomienda el enterramiento es en de los niños pequeños y en de las personas santas. En el primero porque se considera que los niños pequeños no tienen pecados, y en el caso de las personas que han alcanzado la iluminación espiritual ya no tienen identificación con el cuerpo material, y por lo tanto están desapegados del mismo. En algunas tradiciones se considera que debido a la autorrealización, su cuerpo se ha vuelto sagrado y no debe ser quemado.
            Para los hindúes el fuego se considera el mensajero de los devas, las ofrendas a los devas se realizan quemándolas en el fuego de sacrificio, por ese motivo se relaciona a la cremación del cadáver como una forma de pasaje de este mundo al mundo superior. También se cree que si el cuerpo viejo es quemado, el alma del difunto recibe uno nuevo en el plano celestial.
 

Nacho padró


La Muete en los Textos Védicos.


El Rig Veda, el principal documento de la literatura india, contiene un millar de himnos distribuidos en círculos o mándala. Estos himnos son oraciones dirigidas a las divinidades. Otros están consagrados a los sacramentos del matrimonio, y otros a los rituales de fuego, a la muerte…
            Por ejemplo, un texto védico, que describe un rito funerario, va acompañado de fórmulas de encantamiento, y su finalidad es impedir que el fantasma del difunto vuelva a la tierra y perturbe a los vivos. Dice esto: «¡Prosigue, oh muerte, esa ruta allá abajo, que es la tuya, distinta del camino de los dioses! ¡Yo te lo pido, a ti que tienes ojos, a ti que oyes, no lesiones a nuestros hijos ni a nuestros hombres!».
«Los vivos que ya están separados de los muertos…». Se leen también, en el Rig Veda, despedidas a los muertos y la invocación a la Tierra, diosa protectora: «Arrástrate a la tierra, tu Madre. ¡Esa tierra tan benéfica en los extensos dominios, virgen suave como la lana y dadora de un cuantioso salario! ¡Ojalá te pueda salvar ella del seno de la nada! ¡Haz una bóveda, oh tierra, no lo destruyas, sé para él acceso fácil y un buen descanso! Como una madre a su hijo, cúbrelo, oh tierra, con el paño de tu manto…».
Tengamos en cuenta que en la tradición antigua, contenida en los textos del Rig Veda, el difunto se encuentra con sus ancestros donde están con el dios de la muerte, Yama, que es también el primer ser humano que conoció la muerte. No se trata de renacimiento o reencarnación. Estas ideas no vieron la luz sino en los siglos VII-VI antes de Jesucristo.
            Otros upanishads hablan de la existencia de tres mundos: un mundo de aquí abajo: el mundo terrestre; un mundo de arriba: el mundo celeste; y un mundo crepuscular: el intermedio, el cual, se dice, corresponde a un estado de sueño que va de la consciencia a la inconsciencia. El espíritu vagabundea con sus fantasías entre las dos riberas, pero el alma pura, una vez más, va a seguir el camino de los dioses para ir al paraíso que corresponde a su nivel espiritual, porque los paraísos tierra, tu Madre. “¡Esa tierra tan benéfica en los extensos dominios, virgen suave como la lana y dadora de un cuantioso salario! ¡Ojalá te pueda salvar ella del seno de la nada! ¡Haz una bóveda, oh tierra, no lo destruyas, sé para él acceso fácil y un buen descanso! Como una madre a su hijo, cúbrelo, oh tierra, con el paño de tu manto…».
            La muerte aparece en la tradición hindú antigua como una desaparición momentánea de la tierra. No es un fin en sí, sino un estado transitorio. El atman, el «sí mismo» va a revivir en otro lugar. Tengamos en cuenta que en la tradición antigua, contenida en los textos del Rig Veda, el difunto se encuentra con son «estados de conciencia». El alma impura juzgada por Yama se dirige al infierno, donde se infligen penas de acuerdo con las faltas cometidas. Pero ni el paraíso ni el infierno son eternos. La muerte afecta sólo al cuerpo. Por eso la liturgia de los funerales se dirige al difunto, a su alma separada del cuerpo: «Ve, ve por los senderos antiguos por los que caminaron nuestros antepasados. Tú verás a los dos reyes que desean la ofrenda funeraria, Yama y Varuna; ve al cielo supremo a reunirte con los antepasados y Yama…». El «sí», atman, no perece. Lo atestiguan todos los textos. Sólo perece el cuerpo.
            En la Katha Upanishad, un joven brahmán, Naciketas, muerto brutalmente, llega al mundo de los muertos. Yama, no habiéndolo recibido, le ofrece que exponga tres deseos. Entre esos deseos se encuentra la cuestión de la muerte; él pregunta: ¿Qué es la muerte?, ¿qué es esa travesía? Desea con particular interés conocer lo que es y lo que significa esa travesía. Y se le da esta respuesta: «La muerte sólo es un rito. Superándose uno a sí mismo, se supera la muerte. La única manera de escapar a ella es vencerla. Hay que llegar a ser igual al atman divino…». Dicho de otra manera, la muerte es sólo un paso, la existencia también.


Nacho Padró



Antyeshty, el Smaskara de la ceremonia funeral


Al Antyeshty (literalmente, últimos ritos), a veces se denomina Antim Sanskar, son los rituales asociados con el funeral. Este samskara no se menciona en las listas de los samskaras en la mayoría de los grhyasutras y otros textos que hablan de los samskaras. Los detalles y procedimientos de este rito se dan en textos separados, tratando sólo con este tema. La razón para salir de este rito a cabo es que no se considera como un rito puro y auspicioso, y por lo tanto, no debe ser mencionado junto con los otros, los puros, los samskaras.
A nivel general, se condiera que este es el último samskara y consiste en la cremación del cadáver. Durante la vida, un hindú consagra su existencia mundana realizando diferentes rituales y ceremonias, en los momentos importantes de la misma. Al partir de este mundo, sus descendientes o herederos consagran su muerte para su futura felicidad en el próximo mundo. Este samskara, siendo post-morten, no es menos importante, porque para un hindú el valor del próximo mundo es superior al presente. En el Baudhayana Pitrimedha Sutras (3-1-4) dice: “es bien conocido que por medio de los Samskaras después del nacimiento se conquista este mundo; a través de los samskaras posteriores a la muerte se conquista el cielo.” Su atman va a dejar su cuerpo para ocupar entonces otro cuerpo y según, por ejemplo, la Bhagavad Gita, libro del Mahabharata, los últimos pensamientos del moribundo van a regir su nuevo nacimiento. Por eso Krishna dice a Arjuna: «En el momento de abandonar este mundo, cuando se deja el cuerpo y se muere, puesta toda la atención en uno mismo, se llega a lo que se es; a lo que se atiende en el momento de abandonar el cuerpo al término de los días, es precisamente a eso a lo que se accede y en lo que se convierte uno inevitablemente».

Nacho padró