Pero ¿se conoce la ubicación exacta del Arca de la Alianza? ¿Por qué buscarla bajo el Templo de Salomón? El médico, filósofo y astrónomo Maimónides atribuyó a un judío llamado Arabaita la frase siguiente: "Cuando Salomón mandó levantar su Templo pronosticó su destrucción e hizo construir una cueva secreta, muy profunda, donde Josías dio instrucciones de esconder el Arca de la Alianza". Esta cita parece indicar la ubicación exacta del legendario objeto y pudo, asimismo, haber inspirado a un grupo de aventureros que se embarcaron en una peligrosa expedición que en 1909 partió hacia Jerusalén con el propósito de localizar tan codiciada reliquia. Pero finalmente estos decididos expedicionarios acabarían provocando un grave incidente diplomático entre el Imperio otomano y el Reino Unido.
LA NOBLEZA FINANCIA EL PROYECTO Corría el año 1909 cuando un buque británico atracaba en el puerto de Jafa llevando consigo a un grupo de aventureros que tenía un claro objetivo en mente: encontrar el Arca de la Alianza. Su llegada a Tierra Santa era la culminación de un proyecto encabezado por el poeta y filólogo finlandés Valter Henrik Juvelius, el cual estaba convencido de poseer la clave necesaria para descubrir el Arca. Aquella clave era un código numérico basado en el número 7, que estaba hábilmente oculto en el libro de Ezequiel y que revelaba, según Juvelius (y un médium que apoyaba su teoría), la ubicación exacta de la sagrada reliquia.
Corría el año 1909 cuando una buque británico atracaba en el puerto de Jafa llevando consigo a un grupo de aventureros cuyo objetivo era encontrar el Arca de la Alianza.
Valter Juvelius ataviado al estilo árabe mientras participó de la Expedición Parker.
Foto: PD
Pero para emprender esta apasionante aventura, Juvelius necesitaba liquidez, así que buscó socios que se la pudieran proporcionar. Para ello, convenció a varios británicos ricos, algunos de ellos miembros de la aristocracia, para que se unieran a él y financiaran su increíble proyecto. Entre ellos se hallaba Montagu Brownlow Parker, quinto conde de Morley, que iba a ser quien se encargase de conseguir los permisos necesarios para excavar en Jerusalén (los cuales se obtuvieron gracias a jugosos sobornos), Consuelo Vanderbilt, duquesa de Marlborough, y el industrial estadounidense Philip Armour. A todos ellos, Juvelius consiguió sacarles 25.000 libras (aunque podría haber obtenido mucho más sino hubiera rechazado las ofertas de algunos inversores).
SOBORNOS Y FRUSTRACIÓN De este modo, en otoño de 1908 se constituyó una empresa bautizada con las iniciales de los principales participantes en tan ambiciosa aventura, JMPFW Ltd. Las letras correspondían a Juvelius, el ingeniero sueco Johan Millén, Montagu Brownlow Parker, el empresario George Fort y el capitán de barco Frederick Waughan. La empresa obtuvo el visto bueno del Imperio otomano, pero solamente a cambio de la mitad de las acciones de la empresa. Los expedicionarios se vieron obligados también a contratar los servicios de Hagop Makasdar, un intérprete recomendado directamente por el gran visir del sultán, quien, además, les asignó dos supervisores, Abdulaziz Mecdi Efendi y Habip Bey (futuros líderes del partido conservador).
Los expedicionarios se vieron obligados también a contratar los servicios de Hagop Makasdar, un intérprete recomendado directamente por el gran visir del sultán.
Imagen de Montagu Parker tomada hacia el año 1900.
Foto: PD
Una vez en Jerusalén, los trabajos de búsqueda empezaron de inmediato y se extendieron a lo largo de tres años. Durante todo aquel tiempo, los componentes de la conocida como "Expedición Parker" (llamada así por el conde de Morley) drenaron el túnel de Siloé e incluso cambiaron el curso del agua de la fuente de Gihón, uno de los principales puntos de suministro de la ciudad. Y aunque los aventureros lograron encontrar restos de cerámica, una antigua letrina, algunas tumbas y restos de fortificaciones (todo lo cual puso en alerta a otras expediciones que trabajaban en la zona), sin embargo la esquiva Arca de la Alianza seguía en paradero desconocido.
La noticia de estos intrincados trabajos de búsqueda llegó a oídos del barón Edmond de Rothschild, un banquero y filántropo francés que había subvencionado asentamientos judíos en la ciudad y que, disconforme con la idea de que el Arca de la Alianza y otros tesoros del rey Salomón pudieran acabar en manos gentiles (personas no judías), compró las tierras donde la Expedición Parker estaba excavando, prohibió el acceso a ellas y encargó su propia búsqueda al arqueólogo francés Raymond Weill.
Valter Juvelius en el interior del túnel excavado bajo el Templo de Jerusalén.
Foto: PD
Rothschild dio de plazo hasta el otoño de 1911 para que la Expedición Parker finalizara sus trabajos y luego tendrían que marcharse con todo su equipo. Pero los buscadores hicieron caso omiso y centraron sus excavaciones en el Monte del Templo. Mientras tanto, Juvelius y el resto de la expedición continuaron con su política de sobornos a las autoridades locales, entre ellas el gobernador otomano, Azmi Bey, y el guardián hereditario de la mezquita de al-Aqsa, el jeque Khalil al-Zanaf, para que les concedieran su autorización ya que estaban trabajando en una zona prohibida.
FRACASO Y HUIDA Una noche, los miembros de la expedición, que trabajaban disfrazados de árabes, fueron sorprendidos en el Monte del Templo por un guardia al que no habían logrado sobornar. Las autoridades consideraron aquel acto una tremenda afrenta y un sacrilegio para todos los judíos y musulmanes , ya que aquel era un lugar sagrado para ambas confesiones. Tras el escándalo mayúsculo, y con las autoridades tras ellos, los miembros de la Expedición Parker huyeron a bordo de un yate. Mientras tanto, no hacía más que crecer el rumor de que se llevaban consigo los tesoros del rey Salomón, entre ellos el Arca. El clamor popular se tradujo en huelgas y manifestaciones en contra de las autoridades locales y occidentales por lo ocurrido, lo que provocó que se tuviera que convocar una comisión de investigación que acabó dictaminando la destitución de Azmi Bey y de Khalil al-Zanaf.
Una noche, los miembros de la expedición, que estaban trabajando de noche y disfrazados de árabes en el Monte del Templo, fueron sorprendidos por un guardia al que no habían logrado sobornar.
Artículo del periódico El Paso Herald haciéndose eco de la noticia.
Foto: PD
De nuevo en Gran Bretaña, Parker se defendió de quienes lo acusaban de haber realizado un trabajo poco científico, pero cuando las aguas volvieron a su cauce, en 1911 solicitó de nuevo un permiso para volver a Jerusalén, algo que finalmente no pudo hacer porque las autoridades locales le denegaron la entrada. Decepcionado, Parker acudió de nuevo al gobierno de Constantinopla para intentar solucionar el problema, mientras Raymond Weill, el arqueólogo francés contratado por el barón de Rostchild, empezaba sus excavaciones de manera oficial. Finalmente, en 1914, Montagu Parker se reincorporó al ejército tras el estallido de la Primera Guerra Mundial , y aunque nunca consiguió descubrir el paradero del Arca de la Alianza, sí logró ser considerado un héroe ya que fue condecorado con la Croix de Guerre francesa, aunque al parecer nunca llegó a entrar en combate.
Por su parte, Juvelius regresó a su país en 1910 y retomó su trabajo como director de la biblioteca municipal de la ciudad de Vyborg. Unos años después, en 1916, y bajo el pseudónimo de Heikki Kenttä, Juvelius publicó un libro de cuentos titulado Valkoinen kameeli (El camello blanco y otras historias de Oriente), uno de cuyos relatos, La verdad sobre la profanación de la mezquita de Omar , era una recreación personal de lo ocurrido en Jerusalén unos años atrás.
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