Los ingleses del XVII inventaron la máquina de vapor. La eolípila, el primer "motor de vapor", fue inventada por Herón de Alejandría en el siglo I después de Cristo. Sí, era una esfera rellena de agua que, al calentarla, giraba; pero no es nada arriesgado decir que los científicos romanos tenían la máquina de vapor de Thomas Savery al alcance de la mano. Como lo tuvieron el navarro Jerónimo de Ayanz, Florence Rivault, Taqui ad-Din o Giovanni Branca.
Los ingleses, en todo caso, cogieron todo eso que estaba flotando en el ambiente y le sacaron el máximo partido: la revolución industrial cambió el mundo gracias a ella. Como decía Víctor Hugo, "no hay nada más poderoso en el mundo que una idea a la que le ha llegado su momento". Y eso es importante porque "sin su momento", las ideas no son nada. ¿Pasa igual con la religión?
Mahoma no fue el primero. Mahoma no fue el primer predicador monoteísta de la península arábiga. Entre cultos paganos, judíos, cristianos y zoroastrianos, en la Arabia preislámica hubo un grupo de movimientos religiosos que intentaron "volver a la religión verdadera de Abraham, a quien no consideraban ni judío ni cristiano, sino un monoteísta puro: sino un hanif (de la raíz árabe hnf, que significa «apartarse de», en el sentido de aquel que se aparta de la idolatría)".
No fue un proyecto sencillo y, de hecho, la mayoría de los predicadores hanifistas acabaron convertidos a la otra gran fe proselitista del momento, el cristianismo. Pero algunos, especialmente Zaid Ibn Amr siguieron trabajando y consiguieron crear pequeños núcleos de creyentes en todas las ciudades importantes de Arabia. La pregunta que muchos se han hecho es ¿porque fracasaron donde Mahoma triunfó.
¿Por qué triunfó Mahoma? Más allá del carisma y la determinación del profeta, los investigadores llevan años tratando de encontrar factores que ayuden a entender el auge del Islam. Ahora un equipo de la Universidad de Basilea acaba de encontrar un factor clave para entender lo que pudo haber pasado. Y es que el análisis de las capas de una estalagmita de la cueva Al Hoota (en la actual Omán) muestran que hubo una enorme sequía los años previos al inicio del trabajo de Mahoma.
La gran sequía. Pero, para entenderlo, debemos coger algo de perspectiva. No es difícil, aún hoy en día, encontrar los rastros del reino de Himyar en las mesetas de Yemen. Gracias a un sistema de riego particularmente sofisticado, consiguieron transformar una región semidesértica en una enorme sucesión de campos fértiles que lo convirtieron en toda una potencia regional. Pero a finales del siglo VI algo cambió.
Ahora sabemos que lo que cambió fue el agua: la falta de agua destrozó una de las estructuras políticas más exitosas de región y ocasionó una serie de hambrunas, guerras y conflictos que convirtieron la península arábiga en un infierno. En esas condiciones, el Islam encontró su caldo de cultivo perfecto. Como Reza Aslan ha sostenido en varias ocasiones: Mahoma fue, sobre todo, un reformador social que usó una exitosa ideología religiosa para subvertir las injustas estructuras de poder de la Arabia de su tiempo.
"Solo hay un Dios". Evidentemente, esto no quiere decir que la sequía provocara directamente el surgimiento del Islam; “sin embargo, fue un factor importante en el contexto de los levantamientos en el mundo árabe del siglo VI”, explicaba Dominik Fleitmann.“La población estaba pasando por grandes penurias como resultado del hambre y la guerra. Esto significó que el Islam encontró un terreno fértil: la gente buscaba una nueva esperanza, algo que pudiera unir a las personas nuevamente como sociedad. La nueva religión ofrecía esto”.
El largo plazo; siempre el largo plazo. “Cuando pensamos en eventos climáticos extremos, a menudo pensamos únicamente en un período corto después, limitado a unos pocos años”, explica Fleitmann. A menudo se pasa por alto el hecho de que los cambios en el clima pueden llevar a la desestabilización de los estados, cambiando así el curso de la historia. ¿Qué nacerá a largo plazo de nuestra crisis climática actual?
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