La entrevista comienza bien: no la estamos haciendo en cuclillas. Juan Luis Arsuaga tiene cierta aversión a las sillas: "No me hables de las sillas. Las sillas son, junto con el azúcar refinada, el peor invento de la humanidad. Lo normal en el ser humano, cuando se reúne con los otros para charlar o para comer, es permanecer en cuclillas, sin que las nalgas lleguen a tocar el suelo. 'Descanso activo', así se llama porque hay una tensión muscular muy saludable. Cuando tus hijos eran pequeños, ¿no te costó que aceptaran sentarse en el orinal para hacer caca?", le espeta a Juan José Millás en su nuevo libro conjunto. Él admite que así fue.
Pero en todo caso ahora estamos en cómodos sofás. "Imagine una entrevista en cuclillas, yo apoyado en el hombro de Arsuaga", ríe Millás. Y el paleontólogo de Atapuerca apunta que cuando llegó Burger King a China la cadena de comida rápida tenía taburetes "pero hay una foto famosa en la que la gente se ponía de cuclillas encima del taburete en vez de sentarse".
Ya sin bromas, ¿es un día extraño para hablar de un libro sobre la muerte? Ucrania está rodeada. Apenas 24 horas después comenzarán los bombardeos y la invasión rusa, pero todo parece aún posible, incluso contra toda evidencia en el terreno. Y la entrevista es por el nuevo libro a cuatro manos de Arsuaga y Millás, La muerte contada por un sapiens a un neandertal(Alfaguara), un relato repleto de humor, de visitas a científicos y de pruebas reales a los propios autores: Millás descubre que su edad biológica es 50 años, un cuarto de siglo a su favor, mientras que la de Arsuaga es justo la que tiene en ese momento, la cronológica, 66.
Un libro que atraviesa dietas, enfermedades crónicas y animales de eterna juventud como los ajolotes -que fueron estudiados por el gran biólogo Julian Huxley, hermano del autor de Un mundo feliz- y que está repleto de reflexiones sobre para qué sirve la muerte y hasta para quién practicamos el sexo. "El follador es un tipo muy orgulloso de sí mismo y ni siquiera sabe para quién folla", apunta en el libro Millás.
Pero, de nuevo, ¿es un día extraño para hablar de la muerte a punto de lo que puede ser una guerra? "Esa es muerte de fuera a dentro", replica Arsuaga. "En el libro se distinguen dos tipos de muertes, la que viene de fuera, y un misil viene de fuera, y la que viene de dentro, las enfermedades crónicas, asociadas a la edad. La muerte que sale de dentro de ti". "Lo que no sabemos -tercia Millás- es de qué se muere más, si de la de dentro o de la de fuera, dada la historia de la humanidad -y ahora suena profético- es posible que se haya muerto más de la de fuera que de la de dentro". "De hecho la tesis del libro -vuelve Arsuaga- es que en el pasado la muerte que viene de dentro no existía porque la muerte de fuera acababa con la gente antes de que tuvieran tiempo de manifestarse esas enfermedades".
"Es la teoría de las copas de cristal: no te da tiempo a morir de muerte de dentro porque antes has tenido un accidente, ha habido una guerra, has pasado una hambruna... Las muertes que se están produciendo en ucrania, porque ya ayer hubo varios muertos son de las de fuera a dentro que forman parte de la historia de la humanidad", precisa Millás. "Y de la naturaleza", remacha Arsuaga.
Si su anterior libro a cuatro manos se tituló La vida contada por un sapiens a un neandertal, este en realidad fácilmente podría haberse titulado El sentido de la vida. "Pero habría parecido un libro de autoayuda, y entonces Arsuaga se habría suicidado porque si algo predica Arsuaga es que no hay sentido", se divierte Millás. "No te lo digo yo, es que las bases de la revolución científica en el XVII, cuando se funda la ciencia moderna, al hilo del redescubrimiento del libro de Lucrecio, el materialismo, la premisa número uno para la investigación científica es que en la naturaleza no hay propósitos, no hay sentido. El volcán de la Palma no tiene ningún objetivo, es el resultado de fuerzas mecánicas. Y si no hay propósito, no hay sentido. Las cosas que no tienen propósito, ¿qué sentido tienen?", apunta el paleontólogo.
"Antes la gente tenía miedo de lo que venía después de la muerte, estaban acojonados, ahora tiene miedo de que no haya nada"
"Pero la falta de sentido en filosofía conduce al existencialismo y en las ciencias conduce al epicureísmo", reflexiona Millás. "Bueno, claro, porque el epicureísmo es el atomismo, el estudio de la naturaleza de las cosas", dice Arsuaga. "La aceptación de que todo es producto del azar", tercia Millás. "Es que fíjate, es muy curioso cómo ha cambiado el planteamiento del mundo griego al mundo moderno. Epicuro lo que quiere combatir es el temor a lo que hay después de la muerte. En la época de los griegos, y no digamos los egipcios, y no digamos los cristianos en la Edad Media, el panorama de después de la muerte era preocupante. Epicuro llega y dice: ¡No os preocupéis que luego no hay nada' y la gente dice, '¡Menos mal!', y respiran aliviados. Para los egipcios, cuando te morías, Anubis pesaba tu corazón en una balanza y ese corazón, representación de tus buenas acciones, tenía que ser más ligero que una pluma", dice Arsuaga alargando la u.
"Estaban todos acojonados. En la Odisea Ulises visita a Aquiles en el Hades. Sale espantado. En la Edad Media te decían que si no te comportabas de acuerdo con la religión y los preceptos te condenarías", insiste Arsuaga. "¡A fuego eterno!", apostilla Millás. "Imagine cuando Epicuro llega y dice 'no os preocupéis que no hay nada': todos saltan '¡bieeeen!'. Ahora como esos temores religiosos ya no están en nuestro imaginario decimos '¡pues qué mal!'. Imagine cómo ha cambiado la cosa. En la religión católica ha desaparecido el infierno...", sigue Arsuaga. "Y el purgatorio, que era un mal menor pero donde pasabas unos cuantos años abrasándote", suspira Millás. "Ahora ya eso no es un alivio", reconoce Arsuaga. "Las religiones tradicionales cumplen más en Occidente una función socializante, sigue bautizando a los hijos o se casa como acto social. Pero empiezan a pedirle a la ciencia las cosas que antes les pedían a las religiones, deme usted la vida eterna, quíteme usted la muerte", se lanza Millás. Y Arsuaga se lo concede: "Sí, claro".
"Y la ciencia colabora porque hay médicos que dicen que la vejez es reversible y quela muerte es una enfermedad que se puede curar", remata Millás. "Hay una frase famosa de Napoleón con su general Murat, el que reprimió el 2 de mayo. Pasó un cura por delante y Murat dijo: 'Pobre hombre, pensar que se cree que hay otra vida'. napoleón le dijo: 'Mira, si no hay otra vida, a ese hombre no le va a pasar nada, ahora que como haya, a ti...", ríe Arsuaga.
Pero ahora que se ha perdido el miedo que haya algo tras la muerte, asume Millás, "no hay perdido poder el deseo de trascendencia, tan antiguo como la conciencia". "Es el instinto de conservación", describe Arsuaga. "A mí me interesa mucho ese momento -se embala Millás- que está en Atapuerca, ese momento de hace 300.000 años, de tránsito entre el homínido que aún no es autoconsciente, aunque sea capaz de fabricar herramientas, a la autoconsciencia. Ese momento en que se muere el abuelo y en lugar de comérselo lo entierran y ponen una piedra encima. Ahí hay un deseo o una creencia de que hay una trascendencia".
"Ese momento me interesa muchísimo -prosigue-, y se lo digo mucho a Arsuaga y no me da respuestas, fue un proceso pero yo lo imagino como un momento. ¿Cómo aparece esa singularidad que llamamos consciencia, aparece en uno del grupo? ¿Y ese uno del grupo empieza a ver cosas que los demás no ven y tiene que fingir que no las ve para no convertirse en un bicho raro?".
Y el escritor se traslada a una de sus aficiones. "Imagine que en un hormiguero una hormiga adquiera conciencia y diga: 'Hostia, qué tonterías estamos haciendo aquí todo el día, para arriba, para abajo'. Yo tuve un hormiguero artificial porque me llaman mucho la atención los hormigueros. Tienen cementerios donde llevan los cadáveres, el sitio del grano, una basura, una organización social perfecta. No debí cuidarlo bien, quizá era la humedad, y mi hormiguero se iba muriendo. Pero las hormigas seguían haciendo las mismas tonterías que cuando no había ningún muerto, y llegó un momento que quedaba una hormiga y seguía haciendo las mismas tonterías que cuando estaban todas vivas", narra, y transcrito nueve días después de la invasión de Ucrania tiene extraños ecos.
"En la prehistoria los mayores sabían que eran un obstáculo para el grupo nómada y se sacrificaban por él"
También los tiene la reflexión sobre para qué sirve la muerte que hace Arsuaga. "La muerte en ocasiones tiene sentido en el más noble de los sentidos de la palabra. Te sacrificas por otro. Era la manera de abordar el tema de la muerte en la prehistoria, porque los mayores tenían la constancia de que eran un obstáculo para el grupo, porque no podían ir arrastrando inválidos en sociedades nómadas. Cuando llegaba el momento que eras una carga te quedabas atrás y es lo que habías visto hacer a tu padre y le dabas un valor y un sentido en relación con el grupo. Siempre ha existido eso en el ser humano".
"En el mundo científico se debate si la muerte está programada o no. Desgraciadamente pocos creen que lo esté", dice Arsuaga
Pero, prosigue el paleontólogo, "en los animales cabe preguntarse si la muerte está programada o no. Las etapas de la vida están todas programadas: naces a los nueve meses, la lactancia dura como máximo tres años, luego una etapa infantil dependiente de la madre, luego una etapa en que necesitas que te den la alimentación, luego viene la adolescencia, luego la edad adulta y la reproducción, luego la menopausia. Y luego viene la muerte. Es lo que dice el Eclesiastés. Hay un tiempo para cada cosa. La muerte hay que aceptarla como una parte de la vida. es una programación, de Dios o de la biología, da igual. Y es un tema científico que se debate: si la muerte está programada o no".
"Si lo está, tendría que beneficiar a la comunidad, la especie, la biosfera. Se ha especulado con que puede estarlo, lo cual sería maravilloso porque sería responsable un gen solo. Si fuera obsolescencia programada esa muerte se podría hackear. Desgraciadamente pocos biólogos creen en la muerte programada. No tiene siquiera sentido biológico, tiene explicación, causa, pero ni siquiera beneficia a nadie". ¿Tenemos encima una muerte absurda? "Absurda no, porque el ser humano puede encontrar en la muerte un sentido", dice. E ironiza sobre nuestras actitudes: "Cuando se muere alguien muy importante el que le rinde homenaje dice, por ejemplo, 'porque Millás, donde quiera que esté' y mira para arriba. ¡Si no está en ningún sitio". "Y encima son todos ateos", ríe Millás.
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