el 24 de abril del año 1892, moría en Barcelona Josep Maria Bocabella Verdaguer, un librero y filántropo bastante desconocido para el público en general, pero que ha pasado a la historia por ser el promotor y primer mecenas de la basílica de la Sagrada Familia de Barcelona. Cuando inició este magno proyecto, en 1882, Bocabella era el propietario de uno de los comercios más importantes y prestigiosos de la Ciudad Condal: la librería e imprenta Vídua de Pla, fundada en 1794, que en aquellos momentos estaba ubicada entre las calles de Cotoners y Princesa.
La entrevista comienza bien: no la estamos haciendo en cuclillas. Juan Luis Arsuaga tiene cierta aversión a las sillas: "No me hables de las sillas. Las sillas son, junto con el azúcar refinada, el peor invento de la humanidad. Lo normal en el ser humano, cuando se reúne con los otros para charlar o para comer, es permanecer en cuclillas, sin que las nalgas lleguen a tocar el suelo. 'Descanso activo', así se llama porque hay una tensión muscular muy saludable. Cuando tus hijos eran pequeños, ¿no te costó que aceptaran sentarse en el orinal para hacer caca?", le espeta a Juan José Millás en su nuevo libro conjunto. Él admite que así fue.
Pero en todo caso ahora estamos en cómodos sofás. "Imagine una entrevista en cuclillas, yo apoyado en el hombro de Arsuaga", ríe Millás. Y el paleontólogo de Atapuerca apunta que cuando llegó Burger King a China la cadena de comida rápida tenía taburetes "pero hay una foto famosa en la que la gente se ponía de cuclillas encima del taburete en vez de sentarse".
Ya sin bromas, ¿es un día extraño para hablar de un libro sobre la muerte? Ucrania está rodeada. Apenas 24 horas después comenzarán los bombardeos y la invasión rusa, pero todo parece aún posible, incluso contra toda evidencia en el terreno. Y la entrevista es por el nuevo libro a cuatro manos de Arsuaga y Millás, La muerte contada por un sapiens a un neandertal(Alfaguara), un relato repleto de humor, de visitas a científicos y de pruebas reales a los propios autores: Millás descubre que su edad biológica es 50 años, un cuarto de siglo a su favor, mientras que la de Arsuaga es justo la que tiene en ese momento, la cronológica, 66.
Un libro que atraviesa dietas, enfermedades crónicas y animales de eterna juventud como los ajolotes -que fueron estudiados por el gran biólogo Julian Huxley, hermano del autor de Un mundo feliz- y que está repleto de reflexiones sobre para qué sirve la muerte y hasta para quién practicamos el sexo. "El follador es un tipo muy orgulloso de sí mismo y ni siquiera sabe para quién folla", apunta en el libro Millás.
Pero, de nuevo, ¿es un día extraño para hablar de la muerte a punto de lo que puede ser una guerra? "Esa es muerte de fuera a dentro", replica Arsuaga. "En el libro se distinguen dos tipos de muertes, la que viene de fuera, y un misil viene de fuera, y la que viene de dentro, las enfermedades crónicas, asociadas a la edad. La muerte que sale de dentro de ti". "Lo que no sabemos -tercia Millás- es de qué se muere más, si de la de dentro o de la de fuera, dada la historia de la humanidad -y ahora suena profético- es posible que se haya muerto más de la de fuera que de la de dentro". "De hecho la tesis del libro -vuelve Arsuaga- es que en el pasado la muerte que viene de dentro no existía porque la muerte de fuera acababa con la gente antes de que tuvieran tiempo de manifestarse esas enfermedades".
"Es la teoría de las copas de cristal: no te da tiempo a morir de muerte de dentro porque antes has tenido un accidente, ha habido una guerra, has pasado una hambruna... Las muertes que se están produciendo en ucrania, porque ya ayer hubo varios muertos son de las de fuera a dentro que forman parte de la historia de la humanidad", precisa Millás. "Y de la naturaleza", remacha Arsuaga.
Si su anterior libro a cuatro manos se tituló La vida contada por un sapiens a un neandertal, este en realidad fácilmente podría haberse titulado El sentido de la vida. "Pero habría parecido un libro de autoayuda, y entonces Arsuaga se habría suicidado porque si algo predica Arsuaga es que no hay sentido", se divierte Millás. "No te lo digo yo, es que las bases de la revolución científica en el XVII, cuando se funda la ciencia moderna, al hilo del redescubrimiento del libro de Lucrecio, el materialismo, la premisa número uno para la investigación científica es que en la naturaleza no hay propósitos, no hay sentido. El volcán de la Palma no tiene ningún objetivo, es el resultado de fuerzas mecánicas. Y si no hay propósito, no hay sentido. Las cosas que no tienen propósito, ¿qué sentido tienen?", apunta el paleontólogo.
"Antes la gente tenía miedo de lo que venía después de la muerte, estaban acojonados, ahora tiene miedo de que no haya nada"
"Pero la falta de sentido en filosofía conduce al existencialismo y en las ciencias conduce al epicureísmo", reflexiona Millás. "Bueno, claro, porque el epicureísmo es el atomismo, el estudio de la naturaleza de las cosas", dice Arsuaga. "La aceptación de que todo es producto del azar", tercia Millás. "Es que fíjate, es muy curioso cómo ha cambiado el planteamiento del mundo griego al mundo moderno. Epicuro lo que quiere combatir es el temor a lo que hay después de la muerte. En la época de los griegos, y no digamos los egipcios, y no digamos los cristianos en la Edad Media, el panorama de después de la muerte era preocupante. Epicuro llega y dice: ¡No os preocupéis que luego no hay nada' y la gente dice, '¡Menos mal!', y respiran aliviados. Para los egipcios, cuando te morías, Anubis pesaba tu corazón en una balanza y ese corazón, representación de tus buenas acciones, tenía que ser más ligero que una pluma", dice Arsuaga alargando la u.
"Estaban todos acojonados. En la Odisea Ulises visita a Aquiles en el Hades. Sale espantado. En la Edad Media te decían que si no te comportabas de acuerdo con la religión y los preceptos te condenarías", insiste Arsuaga. "¡A fuego eterno!", apostilla Millás. "Imagine cuando Epicuro llega y dice 'no os preocupéis que no hay nada': todos saltan '¡bieeeen!'. Ahora como esos temores religiosos ya no están en nuestro imaginario decimos '¡pues qué mal!'. Imagine cómo ha cambiado la cosa. En la religión católica ha desaparecido el infierno...", sigue Arsuaga. "Y el purgatorio, que era un mal menor pero donde pasabas unos cuantos años abrasándote", suspira Millás. "Ahora ya eso no es un alivio", reconoce Arsuaga. "Las religiones tradicionales cumplen más en Occidente una función socializante, sigue bautizando a los hijos o se casa como acto social. Pero empiezan a pedirle a la ciencia las cosas que antes les pedían a las religiones, deme usted la vida eterna, quíteme usted la muerte", se lanza Millás. Y Arsuaga se lo concede: "Sí, claro".
"Y la ciencia colabora porque hay médicos que dicen que la vejez es reversible y quela muerte es una enfermedad que se puede curar", remata Millás. "Hay una frase famosa de Napoleón con su general Murat, el que reprimió el 2 de mayo. Pasó un cura por delante y Murat dijo: 'Pobre hombre, pensar que se cree que hay otra vida'. napoleón le dijo: 'Mira, si no hay otra vida, a ese hombre no le va a pasar nada, ahora que como haya, a ti...", ríe Arsuaga.
Pero ahora que se ha perdido el miedo que haya algo tras la muerte, asume Millás, "no hay perdido poder el deseo de trascendencia, tan antiguo como la conciencia". "Es el instinto de conservación", describe Arsuaga. "A mí me interesa mucho ese momento -se embala Millás- que está en Atapuerca, ese momento de hace 300.000 años, de tránsito entre el homínido que aún no es autoconsciente, aunque sea capaz de fabricar herramientas, a la autoconsciencia. Ese momento en que se muere el abuelo y en lugar de comérselo lo entierran y ponen una piedra encima. Ahí hay un deseo o una creencia de que hay una trascendencia".
"Ese momento me interesa muchísimo -prosigue-, y se lo digo mucho a Arsuaga y no me da respuestas, fue un proceso pero yo lo imagino como un momento. ¿Cómo aparece esa singularidad que llamamos consciencia, aparece en uno del grupo? ¿Y ese uno del grupo empieza a ver cosas que los demás no ven y tiene que fingir que no las ve para no convertirse en un bicho raro?".
Y el escritor se traslada a una de sus aficiones. "Imagine que en un hormiguero una hormiga adquiera conciencia y diga: 'Hostia, qué tonterías estamos haciendo aquí todo el día, para arriba, para abajo'. Yo tuve un hormiguero artificial porque me llaman mucho la atención los hormigueros. Tienen cementerios donde llevan los cadáveres, el sitio del grano, una basura, una organización social perfecta. No debí cuidarlo bien, quizá era la humedad, y mi hormiguero se iba muriendo. Pero las hormigas seguían haciendo las mismas tonterías que cuando no había ningún muerto, y llegó un momento que quedaba una hormiga y seguía haciendo las mismas tonterías que cuando estaban todas vivas", narra, y transcrito nueve días después de la invasión de Ucrania tiene extraños ecos.
"En la prehistoria los mayores sabían que eran un obstáculo para el grupo nómada y se sacrificaban por él"
También los tiene la reflexión sobre para qué sirve la muerte que hace Arsuaga. "La muerte en ocasiones tiene sentido en el más noble de los sentidos de la palabra. Te sacrificas por otro. Era la manera de abordar el tema de la muerte en la prehistoria, porque los mayores tenían la constancia de que eran un obstáculo para el grupo, porque no podían ir arrastrando inválidos en sociedades nómadas. Cuando llegaba el momento que eras una carga te quedabas atrás y es lo que habías visto hacer a tu padre y le dabas un valor y un sentido en relación con el grupo. Siempre ha existido eso en el ser humano".
"En el mundo científico se debate si la muerte está programada o no. Desgraciadamente pocos creen que lo esté", dice Arsuaga
Pero, prosigue el paleontólogo, "en los animales cabe preguntarse si la muerte está programada o no. Las etapas de la vida están todas programadas: naces a los nueve meses, la lactancia dura como máximo tres años, luego una etapa infantil dependiente de la madre, luego una etapa en que necesitas que te den la alimentación, luego viene la adolescencia, luego la edad adulta y la reproducción, luego la menopausia. Y luego viene la muerte. Es lo que dice el Eclesiastés. Hay un tiempo para cada cosa. La muerte hay que aceptarla como una parte de la vida. es una programación, de Dios o de la biología, da igual. Y es un tema científico que se debate: si la muerte está programada o no".
"Si lo está, tendría que beneficiar a la comunidad, la especie, la biosfera. Se ha especulado con que puede estarlo, lo cual sería maravilloso porque sería responsable un gen solo. Si fuera obsolescencia programada esa muerte se podría hackear. Desgraciadamente pocos biólogos creen en la muerte programada. No tiene siquiera sentido biológico, tiene explicación, causa, pero ni siquiera beneficia a nadie". ¿Tenemos encima una muerte absurda? "Absurda no, porque el ser humano puede encontrar en la muerte un sentido", dice. E ironiza sobre nuestras actitudes: "Cuando se muere alguien muy importante el que le rinde homenaje dice, por ejemplo, 'porque Millás, donde quiera que esté' y mira para arriba. ¡Si no está en ningún sitio". "Y encima son todos ateos", ríe Millás.
los montañosos valles del sur del Cáucaso, envueltos en espesas nieblas, han sido testigo de la actividad humana desde hace miles de años, aunque no ha sido hasta hace bien poco cuando la arqueología ha empezado a explorar sus misterios. Desde el hallazgo de una cueva en la que aparecieron el zapato y la instalación de elaboración de vino más antiguos del mundo, hasta la localización de la antigua ciudad de Tushpa, la capital del reino de Urartu que dominó la región entre los siglos IX-VIII a.C., durante las últimas cuatro décadas la zona ha despertado un enorme interés tanto en el mundo académico como entre el público en general. Pero en aquella lejana región existe un lugar que destaca entre todos por sus misteriosos orígenes: el complejo megalítico de Zorats Karer.
Hallan los restos de una mujer romana enterrada en la necrópolis megalítica de Panoría. Europa Press
Un equipo de investigación de la Universidad de Granada (UGR) ha hallado los restos de una mujer romana enterrada en la necrópolis megalítica de Panoría (Granada) que falleció en torno al siglo V d.C, es decir, más de 2.600 años después del abandono de este lugar sagrado.
La necrópolis megalítica de Panoría se localiza en el extremo más oriental de Sierra Harana, en la localidad granadina de Darro, y fue utilizada entre los años 3600 y 2100 antes de Cristo. Pasados miles de años desde su construcción y uso funerario, la necrópolis fue reutilizada en época romana. Esta necrópolis consta de, al menos, 19 sepulturas, de las que nueve han sido excavadas en los años 2015 y 2019 por Grupo de Investigación ‘GEA. Cultura material e identidad social en la Prehistoria Reciente en el sur de la Península Ibérica’ del departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada.
Se trata de monumentos megalíticos formados por cámaras funerarias de forma trapezoidal a las que se accede por cortos pasillos. En su interior se han registrado numerosos restos antropológicos y ajuares funerarios. En concreto, se han estudiado más de 55.000 restos que pertenecen a hombres, mujeres y niños. La datación radiocarbónica de estos restos muestra que la necrópolis fue usada durante breves pero intensos periodos funerarios.
Su construcción y primer uso se realizó entre el 3600 y 3500 a.C., en época neolítica cuando este tipo de monumentos era típico. Posteriormente y tras un largo periodo de inactividad funeraria, las sepulturas fueron de nuevo utilizadas en los siglos 25 y 21 a.C. durante cortos periodos temporales de no más de 100 años. Aproximadamente en torno a 2100 a.C.la necrópolis fue abandonada, aunque no olvidada.
Excavaciones
«Durante el proceso de excavación se produjo un hallazgo sorprendente: en el exterior de la cámara funeraria de la que conocemos como sepultura 15 se registró una fosa en la que se depositaron cuidadosamente los restos de un cráneo y sobre él dos huesos largos, un húmero y una tibia», explica Gonzalo Aranda Jiménez, del departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada y autor principal de la investigación.
El estudio antropológico demostró que el cráneo pertenecía a una mujer que murió entre los 18 y 25 años, y la datación radiocarbónica evidenció que su fecha de muerte se situaba en el siglo v d.C. en lo que se conoce como Antigüedad Tardía. Esto significaba que, pasados más de dos mil de años de su abandono, la necrópolis fue reutilizada en época romana.
«En realidad, no fue una práctica funeraria propiamente dicha, sino un ritual que implicó la deposición de restos óseos ya esqueletizados y no de un individuo recién fallecido. Desconocemos las razones por las que los restos de esta mujer se enterraron en Panoría, una necrópolis megalítica de época prehistórica. Lo que sí parece evidente es la importancia que debió tener como lugar sagrado, probablemente conectado con la historia y memoria de las comunidades locales que habitaron la cuenca de Guadix», apunta Margarita Sánchez Romero, otra de las autoras del trabajo.
los habitantes de la ciudad más antigua del mundo, Çatal Hüyük, al sur de la península de Anatolia, realizaban unos rituales funerarios misteriosos y sorprendentes: algunos esqueletos eran exhumados al cabo de los años y sus huesos eran pintados y enterrados de nuevo varias veces, en ocasiones enterraban algunos cadáveres dentro de las propias viviendas. En las paredes de las casas en los que han aparecido estos restos humanos tintados también se han encontrado rastros de pinturas murales que parecen de alguna manera asociadas a los enterramientos.
En 2001 un grupo de arqueólogos encabezados por William Saturnodescubrió una nueva ciudad maya semioculta en la selva de El Petén, en Guatemala. El lugar conocido como San Bartolo destacaba por su pirámide construida en fases sucesivas, una sobre otra. La llamaron Las Pinturas, así en español, por uno de los tesoros que encontraron en la primera cámara: murales pintados en vivos colores que recuerdan a los frescos de la Pompeya romana. Entre ilustraciones de sus dioses y el origen del mundo, había una de las primeras muestras de la escritura de la civilización mesoamericana. Ahora, se ha identificado la primera referencia al calendario maya en dos fragmentos de mural encontrados en lo más profundo de Las Pinturas. El hallazgo muestra que los mayas organizaban el tiempo de forma ritual mucho antes de lo que se creía.
Boris Beltrán era estudiante de la Universidad de San Carlos de Ciudad de Guatemala cuando entró en el equipo de excavaciones de San Bartolo en 2004. Hoy es codirector del Proyecto Arqueológico Regional San Bartolo-Xultun y recuerda cómo, cuatro años más tarde, encontró la primera referencia al calendario maya: ”Cuando hallamos los fragmentos en el centro de la pirámide, no nos dimos cuenta de lo que era, pero no dejaba de repetir, son pinturas, son pinturas”. Su colega Heather Hurst, arqueóloga de la universidad Skidmore College (Estados Unidos) y codirectora del yacimiento, repetía que “no puede ser, no puede ser”. Pero era. Allí encontraron más de 7.000 fragmentos de murales pintados sobre el estuco de las paredes. Usando la datación por radiocarbono de restos de madera carbonizada del relleno, han podido calcular que estas pinturas de la fase temprana se habrían plasmado sobre el yeso hace entre 300 y 200 años antes de esta era, unos dos siglos antes que las pinturas de la primera cámara.
”Cuando hallamos los fragmentos en el centro de la pirámide, no nos dimos cuenta de lo que era, pero no dejaba de repetir, son pinturas, son pinturas”.
Boris Beltrán es codirector del Proyecto Arqueológico Regional San Bartolo-Xultun
“Fueron los propios mayas los que derribaron la pared para ampliar la pirámide. Pero el cuidado con que desmontaron el mural, cómo retiraron el repello, cómo lo depositaron en el interior de la cámara... Como si fuera una regla constructiva de los mayas. Cuando se hace una nueva estructura, entierran la anterior. No se rompe y se tira sin más, es algo sagrado, como si enterraran a la familia”, dice Beltrán. “Cuando pintaban una imagen, los mayas creían que el acto de pintarla daba vida a la figura. Así que cuando llegaba el fin de su uso, debían de retirarla con respeto”, añade Hurst.
Durante más de 10 años, Hurst, Beltrán y otros arqueólogos, como el director del Centro Mesoamérica de la Universidad de Texas en Austin (Estados Unidos) David Stuart, que participó en el descubrimiento inicial, han intentado resolver este rompecabezas de 7.000 fragmentos. Con el concurso de sofisticadas tecnologías de imagen y su conocimiento acumulado sobre la civilización maya han logrado recomponer escenas que muestran el origen del mundo según los mayas, de sus dioses, como el del maíz o al dios sol levantándose sobre la montaña... Pero también han encontrado glifos que dan nuevas pistas sobre aspectos claves de aquella civilización. Una es la primera referencia escrita al gobernador emparejada a una figura en un trono en pinturas de 100 años antes de esta era, primera evidencia de un rey siglos antes de los famosos reyes de Tikal, Ceibal o Palenque. Existía ya una organización social compleja y una jerarquía del poder.
Entre los miles de fragmentos hay dos que hacen referencia al Tzolk’in, el calendario sagrado. Los detalles de su hallazgo acaban de ser publicados en la revista científica Science Advances. Clasificados como #4778, en uno de los trozos se observa un punto y una raya horizontal. Le falta un trozo y ahí, sostienen los investigadores, debía ir un segundo punto. Los mayas escribían el número 7 con dos puntos encima de una línea. Entre la parte inferior de este primer fragmento y el segundo se percibe con claridad la cabeza de un ciervo o venado. Y el siete venado es uno de los días del Tzolk’in. Formado por 260 días que “recuerdan a la duración de la gestación humana”, comenta Hurst, el almanaque no tiene meses. En su lugar, se compone con 20 días representados por glifos y contados del 1 al 13 de forma cíclica. Al siete venado le seguía 8 estrella, 9 jade/agua, 10 perro, 11 mono…
“Los mayas tienen un calendario solar, como nosotros, pero también tienen uno ritual”, comenta Hurst. “Nosotros también tenemos uno, la Semana Santa es parte de esa secuencia de rituales a lo largo del año”, añade. Estaba asociado a una mitología del origen y también para marcar las celebraciones que acompañaba al Haab, el calendario de 360 días. Los cinco restantes, aunque se contaban, eran nefastos y la gente evitaba salir de sus hogares. Rodeando a ambos estaba la rueda calendárica, que completaba su ciclo cada 52 años. La compleja forma que los mayas tenían para organizar el tiempo se completa con la cuenta larga, un sistema vigesimal (de base 20) de contar los días de forma lineal. Es con esta última la que se ha permitido encontrar equivalencias entre el calendario maya y el calendario gregoriano.
“Los mayas tienen un calendario solar, como nosotros, pero también tienen uno ritual. Nosotros también tenemos uno, la Semana Santa es parte de esa secuencia de rituales a lo largo del año”
Heather Hurst, codirectora del Proyecto Arqueológico Regional San Bartolo-Xultun
La relevancia del hallazgo del siete venado reside en que se trataría “de la fecha más antigua registrada, en este caso en un mural”, según Beltrán. Pero debían de llevar usándolo mucho tiempo. San Bartolo ya existía hace unos 400 años de esta era. El propio estilo de los escribas “tan depurado”, como destaca Hurst, sugiere una tradición que venía de más atrás. Además, aunque los mayas y otros pueblos de Mesoamérica tenían distintas formas de organizar el poder y sociedades diferentes, usaban el mismo calendario ritual visto en San Bartolo, un calendario que siguen usando las comunidades indígenas.
Para los descubridores del siete venado, San Bartolo aún tiene muchos secretos por desvelar. Algunos siguen dentro de la pirámide. Pero otros están fuera. Hasta la ciudad llegan o parten de ella cuatro calzadas. “San Bartolo está en el centro de algo, ahora tenemos los ojos puestos en saber donde acaban estos caminos”, dice la arqueóloga Heather Hurst.