Publicado por Pedro Ortega
En el año 1999, el centro histórico de la ciudad rumana de Sighișoara recibió el reconocimiento de la UNESCO y pasó a formar parte de la lista de Patrimonio Mundial. Estamos hablando de una localidad fortificada situada estratégicamente en una colina en el valle de Târnava, en los Cárpatos transilvanos. Lo que allí tenemos es uno de los ejemplos de ciudad medieval amurallada mejor conservados de Europa y el más destacado de toda Transilvania. Ha conservado, casi intacta, tanto la organización de la ciudad (red de calles, traza de la ciudad), como el valor arquitectónico de sus construcciones. Su fundación se debe a una comunidad sajona de origen alemán que colonizó la región en el siglo XIII. Pero si miramos más allá y atravesamos la puerta de la ciudadela con ojos curiosos, descubriremos que Sighișoara esconde muchos secretos: oscuros personajes, representaciones prohibidas, lienzos intrigantes y vestigios de la cultura clásica.
La ciudad natal de Vlad Tepes
Situémonos en los Balcanes en el siglo XV. El Imperio otomano se hallaba en expansión por el suroeste de Europa y había sometido a Grecia, Serbia y Bulgaria. Frente a los otomanos, se encontraban el reino de Hungría y los principados de Rumanía, que eran Valaquia, Moldavia y Transilvania. El monarca Vlad III, apodado Tepes (el Empalador), nació en Sighișoara en 1431 cuando su padre Vlad II Dracul, rey de Valaquia, se encontraba exiliado en este lugar. Vlad III pasó por diversas situaciones. En su juventud fue hecho rehén por los turcos, quienes querían controlar el reino de Valaquia. Estos enseñaron a Vlad las técnicas del terror en la batalla, las cuales pondría después en práctica. Cuando su padre cayó asesinado por orden del rey de Hungría, Vlad III fue apoyado por los turcos para ser rey de Valaquia. Así, en 1456 volvió al trono y aquí empezó su terrorífica leyenda. Se pasó al bando cristiano y comenzó una auténtica y brutal cruzada contra los turcos.
En la campaña de 1462 Vlad atravesó el Danubio para saquear a los turcos que estaban en Hungría. Al vencer, envió al rey húngaro dos sacos llenos de orejas, narices y cabezas, acompañados de una carta en la que le decía que había matado a un total de 23 884 turcos y búlgaros, sin contar aquellos a los que quemaron en sus casas.
La leyenda nos presenta a Vlad III como un príncipe aficionado a la tortura y entusiasta de la muerte lenta. Una historia, no se sabe si legendaria, nos cuenta que tras un cruento episodio en el que invitó a un banquete a sus enemigos y los pasó a cuchillo, cenó bebiendo su sangre y mojando pan en ella. En sus tres períodos de gobierno, que suman apenas siete años, ejecutó a unas 100 000 personas, en la mayoría de las ocasiones mediante la técnica del empalamiento. De ahí su apodo de Vlad el Empalador. Pese a todo ello, en Rumanía hoy en día se le considera un héroe, pues gracias a él esta zona quedó fuera de la influencia turca.
Pero ahí no quedó la cosa: su fama contemporánea comenzó cuando el escritor irlandés Bram Stoker se fijó en su figura para crear la novela Drácula en 1897.
El edificio donde nació este cruel personaje se ubica en una esquina de la plaza principal de la ciudad de Sighișoara, y su lugar de nacimiento está situado en el primer piso. Actualmente allí se encuentra un restaurante que ha optado por decorar de una forma bastante kitsch sus estancias con muñecos de cartón piedra, arañas, ataúdes e incluso cuentan con un actor que simula ser el vampiro Vlad III levantándose de su tumba.
El segundo piso, sin embargo, está ocupado por el Museo de la Tortura, vinculado con el Museo de la Ciudad, donde podemos ver algunos instrumentos de la época relacionados con las terribles prácticas del empalador.
Un extraño lienzo en la iglesia-monasterio
En el centro de la parte baja de la ciudad nos encontramos con la conocida como iglesia-monasterio, uno de los dos templos más importantes de la localidad y originalmente construido en el siglo XIII. Hace algunos años los fieles y los visitantes curiosos podían ver en su interior un extraño lienzo que, según algunos, representaba el pasaje bíblico de la rueda de Ezequiel. Este texto narra lo siguiente: Dios se muestra a Ezequiel como el guerrero divino, que monta en su carro de batalla tirado por cuatro seres, cada uno con cuatro caras y cuatro alas, y al lado de cada «ser viviente» hay una «rueda en medio de rueda». Este extraño pasaje les ha servido a los partidarios del fenómeno ovni para apoyar sus teorías de objetos extraños que aparecen en las Sagradas Escrituras.
Si nos fijamos bien en este lienzo, no se ve lo citado en el pasaje. Allí observamos representada la ciudad de Sighișoara con la iglesia-monasterio en el centro. Sobre ella hay un extraño objeto que está cayendo desde los cielos. Se trata de una forma ovalada de color metálico en cuya superficie se pueden observar una especie de líneas en espiral. También observamos humo en su parte superior, lo que haría referencia a que este extraño objeto está cayendo en picado hacia el techo de la iglesia.
Esta obra artística del siglo XVII ha suscitado una gran controversia, pues hay quien habla de que ese objeto que se precipita podría ser una suerte de ovni que habría caído sobre la ciudad (aquí de nuevo se presenta la hipótesis ufológica). Tal ha sido la polémica que el cuadro ha sido retirado de la vista de los visitantes y se encuentra actualmente cogiendo polvo, en una dependencia cerrada de la iglesia y sin ninguna protección, lo que demuestra un oscuro interés por ocultar de la vista de todos este polémico cuadro.
Pero aquí no acaba todo. Además de este extraño lienzo, en el interior de la iglesia hay algunas extrañas representaciones de objetos de color metálico con forma de elipse formando figuras como el triángulo trinitario. No sabemos a ciencia cierta qué pasaría en Sighișoara en esa época, pero de lo que no cabe duda es que inspiró a los feligreses de la ciudad a representar ese extraño fenómeno.
La Trinidad trifacial en la iglesia de la colina
Aunque más moderna que la iglesia-monasterio del centro de la ciudad baja, la iglesia de la colina está considerada como la más importante de Sighișoara. Se trata de un templo evangélico dedicado a san Nicolás, y recibe su nombre por estar en el enclave más alto de la ciudad. No se sabe muy bien el origen de su construcción: los registros nos hablan de que fue construida en estilo gótico entre los años 1345 y 1525, pero parece ser que hubo una torre anterior fechada en el siglo XIII.
Esta iglesia tiene la particularidad de conservar en gran medida su pintura mural de época gótica, lo cual es en sí todo un tesoro. Pero si nos fijamos bien en la primera estancia de la iglesia, en su muro frontal, y dirigimos la mirada al lado derecho, encontraremos una imagen sorprendente: allí está representada una Trinidad trifacial. Se trata de una extraña representación de la Santísima Trinidad con una sola cabeza y tres rostros en uno. Esta forma de presentar el misterio de la Trinidad fue prohibida en el Concilio de Trento en el siglo XVI por ser considerada monstruosa. Con el mandato del concilio y de algunos papas posteriores se ordenó la destrucción de la mayoría de estas imágenes.
Esta forma de representar la Santísima Trinidad parece ser originaria del norte de Francia en el siglo XIII, lugar donde los artistas cristianos habrían copiado representaciones de dioses célticos con tres rostros y una sola cabeza.
Por desgracia, la trifacial de esta iglesia está en muy mal estado de conservación. Es probablemente la más importante de la zona, pero no la única. Y es que en algunas localidades de Transilvania podemos hallar trifaciales realizadas en estilo bizantino y posteriores en el tiempo, la mayoría del siglo XVIII. Así que la Trinidad de Sighișoara pudo ser un referente para estas extrañas imágenes de la región transilvana.
Otras curiosidades
Si bajamos por la parte trasera de la iglesia de la colina, allí nos encontramos un cementerio. Aparentemente se trata de un camposanto modesto y un poco deteriorado, pero si nos acercamos a sus tumbas veremos que muchas de ellas presentan símbolos masónicos como la escuadra, el compás o el ojo dentro del triángulo. Así podemos deducir que Sighișoara es también un enclave masónico.
En el centro de la ciudad tenemos la plaza Cetatii, el auténtico corazón de la localidad. Como todas las grandes plazas públicas, en este lugar se celebraban ferias de artesanía, mercados, pero también procesos de brujería incluyendo ejecuciones públicas con el método de empalamiento, herencia, como no, del reinado de Vlad Tepes.
No debemos dejar de mencionar un icono para los ciudadanos de Sighișoara: la torre del reloj. Fue construida en el siglo XIV para proteger la puerta principal de la ciudad. Tras varios avatares, entre otros un incendio, fue reconstruida en estilo barroco y siguiendo el modelo de la torre del castillo de la catedral de San Vito en Praga. En ese momento se colocó el reloj, fabricado en Suiza. Sus elementos característicos son unas figurillas de madera que simbolizan los días de la semana, además de poseer una pequeña esfera de oro un gallo meteorológico, que predice el tiempo.
Pero antes de abandonar la ciudad debemos hacer parada en el museo de la ciudad. Se encuentra alojado en la torre del reloj y está distribuido en varios pisos. No son muchas sus piezas, pero algunas de ellas son muy curiosas. De época romana encontramos diversas vasijas y piezas de cerámica, además de un curioso altar dedicado al dios Mitra, una divinidad mistérica del Imperio romano. Se trata de una pieza hallada en la ciudad romana de Castrum Sex, sobre la que posteriormente se construyó la ciudad de Sighișoara. En un piso superior nos topamos con dos planchas de hierro idénticas, con una primera escena en la que vemos un caballero matando al dragón, probablemente san Jorge, mientras que en la segunda podemos observar un carro solar que recorre el firmamento en el que un hombre a tomado por la fuerza a una mujer, probablemente una escena mitológica.
No acaban aquí todos los secretos de Sighișoara. Sirva este artículo de advertencia al lector que decida visitar esta imponente ciudad medieval para que abra muy bien los ojos pues, como hemos visto, Sighișoara esconde un misterio tras cada uno de sus rincones.
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