domingo, 20 de enero de 2019

Entra en la Casa de Mi Padre

Cuando tuve hambre, tú me diste de comer, cuando tuve sed, me diste de beber.
Lo que hagas al más pequeño de los míos, es a mí a quien lo haces.

Ahora, entra en la casa de mi Padre.
Cuando yo no tenía vivienda, tú abriste tus puertas. Cuando estaba desnudo, me tendiste tu manto. Cuando estaba cansado, me ofreciste reposo. Cuando estaba intranquilo, calmaste mis tormentos. Cuando era niño, me enseñaste a leer.
Cuando estaba solo, me trajiste el amor. Cuando estaba en la cárcel, viniste a mi celda. Cuando estaba en la cama, me cuidaste.
En país extranjero, me diste buena acogida. Sin trabajo, me encontraste empleo.

Herido, vendaste mis heridas.
Buscando la bondad, me tendiste la mano. Cuando yo era negro, o amarillo, o blanco, insultado y abatido, tú llevaste mi cruz, Cuando era anciano, me ofreciste una sonrisa.

Cuando estaba preocupado, compartiste mi pena. Me viste cubierto de salivazos y de sangre,
me reconociste bajo mis facciones sudorosas, cuando se burlaban de mí, estabas cerca de mí.

Y cuando yo era feliz, compartías mi alegría.
Es preciso que nosotros llevemos esta vida de compromiso, para poder continuar sembrando esperanza entre los pobres. Es preciso que nuestro amor se derrame sobre cualquiera.
Es nuestra única manera de expresar nuestro amor a Dios.
Dios da lo que hace falta.
Lo da a las flores y a los pájaros,
y a todo lo que ha creado en el universo. Y los pequeños y últimos son su vida.



M. Teresa de Calcuta

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