William Friedkin es una extraña criatura, uno de esos directores que sólo producía el Nuevo Hollywood de los 70. Conocido por su mal carácter y su disposición a meterse en berenjenales, el cineasta pasó de hacer historia del cine con French Connection y, sobre todo, El exorcista a un relativo olvido tras el desastre de Carga maldita (1977). Pero, a sus 82 años, Friedkin aún tiene arrestos para coquetear con el Maligno: para su documental The Devil and Father Amorth, que acaba de presentarse en Venecia, el director rodó el auténtico exorcismo de una mujer en Italia… y, según explica, el ritual lo dejó “aterrorizado”.
Ahora bien, el miedo de Friedkin tiene matices: “Pasé de estar asustado por lo que podría pasar a sentir mucha empatía por el dolor y el sufrimiento de esta mujer, que resulta obvio en el filme”, explica en Variety. Friedkin no sólo se presentó en el lugar del exorcismo con una cámara digital, sino que también se documentó a fondo sobre el proceso, y sobre la presunta poseída. “Consulté con neurólogos, neurocirujanos, algunos de los mejores de EE UU. Ninguno sabía qué le ocurría [a la mujer], y no recomendaban operar. (…) Nunca habían visto síntomas así”.
Según William Friedkin, el exorcismo había sido aprobado por el médicos que trataban a la mujer (“Si un paciente llega diciendo que está poseído, no le llevan la contraria: ponen en marcha el tratamiento necesario, incluida la medicación, y llaman a un exorcista”). Aun así, es irónico pensar que él y Satanás se hayan visto por fin las caras, décadas después del infernal rodaje de El exorcista, con su Linda Blair escupiendo puré de guisantes, su Max Von Sydow muriéndose de frío (el plató estaba instalado en una cámara frigorífica) y su Ellen Burstyn fracturándose la espalda durante una escena.
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