“¿Por qué no intentarlo?”, pensó. En Marruecos, Lamiae se veía con las puertas cerradas. En España, su tía podría ayudarla con el alojamiento y algunas cosas más. Además, siempre cabría la posibilidad de volver y encontrar otro trabajo. “Las chicas de mi edad y con formación no tienen demasiados problemas...”. Le dijo a sus padres que venía, exclusivamente, para aprender español. “No me hubieran dejado venir”.
En pocos meses, Lamiae había obtenido su título en la Escuela Oficial de Idiomas y había llegado a una conclusión: si se quedaba, no sería para limpiar. “Es un trabajo dignísimo que yo haría si lo necesitase, pero ese no era el caso. Si no encontraba un trabajo mejor del que había dejado, no me quedaría”. Poco le importó que todos a su alrededor dijesen que soñaba con imposibles. Ocho meses después de cruzar el Estrecho, el sueño se cumplió. Desde entonces trabaja en una fundación universitaria. Sigue siendo administrativa. Pero ahora puede continuar estudiando, aprendiendo cosas nuevas y, sobre todo, progresando
Lamiae Benelmekki. 28 años. Marruecos. Administrativa.