Tengo un sueño, un solo sueño,... seguir soñando.
Soñar con la libertad, soñar con la justicia, soñar con la igualdad y ojalá ya no tuviera necesidad de soñarlas.
Soñar a mis hijos grandes, sanos felices; volando con sus alas, sin olvidar nunca el nido.
Soñar con el amor, con amar y ser amado, dando todo sin medirlo, recibiendo todo sin pedirlo.
Soñar con la paz en el mundo, en mi país, en mí mismo, y quién sabe cuál es más difícil de alcanzar.
Soñar que mis cabellos que ralean y se blanquean no impiden que mi mente y mi corazón sigan jóvenes y se animen a la aventura.
Sigan niños y conserven la capacidad de jugar.
Soñar que tendré la fuerza, la voluntad y el coraje para ayudar a concretar mis sueños, en lugar de pedir por milagros que no merecería.
Soñar que cuando llegue al final podré decir: que viví soñando y que mi vida fue un sueño soñado en una larga y plácida noche de la eternidad.
Pastoral Marista