El asesinato de Mahsa (Jina) Amini en Irán hace un año desencadenó protestas masivas de los iraníes contra el régimen islámico.
Pero los disturbios civiles han sido una característica de la vida iraní desde los primeros meses del régimen, y continúan hasta hoy a través de diferentes formas de resistencia, como peticiones, huelgas laborales masivas, canciones revolucionarias y pintadas políticas.
Una mirada retrospectiva a la historia del movimiento por los derechos de la mujer en las últimas cinco décadas explica cómo los levantamientos de “Mujeres, Vida, Libertad” se han erigido sobre los hombros de las oleadas de protestas precedentes.
La autoinmolación de Homa Darabi
Menos de un mes después de la revolución iraní de 1979, la República Islámica marcó su dictadura imponiendo el hiyab obligatorio.
En el Día Internacional de la Mujer de ese mismo año, miles de mujeres iraníes protestaron contra el hiyab obligatorio, coreando: “¿Dónde están los derechos de la mujer en el auge de la libertad?”.
La protesta duró ocho días, pero la lucha contra el régimen ha continuado durante 44 años. Muy pronto, las mujeres iraníes se dieron cuenta de que, en realidad, la revolución islámica no se traduciría en más libertad, sino que atenuaría su luz mientras el régimen perseguía a miles de manifestantes y activistas.
Estas acciones transformaron al pueblo esperanzado de la revolución islámica en los ciudadanos oprimidos del régimen islámico.
Uno de los símbolos de esta consternación generalizada fue la depresión y el suicidio de Homa Darabi, activista feminista y política, psiquiatra infantil y académica.
Decepcionada por la revolución y excluida de todos sus cargos, Darabi se prendió fuego frente al edificio del Tribunal Administrativo de Justicia en protesta por el hiyab obligatorio.
Reformistas feministas
Los frustrados iraníes tenían esperanzas en el movimiento reformista que surgió a mediados de la década de 1990.
Se trataba de activistas feministas que canalizaban su lucha contra el régimen misógino a través de instituciones de la sociedad civil y prácticas sociales aceptadas.
En 2006, organizaron una campaña para recoger un millón de firmas exigiendo la derogación de las leyes que discriminaban a las mujeres. Insistieron en que su campaña no tenía motivaciones políticas, ya que se ajustaba a los principios islámicos, y afirmaron que se limitaban a actuar como mediadoras entre los ciudadanos y el Estado en su búsqueda de la igualdad de género. Su estrategia consistía en informar personalmente a los ciudadanos sobre las leyes discriminatorias de la República Islámica contra las mujeres y pedirles que firmaran su petición.
Estas feministas negociaron con los ayatolás y les invitaron a reinterpretar la sharia islámica sobre la mujer para que estuviera más en consonancia con la sociedad iraní actual. También se reunieron con parlamentarios reformistas para presionar en favor de cambios en las leyes que discriminaban a las mujeres.
Aunque su campaña de un millón de firmas planteó demandas a través del sistema existente, sus esfuerzos se encontraron con ataques violentos de la policía y la persecución masiva de las activistas.
Esta represión de la campaña reformista demostró que la república islámica no tenía intención de restablecer los derechos de las mujeres.
La bandera blanca de Vida Movahed
Si la revolución de 1979 provocó el desánimo de muchos ciudadanos incluso cuando espoleó al movimiento reformista hacia el activismo cívico, el Movimiento Verde prodemocrático de Irán y su omnipresente uso de internet tuvieron su reflejo en el activismo digital de las feministas iraníes.
Tras la brutal represión del Movimiento Verde por parte del gobierno en 2009, el único lugar que quedaba para la resistencia eran las redes sociales. A pesar de los cortes de internet o la censura, las mujeres iraníes utilizaron las plataformas digitales, publicando fotos de su vida cotidiana mientras practicaban la desobediencia civil.
Las campañas My Stealthy Freedom y White Wednesdays, junto con el movimiento iraní #MeToo, son ejemplos de activismo digital feminista.
En 2017, Vida Movahed se subió a una de las cajas de servicios públicos de una concurrida e históricamente política calle de Teherán llamada Enghelab (revolución), se quitó el pañuelo blanco que llevaba en la cabeza y lo agitó frente a una multitud.
La foto de su desobediencia civil performativa se hizo viral e impulsó el hashtag #TheGirlofEnghelabStreet. Movahed inspiró a muchas otras niñas y mujeres de todo el país, animándolas a ondear pañuelos blancos para protestar contra el hiyab obligatorio durante las protestas iraníes de 2017-18.
En respuesta, la dictadura atacó violentamente y encarceló a mujeres, niñas y otros miles de manifestantes en una violenta represión.
Ante estas continuas y violentas medidas represivas en respuesta a las protestas, los iraníes han exigido un cambio de régimen. La quema del hiyab obligatorio se ha convertido en un símbolo de la oposición entre el régimen islámico y el pueblo.
Di su nombre: Mahsa Amini
Hoy es casi imposible establecer distinciones entre los diferentes movimientos sociales en Irán. La naturaleza de la lucha de los iraníes se ha vuelto interseccional y revolucionaria. Todos los movimientos de protesta luchan solidariamente contra la opresión sistémica de la dictadura islámica.
Los iraníes han aprendido de los fracasos del pasado que la lucha por los derechos de las mujeres no debe reducirse a una política de identidad; no es secundaria respecto a la lucha más amplia contra el régimen, cuya autoridad y legitimidad se basan en el patriarcado y la misoginia sistemáticos.
El régimen islámico ha convertido a Irán en el único país que impone el hiyab, aunque espera presentarlo al mundo, especialmente a los países islámicos, como el mejor modelo de soberanía islámica. Utiliza el hiyab obligatorio para controlar la sexualidad femenina y promover su propaganda islámica en todo el mundo.
El régimen islámico se aprovecha de las divisiones sociales –principalmente las diferencias sexuales y de género– para explotar a los ciudadanos de entornos socioeconómicos más bajos y salvaguardar así sus fundamentos ideológicos.
La kurda Amini estaba al margen de las diversas jerarquías iraníes: género, raza, religión. Pero su nombre se ha convertido en una fuerza unificadora que reúne a todas las minorías oprimidas y condenadas al ostracismo en Irán.
Los iraníes no sólo protestan contra el hiyab, sino contra todos los mecanismos de control y represión del régimen islámico impuestos sobre sus cuerpos, su sexualidad y sus libertades.
Los continuos disturbios en Irán –y las valientes mujeres que han liderado la lucha durante décadas– no tratan sólo de liberar a las mujeres, sino de restablecer los derechos humanos y garantizar que todos los iraníes estén libres del régimen islámico misógino y totalitario.
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