No cal dir una altra vegada que el Nadal, tal com se celebra a la nostra societat de consum mega-estimulada, hiper-agitada i super-superficial, ha perdut el seu sentit originari. ¿Què tindran a veure les llargues cues dels centres comercials amb el naixement d’un bebè d’una família pobra, d’una cultura minoritària, en un territori ocupat per l’Imperi? ¿Com no indignar-nos davant la incoherència de regalar joguines als infants de societats benestants quan no s’han respectat uns criteris ètics i ecològics en la seva producció industrial a països del Sud?
Per això, paga la pena tornar a llegir el passatge dels “reis” (més aviat mags o savis) per recuperar el seu sentit més profund: “Llavors l'estrella que havien vist sortir començà a avançar davant d'ells, fins que s'aturà damunt el lloc on era l'infant. L'alegria que tingueren en veure l'estrella va ser immensa. Van entrar a la casa, veieren el nen amb Maria, la seva mare, es prostraren a terra i el van adorar. Després van obrir les seves arquetes i li oferiren presents: or, encens i mirra” (Mt 2,9-11).
El procés simbòlic dels savis és cap enfora i cap a baix. Consisteix en deixar enrere les seves famílies i la seva quotidianitat per seguir un estel que no saben on els portarà, recórrer un llarg camí fins a la casa d’una família senzilla i acabar agenollant-se davant un infant per donar-li allò més valuós que tenen. I tot aquest procés de descentrament i d’humilitat té un fil conductor: l’alegria. Una alegria que es basa en donar i en cercar, no en rebre ni en tancar-se en una postura immobilista. L’alegria de compartir amb l’altre a fons, caminant junts.
Fa goig veure la quantitat de projectes solidaris i recaptes que duem a terme a les nostres obres educatives durant aquest temps d’Advent. Com també actes en els que s’agermanen grups de grans amb grups de petits i s’intercanvien postals o nadales. O espais de celebració en els que proposem als infants preguntes per posar atenció al sentit a la vida. Tant de bo aquestes petites accions encomanin una gran alegria en els nens i nenes. I tant de bo alguns hi descobreixin Jesús que neix en cadascun de nosaltres, com diu la cançó d’Ubuntu.
El arte prehistórico nos transporta a una era donde la expresión artística se manifestaba en cuevas oscuras y objetos tallados. Aunque estas obras datan de tiempos remotos, siguen siendo vívidas representaciones de la creatividad humana. En este post, exploraremos las 9 obras más relevantes del arte prehistórico, que nos ofrecen fascinantes vislumbres de la vida y la espiritualidad de nuestros antepasados. ¡Acompáñanos en este viaje a través del tiempo y del arte!
1. Pinturas de la cueva de Lascaux (Francia)
Las pinturas de la cueva de Lascaux, creadas alrededor del año 15 000 a. C., son quizás las más famosas del arte rupestre. Representan animales como bisontes, caballos y ciervos con sorprendente detalle y expresividad.
2. Venus de Willendorf (Austria)
Esta pequeña figurilla, tallada alrededor del año 28 000 a. C., es una de las venus paleolíticas más conocidas. Se trata de una figura femenina, símbolo de la feminidad, que está esculpida en marfil.
3. Pinturas de la cueva de Altamira (España)
Las pinturas de Altamira, que datan de alrededor del año 15 000 a. C., son otro tesoro del arte rupestre. Los animales representados en estas pinturas, como bisontes y caballos, muestran un dominio impresionante de la técnica.
4. Estatuillas de la Edad de Piedra (varias ubicaciones)
Diversas estatuillas de la Edad de Piedra, como las de Hohle Fels y las de Dolní Věstonice, ofrecen visiones únicas de la vida prehistórica. Estas representaciones detalladas incluyen figuras humanas y animales.
5. Grabados en la Cueva de Chauvet-Pont-d'Arc (Francia)
La Cueva de Chauvet-Pont-d'Arc contiene algunos de los grabados más antiguos, creados hace más de 30 000 años. Las representaciones de animales como leones y rinocerontes reflejan las grandes habilidades que ya poseían nuestros antepasados.
6. Cabeza de león de la cueva de Hohlenstein-Stadel (Alemania)
Esta cabeza de león, esculpida en marfil hace unos 40 000 años, es una obra maestra de la escultura paleolítica. La atención al detalle y la expresividad capturan la esencia del arte prehistórico.
7. Arte megalítico en Newgrange (Irlanda)
Newgrange, un túmulo funerario construido alrededor del año 3200 a. C., presenta intrincados grabados megalíticos. Estos grabados, con diseños geométricos y solares, representan una evolución en la expresión artística prehistórica.
8. Pinturas de la Cueva de Bhimbetka (India)
Las pinturas de Bhimbetka, que datan de hace más de 30 000 años, son algunas de las más antiguas de Asia. Representan escenas de la vida cotidiana y animales en un estilo vívido y dinámico.
9. Escultura de Laussel (Francia)
La escultura de Laussel, tallada en piedra caliza alrededor del año 25 000 a. C., representa a una mujer sosteniendo un cuerno. Se cree que simboliza la conexión entre la fertilidad y la caza.
Conclusión
Estas obras maestras del arte prehistórico nos sumergen en la creatividad y la espiritualidad de sociedades antiguas. Aunque las herramientas y los materiales eran simples, la expresión artística era rica y compleja. Cada obra aquí es una ventana única a un pasado distante, donde la creatividad humana comenzó a plasmarse en las paredes de cuevas y en objetos tallados, dejando un legado artístico que aún nos asombra hoy en día.
cuando en 1925, Howard Carter desmontó las capillas doradasque abarcaban la casi totalidad del espacio de la cámara funeraria en la tumba de Tutankamón, descubrió que los muros de la estancia más sagrada de la sepultura, el lugar de descanso eterno del faraón, eran los únicos de todo el sepulcro que estaban pintados.
Esto marcaba una diferencia respecto a la mayoría de tumbas del Valle de los Reyes, bastante más grandes y lujosas (la tumba de Tutankamón era, de hecho, muy pequeña), y que mostraban un programa iconográfico que cubría casi toda la superficie mural con pinturas que representaban escenas de textos sagrados como el Libro de los muertos, el Libro del Amdudat, o los libros de Las puertas y Las cavernas.
Al igual que en las tumbas de sus antecesores y predecesores, las escenas que decoran la cámara funeraria de Tutankamón también representan pasajes del Libro del Amduat y, aunque en el momento de su descubrimiento estaban cubiertas de hongos, tal como describe el propio Carter en su libro sobre el sensacional hallazgo ("La superficie de los muros está recubierta por pequeños grupos de hongos, cuyos gérmenes originarios fueron posiblemente introducidos por el yeso o la pintura, nutriéndose de la humedad que transpiraba el yeso después de que se sellara la cámara"), la minuciosa restauración a la que han sido sometidas a lo largo de los últimos años por parte del Getty Conservation Institute en colaboración con las autoridades egipcias, y que culminó en el año 2019, les ha devuelto su pasado esplendor.
¿UNA HERENCIA DEL ARTE DE AMARNA?
Y es que, en efecto, los antiguos artesanos egipcios recubrieron los muros de la cámara con una fina capa de mortero sobre la cual, una vez seca, plasmaron las escenas en un fondo pintado de amarillo que recuerda el color del oro, el material del que estaba hecha la carne de los dioses.
En cuanto a la decoración en sí, antes que nada es interesante advertir que la proporción de las figuras que allí se plasmaron (dibujadas en una cuadrícula de 20 cuadrados) no es la misma que se utilizó en otras tumbas del Reino Nuevo (que fueron dibujadas en una cuadrícula de 18 cuadrados), algo que, según los expertos, muy posiblemente era una convención artística heredada del período de Amarna, cuando bajo el reinado de Akhenatón (el padre de Tutankamón), el arte egipcio experimentó un cambio radical. Eso hace que las figuras representadas en los muros de la cámara funeraria de Tutankamón se vean con las piernas más cortas y un aspecto "blando".
La proporción de las figuras no es la misma que se utilizó en otras tumbas, sino que muy posiblemente era una convención artística heredada del período de Amarna.
Y ¿cómo se leen estas escenas? Pues la secuencia de lectura es de derecha a izquierda. Así, se empieza por el muro este, donde se representa el viaje del monarca difunto al más allá. En la escena aparecen una docena de nobles, posiblemente altos dignatarios de la corte tebana, que arrastran un trineo sobre el cual se ha dispuesto un santuario en forma de barca, en cuyo interior yace la momia real, preparada para disfrutar de la eternidad. Sobre la escena se puede leer la siguiente inscripción: "Los cortesanos de la Casa Real en procesión con el rey Osiris Tutankamón hacia el Oeste. Dicen: ¡Oh, rey, ven en paz! ¡Oh, dios, protector de la tierra!".
A continuación vienen las escenas que decoran el muro norte. En la primera, Ay, visir y sucesor de Tutankamón, lleva la corona azul jeperesh(un tocado con el que los faraones han sido a menudo representados, tanto en batallas como en ceremonias) y viste la piel de leopardo que lo identifica como sacerdote sem (sacerdote funerario).
Ay se dispone a llevar a cabo un antiguo ritual funerario sobre la momiadel rey (representado como si fuera el dios del inframundo Osiris), conocido como ceremonia de la Apertura de la Boca.
Ay, con una azuela en la mano, tocará las distintas partes del cuerpo del faraón difunto para devolverle los sentidos que tenía en vida; así podrá disponer de ellos en el más allá.
Detrás, la diosa Nut, divinidad del cielo nocturno, lleva a cabo libaciones de agua pura en un gesto conocido como ny-ny. La diosa da la bienvenida a Tutankamón que sostiene un bastón, una maza y el símbolo ankh (vida). Al final de la escena, el monarca, sujetado por su ka (uno de los cinco componentes del espíritu humano), abraza al dios Osiris, señor de Occidente.
EL PELIGROSO VIAJE NOCTURNO DEL SOL
Las escenas continúan en la pared oeste, donde se recrea la primera de las doce horas de la noche, tal como se describe en el Libro del Amduat. Arriba, a la izquierda, aparece sobre la barca solar el dios Re en forma de escarabajo, como Khepri, el Sol del amanecer. Al lado, dos figuras divinas, cada una identificada con un "Osiris", alaban al dios elevando los brazos.
Tres dioses y dos diosas del inframundo caminan ante la barca. El resto de la pared se decora con una cuadrícula compuesta por doce rectángulos, dentro de cada uno de los cuales hay un babuino sentado. Todos ellos representan a las doce horas de la noche a través de las cuales el Sol realiza su peligroso periplo nocturno, durante el cual debe hacer frente a poderosos enemigos como la serpiente Apofis. También a través de estas horas, el soberano difunto debe viajar para alcanzar la eternidad.
Parte de la pared oeste se decora con una cuadrícula compuesta por doce rectángulos, dentro de cada uno de los cuales hay un babuino. Representan a las doce horas de la noche.
Por último, nos encontramos ante la pared sur, que resultó parcialmente dañada cuando Carter echó abajo el muro que separaba el Anexo de la cámara funeraria. Pero los restos que se conservan muestran a Tutankamón recibiendo la vida de la diosa Hathor, mientras el dios Anubis, con cabeza de cánido, posa amorosamente su mano sobre el hombro del faraón.
Detrás de Anubis, la diosa Isis, esposa de Osiris, hace el gesto ny-ny, y tras ella aparecen en cuclillas tres dioses del inframundo. Pero hay una cosa curiosa en las figuras representadas en este muro.
No están pintadas siguiendo las mismas proporciones que las del resto de la cámara funeraria. Fueron dibujadas más cerca de la tradicional cuadrícula de 18 cuadrados característica del arte egipcio tradicional en lugar de la de 20 típica del arte de Amarna. ¿Un indicio del cambio de mentalidad que representó el reinado de Tutankamón respecto al período anterior?
hace 75 años, el 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas emitió la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En esta fotografía podemos ver a la ex Primera Dama de Estados Unidos, Eleanor Roosevelt, sosteniendo una copia del documento.
Este documento tomaba como piedra angular la dignidad inherente de todos los seres humanos y establecía principios fundamentales que debían protegerse en todo el mundo. Su creación fue motivada por los horrores de la Segunda Guerra Mundial y el deseo de prevenir violaciones masivas de los derechos humanos en el futuro.
En 1946, la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció la Comisión de Derechos Humanos (CDH) con el mandato de redactar una declaración internacional. El proceso de elaboración involucró a representantes de diferentes países y organizaciones, y la comisión fue encabezada por la ex Primera Dama de los Estados Unidos, Eleanor Roosevelt.
Se llevaron a cabo ocho sesiones de la CDH entre 1947 y 1948, durante las cuales se presentaron y discutieron diversos borradores. El camino no fue fácil: hubo intensas discusiones y debates sobre el alcance de los derechos universales, ya que los diferentes países a veces tenían perspectivas divergentes sobre qué derechos debían considerarse inherentes al ser humano.
A pesar de las dificultades a la hora de implementarla, la Declaración fue un logro significativo y un hito en la historia de los derechos humanos, que ha servido como base para la elaboración de tratados y convenios internacionales de derechos humanos en las décadas posteriores.
ha sido plasmada en todo tipo de materiales: madera, piedra, barro e incluso en coco, y ha impregnado cada rincón de la cultura mexicana, desde la música hasta la literatura. La Virgen de Guadalupe se erige desde la época virreinal como la madre de los mexicanos y llama cada 12 de diciembre a millones de devotos a su santuario, ubicado en el cerro de Tepeyac.
Es el Nican Mopohua, un texto en náhuatl pero con caracteres latinos datado de mediados del siglo XVI, el que alberga el relato sobre esta deidad. En él se narran las primeras apariciones de Guadalupe frente al joven Juan Diego Cuauhtlatoatzin, un azteca convertido al cristianismo, cuando este iba "muy de madrugada" de camino a sus clases de catecismo.
El mito se sitúa en 1531, poco más de diez años después de la conquista de la Ciudad de México, una época en la que el Virreinato de la Nueva España estaba sumido en violencias. Así, la Virgen de Guadalupe se convirtió en el símbolo de evangelización en el Nuevo Mundo, como también de unión entre las creencias prehispánicas de la región y el nuevo paradigma religioso: el cristianismo.
EL RELATO DE LAS APARICIONES
Según el texto del que surge el culto guadalupano, cuando Juan Diego caminaba por el cerro Tepeyac, al norte de la Ciudad de México, acompañado por el canto de los pájaros en dirección a sus clases de catecismo, escuchó una voz que lo llamaba por su nombre: "Mi Juanito, mi Juan Dieguito", indica la traducción oficial al español del original en náhuatl.
Inmediatamente, quiso saber de dónde provenía, así que subió hasta la cumbre del cerrillo y allí vio a una doncella de pie, quien le pidió que se acercara: "sus vestiduras resplandecían como el sol, como que reverberaban, y la piedra, el risco en que estaba de pie, como que lanzaba flechas de luz", se describe.
Poco más avanzado el relato, ella se presenta a él como la Virgen María, y le pide al joven que vaya al Palacio del Obispo de México, el misionero franciscano Fray Juan de Zumárraga nacido en Vizcaya (España), para que este le erija un templo propio, "una casita sagrada". A cambio, le prometió enriquecerlo y glorificarlo.
El azteca Juan Diego recibió con responsabilidad la misión encomendada por la aparición de la virgen, sin embargo, tal y como cuenta el mito, el obispo no creyó en sus palabras. Al día siguiente, el joven volvió a hablar con la deidad para contarle lo sucedido y preguntarle si de alguna manera podía dar una señal que probara ante Zumárraga que era la Madre de Dios y que era su voluntad que se le construyera un templo.
La Virgen aceptó y mandó a Juan Diego a la cumbre del cerro a recoger rosas de Castilla: allí, el muchacho, sorprendido con la cantidad que había para ser diciembre, las acumuló en su tilma, una manta de algodón típica de los hombres del campo, y las llevó hasta el Palacio. Una vez presente ante el obispo, Juan Diego dejó caer las rosas y, para su sorpresa, la tilma estaba pintada con lo que hoy se conoce como la imagen de la Virgen de Guadalupe, con sus característicos rasgos indígenas.
El obispo, arrepentido por no haber creído en la palabra de Juan Diego, paseó por toda la ciudad con la tilma donde quedó grabado el retrato de la Virgen, para que los habitantes tuvieran "la oportunidad de ver y admirar su preciosa y amada imagen", cuenta la leyenda. Así, la Ciudad de México reconoció su carácter divino y la continuó venerando cada 12 de diciembre, en el templo construido en el lugar donde el muchacho dejó caer las flores.
LA "VIRGEN MORENITA", UN SÍMBOLO DE EVANGELIZACIÓN EN AMÉRICA
El proceso de evangelización en América es complicado de reconstruir históricamente, aunque los textos que permanecen vivos a día de hoy, como el Nican Mopohua, que se encuentra conservado en la Biblioteca Pública de Nueva York, permiten conocer cómo la religión cristiana fue llegando a los distintos rincones del continente.
Mientras que algunos historiadores destacan la imposición violenta de la fe cristiana por parte de los religiosos, otros estudiosos han optado por sacar a relucir los momentos en los que la Iglesia rescató elementos de la religiosidad de los pueblos originarios, como el idioma o los símbolos, para incorporarlos a esa nueva cristiandad.
Con este segundo enfoque, y más allá de la leyenda que envuelve la figura, se entiende que la Virgen de Guadalupe se haya considerado como una de las máximas expresiones de sincretismo religioso: es decir, de la unión y fusión de dos sistemas de creencias.
Lo cierto es que la Virgen de Guadalupe tiene un antecedente prehispánico en ese mismo territorio: la diosa Tonantzin, cuyo nombre se traduce al español como "nuestra madrecita". Así, esa creencia sirvió de base para transformarla a través de la óptica católica y facilitar su aceptación por parte de los nativos mesoamericanos.
Además, la Virgen de Guadalupe fue representada como una mujer indígena, por ello recibe también el nombre de "virgen morenita", y está decorada con símbolos que remiten a las culturas prehispánicas: aparte de la tilma, aparece con el pelo suelto, algo que era signo de virginidadpara los aztecas; los rayos que se proyectan desde el fondo de la imagensimbolizan el sol, también una divinidad para los aztecas; y la flor que adorna su túnica es conocida como Nahui Ollin, un distintivo de la cultura nahua.
Así, aunque esta deidad es nominalmente católica, en ella pervive la resistencia de la diosa originaria. Y es por ello que, para la Iglesia, se considera el inicio de su veneración como un éxito para la evangelización del nuevo continente: de forma todavía más ferviente desde que el ex Papa Pio X la proclamó como "Patrona de toda la América Latina".
Con esto, cada 12 de diciembre se reúnen en la Basílica de Santa María de Guadalupe un gran número de personas, desde devotos motivados por la fe hasta turistas que se ven atraídos por las expresiones de religiosidad popular. Tanta es la admiración por esta figura, que en 2022 el santuario rompió su récord de visitantes con 12 millones 500 mil peregrinos, lo que lo coloca como uno de los principales destinos turísticos religiosos del mundo, a veces incluso por encima del Vaticano o Jerusalén.