Hoy, las investigadoras de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT), comenzamos este consultorio científico. Y como puede verse, empezamos fuerte
La muerte no es un hecho puntual; de hecho, no existe una sola definición de muerte. No es lo mismo estar legalmente muerto para ser enterrado que ser certificado muerto para que tus órganos sean trasplantados. Pero de lo que vamos a hablar aquí es del proceso biológico al que llamamos muerte y lo que ocurre tras él. Esto es un consultorio científico y vamos a hablar de ciencia.
¿Qué sucede cuando dejamos de respirar, cesa el funcionamiento de nuestros órganos, la sangre no fluye y, en consecuencia, se detiene la actividad cerebral? Cuando todo eso ocurre, nos hemos muerto y no hay vuelta atrás. Vamos a suponer que me he despeñado por un barranco y estoy muerta en un descampado. Nadie sabe lo que me ha ocurrido y ahí queda mi cuerpo. Pero en mi cuerpo, que ya está muerto, no estoy solo yo. Sigue habiendo millones de microorganismos sin los cuales no habría podido sobrevivir. Entre ellos están, precisamente los que me ayudaban a digerir lo que comía, que están en mi estómago, o los que habitan en mi piel. Y esos microorganismos no se han muerto. Ellos siguen activos, siguen digiriendo y reproduciéndose.
Mientras yo respiraba, antes de morirme, tomaba oxígeno para mis bacterias, para que ellas metabolizaran lo que yo comía y me ayudaran a asimilar los nutrientes. Ahora que estoy muerta ya no respiro pero como mis bacterias siguen vivas ellas están todavía metabolizando y liberando gases. Antes de estar muerta, esos gases que producían mis bacterias los expulsaba yo al respirar pero ahora esos gases se van acumulando dentro de mi cuerpo muerto. Esta es la primera fase tras la muerte: mi cuerpo se deforma por la acumulación de gases producidos por las bacterias, se hincha y se vuelve irreconocible.
Los microorganismos no mueren. Ellos siguen activos, siguen digiriendo y reproduciéndose
En el momento en el que he dejado de respirar también he dejado de sudar, ya no huelo a mí misma sino a las bacterias que están en mi piel que liberan un olor, lo que conocemos como olor a cadáver. Inmediatamente después de morirme, las primeras moscas notan el olor a descomposición. No son las moscas normales y corrientes. Estas son las moscas carroñeras. Son moscas brillantes, se llaman moscardas de la carne, tienen un color azul o verde metálico y son más gordas que las que vemos habitualmente en casa. Esas moscas pueden llegar en minutos hasta los cadáveres y ponen sus huevos en ellos, generalmente en los orificios y cavidades porque si los ponen en la superficie se pueden secar. La mosca no es tonta. De esos huevos nacen larvas, que parecen gusanos pero no lo son, son larvas de mosca. De ahí viene el término cadáver. Cadáver significa “datar la carne con los gusanos”, carne data vermes.
Las larvas empiezan a comer el cadáver. Se comen todo el tejido blando y lo hacen tan vorazmente que literalmente pueden dejar un cuerpo en los huesos en pocos días. Si hace calor y hay buenas condiciones ambientales para ellas, en una o dos semanas han dejado el cadáver limpio. Estas larvas blanditas son muy apreciadas por ciertos insectos depredadores, algunos se alimentan exclusivamente de ellas. Así que, cuando las larvas han nacido ya andan por ahí; en pocos días veremos, por ejemplo, escarabajos comiendo larvas de mosca. Mientras tanto, las larvas de mosca están comiendo a todo correr para crecer lo más rápidamente posible y marcharse de ahí para no ser devoradas. Por eso el ciclo es muy rápido y muy corto, en una o dos semanas han podido cerrar el ciclo y marcharse.
El cadáver ahora se ha deshinchado porque las larvas se lo están comiendo. Estamos ya en una fase de descomposición activa: hay larvas comiéndose el cadáver y escarabajos comiendo larvas. Pero no solo larvas de mosca y escarabajos. Con los escarabajos también llegan ácaros y esos ácaros empiezan a comer los huevos de las moscas. Y ahí empieza a haber cierto lío entre los que se alimentan del cadáver y los que se alimentan de los que se alimentan del cadáver. Hemos hablado de moscas, de ácaros y de escarabajos... Pero hay más. Hay avispas que no son las normales que conocemos en el campo. Estas avispas ponen sus huevos dentro de las larvas o encima de las larvas, depende de las especies. Y la larva de la avispa se alimenta de la larva de la mosca. Lo que tenemos ya en mi cuerpo despeñado por un barranco y muerto es un auténtico ecosistema. Y un ecosistema cadavérico funciona de manera totalmente independiente al lugar donde haya ocurrido el fallecimiento. Da igual que me haya muerto en el barranco, en un bosque, en un prado o en mi casa, si las condiciones son óptimas, se produce toda esa sucesión de fases ecológicas.
Las cosas ocurren de esta manera cuando las condiciones son óptimas para los insectos. Si me muero en casa con las ventanas cerradas es posible que ninguno de ellos pueda entrar a colonizarme y que me quede ahí o bien en estado de putrefacción porque las bacterias han seguido proliferando o, si hace calor y no hay humedad, entonces me momifique. Eso también sucede en las tumbas. Para evitar que pase todo esto, es decir, que vengan los insectos y me coman, los seres humanos históricamente han deshidratado los tejidos, es decir, han momificado los cadáveres. En nuestra cultura se han enterrado, en otras culturas se queman, y lo que hay detrás de todos esos ritos es siempre evitar que los insectos que comen cadáveres devoren a nuestros seres queridos.
Los necrófagos son los grandes limpiadores del entorno. Además, todos los restos metabólicos de su alimentación junto con los fluidos en descomposición acaban en el suelo así que, también son las responsables de aportar los nutrientes para que las plantas crezcan
Pero también hay colonizadores de cadáveres momificados. Son los últimos en llegar al cuerpo muerto, se trata de polillas o escarabajos que se alimentan de restos secos. Cuando todos los anteriores solo han dejado restos esqueléticos es cuando llegan los que comen restos secos. Al final lo que consiguen es dejar el entorno totalmente limpio de cadáveres.
Esa es la gran importancia de las especies necrófagas que es como se llaman, sin ellas las bacterias proliferan, se producen las infecciones y los problemas ambientales. Los necrófagos son los grandes limpiadores del entorno. Además, todos los restos metabólicos de su alimentación junto con mis fluidos en descomposición acaban en el suelo así que, también son las responsables de aportar los nutrientes para que las plantas crezcan. Y así se cierra el ciclo de la vida. Eso es un ecosistema en equilibrio. Si retiramos los cadáveres, como ahora hacemos para evitar las enfermedades infecciosas, lo que nos encontramos es un entorno cada vez más pobre.
Hay un hecho relacionado con este proceso que fue crucial en la historia de la ciencia, el de la creencia en la generación espontánea. Durante miles de años la humanidad observó las fases de descomposición de los cadáveres. Lo que veían es que cuando un ser moría, en su carne aparecía lo que se creían gusanos, y que ahora sabemos que son larvas de mosca. Hasta 1684 se pensaba que los gusanos nacían de la carne en putrefacción por generación espontánea. Pero ese año, un médico italiano, Francesco Redi, publicó los resultados de un experimento que había realizado. Redi colocó tres trozos de carne en tres botes. El primero lo dejo abierto, el segundo lo tapó con un corcho y el tercero con una tela bien atada. Después de unos días observó que en el primer bote la carne contenía larvas, no así en el segundo y el tercero en los que la carne estaba podrida y olía mal pero sin larvas. Su conclusión fue que la carne en descomposición no puede engendrar gusanos si los insectos no han puesto en ella sus huevos. Y ahí empezó a desmontarse la teoría de la generación espontánea, con la investigación basada en la evidencia.
Nosotras respondemos es un consultorio científico semanal que contestará a las dudas de los lectores sobre ciencia y tecnología. Serán científicas y tecnólogas, socias de AMIT (Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas), las que respondan a esas dudas. Envía tus preguntas a nostrasrespondemos@gmail.com o por Twitter #nosotrasrespondemos.
Pregunta realizada a través de Twitter por @simonfilmok
Dra. Marta Inés Saloña Bordas es entomóloga forense y profesora titular de la Universidad del País Vasco UPV/EHU.
Redacción: Victoria Toro
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