Todo empezó porque la Santa Inquisición pidió a los Reyes Católicos la expulsión de los judíos en base a que creían que era la única forma de garantizar la conversión plena al catolicismo del reino. Así, al no tener cerca a miembros de su antigua religión, los judíos no tendrían los atractivos de traicionar la fe cristiana y judaizar.
Los judíos tenían una organización propia reconocida por los reyes, las llamadas juderías, que eran los barrios apartados de los judíos, o las aljamas, que no implicaba que estuvieran separadas. Respecto a la sinceridad de sus conversiones religiosas al cristianismo siempre ha habido debates historiográficos. Tradicionalmente la historiografía decía que los judeo conversos muchas veces fingían la conversión, ya que de cara a la sociedad eran cristianos y después practicaban ritos judíos clandestinamente. Sin embargo, en la actualidad se ha desmontado esta teoría.
Causas de la expulsión de los judíos
Acerca de esta temática se han escrito múltiples teorías, muchas de ellas sin fundamento alguno: que los Reyes Católicos querían quedarse con las propiedades de los judíos, que no tenían dinero para devolver los préstamos que habían recibido, que los reyes se sumaron al creciente antisemitismo… Sin embargo, lo cierto es que los Reyes Católicos no actuaban bajo influencia de la opinión pública, y contaban con varios judíos a su servicio en la Corte. La teoría más aceptada por los historiadores actualmente es que los judíos eran un obstáculo evidente para la plena conversión cristiana. Se buscaba la homogeneidad religiosa porque fomentaba y ayudaba a lograr la homogeneidad política.
El Edicto de Granada
A pesar de que la Santa Inquisición empezó a funcionar en los territorios de los Reyes Católicos desde 1480, la expulsión no se llevó a cabo hasta el final de la conquista del reino de Granada. La razón de esta demora es sencilla de entender. El Estado necesitaba el dinero que les daban importantes banqueros y financieros judíos para sufragar los gastos de la guerra. Sin el apoyo financiero de estos judíos, no habría sido posible la conquista de Granada. De ese modo, en ese mismo año se promulgó el Edicto de Granada, por el cual a los judios se les daba un plazo de cinco meses para abandonar el Reino de Castilla y el Reino de Aragón.
Se calcula que, de los 200 000 judíos que había entre Castilla y Aragón, más o menos la mitad abandonaron los reinos. Los que se marcharon pasaron a vivir a Francia, Portugal, Países Bajos y norte de África, con lo que acabarán incorporándose al Imperio Otomano. Hasta el siglo XX ha llegado la existencia de judíos que hablaban español, los sefardíes. De hecho, solo los judíos que decidieron convertirse al cristianismo podían quedarse en el reino.
Consecuencias de la expulsión de los judíos
Las consecuencias van a ser económicas y negativas a corto plazo, con un cierto desajuste, pero sin crear una situación de depresión económica. Actualmente ya se rechaza la idea de que la mayor parte de la economía estuviera en manos de los judíos, y mucho menos las finanzas: había banqueros, financieros o recaudadores, pero no hay que exagerar su número. De hecho, la mayor parte de los judíos en el momento de su expulsión practicaban profesiones urbanas modestas: eran artesanos, pequeños comerciantes, pero no tenían porque estar acomodados económicamente hablando. A largo plazo, se ha dicho que su expulsión significó un deterioro de la dinámica económica pre capitalista, es decir, que su expulsión no benefició a la burguesía. Esto también es discutible, ya que la presencia de judíos como comerciantes tampoco es muy grande, así que se duda de este repercusión negativa para la burguesía. Desde el punto de vista demográfico, van a tener consecuencias limitadas, ya que se estima que su población suponía un 2% del total.
En colaboración con QAH| Historiae Heródoto
Vía| FLORISTÁN, A. (2005): Edad Moderna: Historia de España. Ariel, Barcelona; LADERO QUESADA, M. A. (2016): Judíos y conversos de Castilla en el siglo XV: datos y comentarios. Dykinson, Madrid.
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