Hablando después de un examen con Marcos, un compañero de clase, me contaba cómo su padre le pedía que sacara mejores notas, que él cuando tenía nuestra edad estudiaba más… y todas esas cosas que todos hemos oído alguna vez.
La excusa que Marcos daba a su padre, que si bien no deja de ser eso, una excusa, me parece que tiene algo de verdad y a mí me hizo pensar. Y es que contestaba a su padre que él no tenía tantos “cacharros” como nosotros. Es cierto que hoy tenemos mil cachivaches para distraernos: ipods, messeger, dvd’s, playstations, móviles, etc.
Realmente es muy fácil hoy perder tiempo con tal cantidad de estímulos que nos entran por los sentidos y que captan nuestra atención, aunque en muchos casos no hacen más que ayudarnos a malgastar el tiempo.
Pero cosas como estudiar, leer un libro, hacer deporte o escribir una carta nos exige hacer opciones que nos suelen costar trabajo. No digamos ya si queremos ser cristianos de forma coherente y hacer cosas como orar, ser voluntarios en alguna asociación, dar nuestro tiempo a los demás gratuitamente, luchar contra la injusticia y soñar que otro mundo es posible. Entonces tenemos que armarnos de coraje y nadar contra cultura. Sin embargo, son estas pequeñas decisiones las que cargan de sentido y valor nuestra vida, ¿no?
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